El PP echa el resto para pescar en el caladero de Vox
Ministros y secretarios de Estado de Rajoy advierten de que imitar a Abascal para atraer ese electorado les resta credibilidad como alternativa
La dirección del PP cree que el coronavirus hará caer al Gobierno. Bien porque Podemos se baje del barco si hay que hacer recortes o porque en caso de agotar la legislatura, no dará tiempo a que el Ejecutivo recoja los beneficios del inicio de la recuperación tras el parón económico. Hasta la sede de Génova han llegado encuestas alentadoras y el partido ha activado una especie de precampaña electoral que busca capitalizar el malestar, bendiciendo, en el caso de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, protestas callejeras que incumplen el decreto de estado de alarma.
Exministros y exsecretarios de Estado del PP consultados por EL PAÍS discrepan de esos cálculos de Génova y de la estrategia de Pablo Casado, al que acusan de haberse arrimado demasiado a Vox y haber desdibujado su imagen de partido de Gobierno. “El virus reaccionario está ahí y se han dejado contagiar porque el PP no tiene ahora un sistema inmunológico intelectual para resistir a la presión de esa enfermedad”, afirma José María Lassalle, exsecretario de Estado con Mariano Rajoy que abandonó el partido y la política —como otra decena de altos cargos populares— por entender que su partido se escoraba demasiado a la derecha. “Parte del electorado se ha radicalizado, pero en lugar de hacer pedagogía frente a la tentación reaccionaria y demostrar que la extrema derecha es el enemigo de todos porque lo que busca es desestabilizar el sistema democrático, el PP hace seguidismo de las propuestas y del tono de Vox porque tiene pánico a perder esos votantes”. Eso, añade Lassalle, tiene dos riesgos: que entre “el auténtico y el imitador”, ese electorado opte por el auténtico; y que Ciudadanos aproveche para ocupar un espacio huérfano, el centro.
La creencia de que Vox es fruto de “un pecado original del PP: la tibieza de la respuesta de Rajoy al desafío catalán”, se ha instalado en la dirección del partido y les ha llevado a adoptar “un discurso más radical”, afirma un exministro. Otro ex alto cargo de Rajoy recuerda que hace no tanto, los votantes de Vox estaban dentro del PP y sus ideas, contenidas, mientras que ahora quienes llevan la voz cantante en el partido son los más próximos a ellas.
“Los descontentos con el Gobierno son muchos más de los que protestan en la calle y ahora permanecen, sensatos, en sus casas. Querrán manifestar ese malestar en las urnas y al PP le da pánico que cuando llegue ese momento sea Vox el partido con el que se identifiquen”, añade.
Para la dirección popular los primeros en abandonar el centro han sido los socialistas al aliarse con Podemos, y no creen que Inés Arrimadas tenga la capacidad para conquistar ese espacio. “El PP tiene menos miedo a su competidor por el centro que a su competidor por la extrema derecha. Por eso ha radicalizado su discurso”, afirma un exministro de Rajoy.
El pacto entre Arrimadas y Pedro Sánchez para el estado de alarma activó los sensores en Génova, aunque la presidenta de Cs asegura que fue algo puntual y los populares creen que su debilidad en el Congreso (10 diputados) y sobre todo, la presencia de Podemos en el Gobierno les impiden ir más allá. Distinta es la situación en la Comunidad de Madrid. “Allí la oposición a Ayuso no es el PSOE, sino Ciudadanos”, afirma un exdirigente popular madrileño. “Ella está desbordada y una vez se supere el estado de alarma, puede ser un duelo de quién dispara primero: si el PP convocando elecciones anticipadas o Ciudadanos presentando una moción de censura con el PSOE”.
Los exdirigentes del PP consultados ponen a Madrid como ejemplo de la evolución del partido desde la llegada de Casado. “Ahí es donde se ve la siembra negativa de los nombramientos frívolos y de las similitudes con Vox”, opina un exsecretario de Estado. Otro exministro asegura que tiene que ver con que el partido ultra crece precisamente en lugares como Madrid, donde no hay un “complemento propio a la españolidad, como el que tienen los catalanes, vascos o gallegos” lo que provoca que el discurso de Díaz Ayuso sea muy diferente al de Alberto Núñez Feijóo en Galicia, donde Vox es residual.
Lassalle contrapone la “visceralidad ideológica” de la comunicación política de Ayuso con “los modos institucionales del alcalde José Luis Martínez-Almeida, que habla para el conjunto, no solo para los suyos”. Eso, añade, “tiene que ver con la formación de cada uno y con la experiencia previa de gestión. No es casualidad que en el PP los perfiles más moderados coincidan con quienes han gestionado algo: Feijóo, Moreno, Pastor...”. Almeida, añade un exministro, “ha sido muy inteligente. Ha entendido que en una crisis, la gente quiere eficacia y empatía más que mera política, pero ha de tener cuidado porque los elogios son peligrosos: se construyen contra alguien, en este caso, contra Ayuso y el propio Casado”.
Todos los dirigentes y exdirigentes del PP consultados coinciden en que Sánchez ha ninguneado a Casado al no informarle con antelación de las prórrogas del estado de alarma. Fuentes de la dirección del partido admiten que si lo hubiera hecho, les habría puesto “en un compromiso”. Pero el viejo PP cree que su líder también ha desaprovechado la oportunidad de “ofrecerse al Gobierno como la oposición en Portugal y dejar a Sánchez en evidencia”. Si Vox contratacaba con el discurso de la derechita cobarde, el PP, señala un veterano exministro, podría señalar su “irresponsabilidad” y defender una “oposición leal mientras hubiese muertos todos los días por coronavirus”.
Lassalle pone el boicot al decreto para evitar el colapso de los tribunales de ejemplo de oposición que “solo busca el conflicto” y rechaza todo lo que entiende como “ventajas al enemigo”. “Asumir posturas moderadas y defender la institucionalidad”, zanja, “es lo que te convierte en alternativa, en partido de Gobierno”.
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