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El gen negociador del PNV cumple 125 años

Los nacionalistas vascos exhiben su habilidad para obtener réditos políticos cada vez que pactan con Madrid

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, durante la firma en 2019 del acuerdo por el que los nacionalistas vascos acordaron el voto a favor de la investidura de Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, durante la firma en 2019 del acuerdo por el que los nacionalistas vascos acordaron el voto a favor de la investidura de Sánchez.
Mikel Ormazabal
San Sebastián -

El PNV cumplió el viernes 125 años y en el partido suelen decir que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Allí donde hay una votación decisiva, casi siempre está el PNV para hacerse valer, ser influyente, y sacar contrapartidas. Ocurrió en 1936 con la negociación del primer Estatuto vasco y durante la formación del primer Gobierno vasco en plena Guerra Civil y se ha repetido tras la restauración democrática en las investiduras de Felipe González, José María Aznar y Pedro Sánchez. Ahí estuvieron los nacionalistas para sacar de un aprieto presupuestario a José Luis Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy, sin importarle el color político del contrario si a cambio se obtenían réditos para el País Vasco y se reforzaba su papel como actor principal de la política nacional.

“Lo que hace el PNV podrían hacerlo otros. Si no es así es por incomparecencia de los demás partidos. Se dice que el PNV barre para casa, pero habría que preguntarse si alguien barre para el vecino”, afirma el filósofo Daniel Innerarity. El expresidente de Hamaikabat (una escisión de EA) entre 2009 y 2011 y analista político, Iñaki Galdos, apunta que “una de las cualidades que más se le reconocen al PNV es su capacidad para entender en cada momento lo que tiene que hacer. Esto solo es posible si se es necesario y si las matemáticas dan. Ha tenido la suerte de que en muchos momentos los votos del PNV han sido claves”.

La fortaleza negociadora del partido de Andoni Ortuzar se ha manifestado esta semana cuando el lehendakari en funciones, Iñigo Urkullu, lanzó un órdago al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Amenazó con no acudir a la cumbre de presidentes autonómicos, celebrada este viernes en La Rioja, y se mantuvo en sus trece hasta el último minuto. “Nos querían hacer comulgar con ruedas de molino, y no. Querían que fuéramos a un foro multilateral sin comprometerse antes bilateralmente con Euskadi y sin cumplir los acuerdos firmados con nosotros”, dijo el presidente del PNV. De nuevo el gen pactista de los nacionalistas dio sus frutos. El mandatario vasco se presentó in extremis en San Millán de la Cogolla tras sellar de madrugada un acuerdo con Sánchez sobre el nivel de endeudamiento para Euskadi. Cada vez que hace una jugada de este tipo, le llueven las críticas de quienes le afean su “insolidaridad” con el resto de comunidades autónomas o el uso del “chantaje” para obtener contraprestaciones.

A lo largo de la historia reciente, el PNV se ha labrado fama de ser garante de la estabilidad del país, salvavidas de presidentes en apuros, socio preferente del Gobierno de turno... Cuando en 1993 dio el sí a la reelección de González, lo hizo sin recibir contrapartidas y habiendo rechazado la cartera de Industria que el PSOE le ofreció al entonces presidente peneuvista, Xabier Arzalluz. Tres años después se repitió la jugada, pero con el PP como beneficiario. “He conseguido más en 14 días con Aznar que en 13 años con Felipe González”, dijo el líder del PNV. Había aceptado apoyar la investidura de Aznar a cambio de salvar el Cupo vasco y culminar el Estatuto de Gernika, tras una negociación en la que intervinieron Jaime Mayor Oreja y Juan José Ibarretxe, después enemigos acérrimos.

El PNV no volvió a aupar a ningún presidente hasta la llegada de Sánchez al poder este año. Al jefe del Ejecutivo le ha girado una considerable factura que incluye el traspaso de las competencias estatutarias pendientes, entre estas la gestión económica de la Seguridad Social y las prisiones, además de garantizar la “bilateralidad” en las relaciones entre Euskadi y el Estado o el impulso a las obras del AVE vasco. A su antecesor, Rajoy, el PNV le aprobó los presupuestos en 2018 con cesiones que incluían inversiones por 540 millones para Euskadi. Solo una semana después, nada más conocerse la sentencia del caso Gürtel, propició su caída apoyando la moción de censura contra él.

