Tenis femenino: deporte y activismo
La atractiva variedad de estilos encarnada por figuras como Garbiñe Muguruza, Ashleigh Barty o Naomi Osaka y una histórica reivindicación por la igualdad definen el actual mundo de las mujeres de la raqueta
Actualmente, el deporte más emocionante del planeta no es solo el tenis, sino el tenis femenino. Más allá de un abanico deslumbrante de jugadoras con una gran variedad de orígenes, personalidad y estilos de juego, su diminuta asociación de jugadoras, con menos de 100 empleados a tiempo completo, parece dispuesta a tumbar el régimen autocrático del país más poblado del planeta. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
El tenis ha sido el deporte por antonomasia para las mujeres desde sus inicios. Lleva dando salida profesional a las mejores deportistas del mundo desde hace casi 50 años, cuando se formó la Asociación de Tenis Femenino (WTA, por sus siglas en inglés). No es casualidad que las deportistas mejor pagadas del mundo sean año tras año casi exclusivamente tenistas, y de hecho la estructura y las tácticas comerciales de este deporte han servido de modelo para otros campos, desde el fútbol hasta el baloncesto y todo lo que hay en medio.
En una era de estrellas masculinas en la que las rígidas restricciones de formato del juego han supuesto la irrupción de pocas figuras nuevas, los aficionados al tenis se han visto sometidos a tres grandes nombres y un único interrogante: “¿Quién ganará el mayor número de títulos del Slam?”. Esto contrasta con el increíblemente variado y rico elenco de jugadoras que comprende el circuito femenino en la actualidad.
En 2021, cada uno de los cuatro grandes títulos del circuito femenino lo ganó una jugadora diferente, un síntoma de fortaleza, y no de debilidad, en un circuito que presume de una gran variedad de estilos de juego. Comparemos el poderoso juego de fondo de la japonesa Naomi Osaka, que la llevó a ganar su segundo título en el Abierto de Australia a principios de año, con la precisión táctica y el despliegue del revés cortado que tantos frutos le dio en la hierba de Wimbledon de la australiana Ashleigh Barty; o con el juego de la checa Barbora Krejcikova, que la ha llevado a dominar tanto en individuales como en dobles este año, lo que se ha visto recompensado con el número 1 del ranking en dobles y el título individual del Abierto de Francia. Mientras tanto, la campeona de las Finales del WTA Tour, Garbiñe Muguruza, desplegó y utilizó sus golpes de drive para subir a la red y terminar los puntos, y el año, triunfal. Si añadimos la frescura de Emma Raducanu, que sorprendió al público y protagonizó una brillante final entre adolescentes en el Abierto de Estados Unidos, es fácil concluir que el tenis femenino está en una forma fantástica.
Para cualquiera que siguiera el tenis antes de que Pete Sampras declarara que su único objetivo profesional era superar el número total de títulos de Grand Slam de Rod Laver (14), la persecución de los grandes títulos tenía menos importancia que el énfasis del juego en la variedad, la personalidad y los orígenes de los jugadores. Cuando las mujeres superaron (con creces) a los hombres en el recuento de Slams con el récord de 22 de Steffi Graf, hubo que rescatar una referencia fosilizada, los insignificantes 24 Grandes de Margaret Court, antes de la era Open, para poner la hazaña en contexto.
Pero eso nunca fue tan importante como el deporte en su conjunto: el ajetreo semanal de una gira que ponía el énfasis en la variedad de superficies, de lugares y de héroes locales que disponían de su momento para brillar durante un breve instante antes de volver a desvanecerse en la oscuridad. ¿Quién podría olvidar la parte del calendario dedicada a la tierra batida, seguida del servicio-volea de la temporada de hierba, para dar paso finalmente al tramo de pista dura?
La naturaleza del tenis en su máxima expresión es la de un circo ambulante de solitarios, que se presenta en un lugar deslumbrante tras otro y monta el espectáculo. Y para cualquiera que preste atención a este deporte, las mujeres llevan años ofreciendo un espectáculo mucho mejor.
Si unimos esto al hecho de que el tenis es el único deporte en el que hombres y mujeres compiten juntos —y en el caso de los dobles mixtos, en la misma cancha—, queda claro el vínculo entre la igualdad de género y la influencia internacional. A través de una incansable reivindicación, primero con Billie Jean King y The Original 8 (las nueve jugadoras pioneras en pugnar por los derechos de la mujer en el tenis) luchando por una gira viable con oportunidades comerciales en la década de 1970; luego con Venus Williams haciendo campaña por la igualdad salarial en Wimbledon, el último Slam que mantuvo las diferencias, en 2000, hasta las protestas por la equidad racial y contra la brutalidad policial lideradas por mujeres como Naomi Osaka y Coco Gauff, el tenis femenino ha puesto a todo el deporte en el lado correcto de la historia.
No es de extrañar que un deporte nacido en el activismo, que se ha mantenido como el escaparate más importante tanto del rendimiento atlético como de las oportunidades comerciales para las mujeres deportistas, vuelva a encabezar un movimiento mundial en defensa de los derechos humanos y la igualdad. Cuando la jugadora china de la WTA y ex número 1 del mundo en dobles Peng Shuai acusó de violación a un alto funcionario del Gobierno de su país a primeros de noviembre, solo para que le borraran sus comunicados y acabar detenida, la también jugadora de la WTA la francesa Alizé Cornet se convirtió en la primera voz destacada en poner en duda la seguridad de la jugadora china. Esto provocó que una avalancha de jugadores y responsables dentro del deporte, y más tarde fuera del mismo, cuestionaran las acciones del Gobierno de Pekín y desembocara en un sorprendente giro de los acontecimientos cuando la WTA se retiró del país, su socio más lucrativo.
Con los Juegos Olímpicos amenazados tras el boicoteo diplomático de Estados Unidos y con todas las grandes ligas deportivas y empresas valorando el riesgo de seguir haciendo negocios en un país capaz de hacer desaparecer a una de sus propias celebridades deportivas, el tenis femenino se encuentra de nuevo en la vanguardia del progreso. El hecho de que esta pirotecnia fuera de las pistas ocurra al mismo tiempo que las brillantes exhibiciones en la cancha en las deslumbrantes Finales del Tour WTA de este año en Guadalajara (México) hace que el tenis femenino sea sin discusión el deporte más emocionante del mundo.
Caitlin Thompson es cofundadora de la revista ‘Racquet’ y coautora del libro ‘Racquet: The Book’.
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