_
_
_
_

Tuits y vídeos millonarios: el bazar del arte se vuelve loco

Inversores, artistas callejeros, grandes casas de subastas y hasta directivos de multinacionales hacen negocios con obras virtuales hasta ahora impensables en el mercado

Fotograma del vídeo en el que el artista Burnt Banksy quema una obra de Banksy. Se vendió por 313.000 euros.
Fotograma del vídeo en el que el artista Burnt Banksy quema una obra de Banksy. Se vendió por 313.000 euros.Burnt Banksy
Ana Vidal Egea

El mundo del arte y de sus mercados está sufriendo un vuelco sin precedentes y el común de los mortales apenas parece haberse enterado. Uno de los episodios más sorprendentes se produjo en marzo. Morons (White), una pieza de Banksy, la megaelusiva estrella del arte callejero, se vendió entonces por 95.000 dólares (unos 78.200 euros). En el lienzo podía leerse “I can’t believe you morons actually buy this shit” (”no me puedo creer que vosotros, imbéciles, compréis esta mierda”). Pero los compradores de la obra atenuaron mucho más, si cabe, el carácter irónico de la declaración. Grabaron un vídeo quemando la pieza y vendieron el material como una obra digital original por casi cuatro veces más: 382.000 dólares (unos 313.000 euros) por un token digital conocido como NFT (activos no fungibles ni intercambiables) que certifica su autenticidad. Porque lo último son las obras de arte coleccionables que no existen físicamente, sino que son puramente virtuales. Aunque haya 1.000 réplicas en internet, solo hay una copia original y pertenece a una sola persona.

La compra se realizó en nombre de Injective Protocol, un nuevo colectivo de fanáticos de las criptomonedas creado en diciembre de 2020. Con esa acción querían mandar un mensaje inspiracional a los amantes de la tecnología. Pero según apunta Adam Iscoe, periodista de The New Yorker, la iniciativa fue de un veinteañero estadounidense que responde al nombre de Burnt Banksy —prefiere permanecer anónimo—, que fue quien convenció al grupo de inversores. “El arte es lo que quieras que sea”, le aclaró a Iscoe, y le explicó el bochorno que sintió cuando tardó 15 larguísimos minutos en quemar la obra. Unas 50.000 personas siguieron la retransmisión en su cuenta de Twitter. Su siguiente proyecto es crear una galería de arte efímera que muestre solo obras NFT, pero que se llamará Not an Art Gallery (no una galería de arte), respondiendo así a las críticas de que los NFT no son arte sino una burbuja especulativa que explotará en cualquier momento.

Un giro imprevisto

De momento, este giro imprevisto está siendo tomado muy en serio. Christie’s vendió en marzo su primera obra NFT. Se lanzó con un precio de salida de 100 dólares y se vendió por 69 millones (unos 57 millones de euros), la tercera pieza más cara que ha vendido la casa de subastas en toda su historia. Se trataba de Everydays: The First 5000 Days (todos los días: los primeros 5.000 días), un collage del artista digital Mike Winkelmann, conocido como Beeple, ahora el creador vivo más cotizado del mundo después de Jeff Koons y David Hockney. En octubre de 2020, Pablo Rodríguez-Fraile, un inversor español-estadounidense, compró un vídeo de 10 segundos de Beeple por 60.000 dólares (unos 49.270 euros). Lo vendió meses después por 6,6 millones de dólares (unos 5,4 millones de euros), convirtiéndose en uno de los casos de éxito fulgurante de la compraventa de NFT.

Y siguiendo el lema “renovarse o morir”, el otro peso pesado de las subastas, Sotheby’s, ha mostrado también su adaptación a las nuevas tecnologías al comunicar en abril que aceptaba bitcoins y ethers como medios de pago. Además, debutó con una subasta exclusiva de NFT con The Fungible Collection, creada por el controvertido artista Pak, el segundo que más vende en la actualidad en el mundo del arte digital, pero que sigue manteniendo su anonimato.

¿Explotará la burbuja o ha empezado una nueva era? Y no solo el arte se puede tokenizar. En marzo, el fundador de Twitter, Jack Dorsey, vendió el primer tuit de la historia por 2,9 millones de dólares (cerca de 2,4 millones de euros): Just setting up my twttr (configurando mi cuenta twttr). El comprador, un empresario llamado Sina Estavi, se adueñaba así de un pedazo de historia y comparaba el valor de su adquisición con la Mona Lisa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_