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Aznar y Arzalluz, en la primavera de 1996 en La Moncloa.BERNARDO PÉREZ

José Ramón Beloki, diputado entre 2004 y 2011, recuerda el “duro y largo” debate interno que se dio en su partido en 2010 cuando hubo que decidir si apoyaban las cuentas de Zapatero: “¿Podíamos nosotros acordar con el que nos había echado del Gobierno vasco? Se habló de esto durante horas y horas”. Se refiere a que los socialistas les hicieron una “jugarreta” pactando con el PP —la izquierda abertzale estaba ilegalizada entonces— para que Patxi López fuese elegido lehendakari en 2009. “Yo siempre defendí que el sentido de Estado del PNV es el que debe prevalecer en todas las decisiones y coyunturas políticas. Aunque nos duela”, comenta Beloki.

“Hay quienes en la política tratan de agudizar las contradicciones del oponente hasta el extremo para tratar de sacar beneficios. Algunos juegan al cuanto peor, mejor; el PNV no hace eso nunca. El PNV juega todas sus bazas, pero siempre dentro de las reglas que ofrece un Estado democrático y autonómico”, dice el exdiputado. Pero admite que en todas las negociaciones “se sacan provechos colaterales”: “Nosotros les llamábamos enmiendas de campanario. Eran las partidas y subvenciones que se conseguían para entidades o proyectos de Euskadi. Pero eso no era lo sustancial”.

El exrector de la UPV Juan Ignacio Pérez opina que “uno de los objetivos del PNV es la centralidad, no entendida como el centro político, sino como la capacidad para negociar con agentes muy diferentes. Y esto le da muy buenos resultados electorales”. Y destaca el valor de “contar con un equipo de negociadores, como Ortuzar, Urkullu o Joseba Aurrekoetxea, que son flexibles a la vez que eficaces, con una conciencia muy clara de la gestión de los tiempos y mucha experiencia negociadora, tanto en Madrid como en el País Vasco”.

Desde la República

La cultura negociadora le viene de lejos al PNV, sostiene el catedrático José Luis de la Granja, especialista en la historia reciente de Euskadi: “En septiembre de 1936, el PNV puso varias condiciones para tener un ministro en el Gobierno republicano español, la más importante e indispensable fue la aprobación inmediata del Estatuto vasco, lo que fue aceptado por Largo Caballero e Indalecio Prieto. Así, el 25 de septiembre el diputado jeltzale Manuel Irujo fue nombrado ministro sin cartera y el 1 de octubre las Cortes aprobaron por aclamación el Estatuto vasco”.

Galdos plantea que “se debe valorar cuánto hay de realismo, pragmatismo y gradualismo en las decisiones del PNV y cuánto de mercantilismo”. Considera que los nacionalistas, sobre todo desde que Ortuzar tomó las riendas de Sabin Etxea, “han hecho que la mirada larga prevalezca en su estrategia, aunque para los sectores más nacionalistas del partido esto pueda parecer desesperante, por lento, para conseguir sus aspiraciones nacionales”. La mejor demostración de que esa línea de actuación es acertada, añade el exparlamentario de EA, es que EH Bildu quiere ahora “hacer peneuvismo” en el Congreso. “Los que en 1977, en la cumbre de los nacionalistas en Txiberta (Francia), abogaban por la ruptura con el sistema ahora quieren competir con el PNV a ver quién influye más en Madrid”, señala.

Su capacidad para colocarse en el centro geométrico de la política le ha permitido también intervenir como mediador, no siempre con resultados exitosos y en circunstancias muy diversas, como sucedió durante el final de ETA, el desarme de la banda terrorista y más recientemente con el fallido intento de Urkullu de impedir la declaración unilateral de independencia por parte del expresident Carles Puigdemont.

En el ADN del PNV, opina José Manuel Bujanda, alto cargo del Gobierno vasco, “siempre ha estado negociar, dialogar, acordar y pactar de forma bilateral para mejorar el bienestar de la sociedad vasca y seguir profundizando en el autogobierno”. Innerarity, cercano en lo ideológico y en lo personal a Urkullu, considera que si el PNV es “fiable como socio” es porque en las negociaciones emplea “una mentalidad posibilista” y “no recurre a la vía unilateral, al asalto a los cielos, al golpe de mano o a robar la cartera”.


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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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