Mucho por explorar en el occidente de Creta
Gargantas espectaculares como la de Samaria, playas idílicas, atractivas ciudades como La Canea y coquetos pueblos son los atractivos de un viaje por esta zona de la isla griega
A Creta se puede ir por muchos motivos, aunque para disfrutarla de verdad lo ideal es no limitarse a la típica parada de los cruceros mediterráneos para ver sus palacios minoicos, que es a lo que muchos visitantes reducen su paso por esta magnífica isla griega. El oeste puede resultar una inmersión perfecta en el espíritu cretense: se puede ir para ver la ciudad más bonita de la isla, La Canea, con su barrio veneciano, o para disfrutar de una naturaleza presidida por las montañas donde se esconde el corazón (geológico y sentimental) de Creta, con pueblos donde el tiempo se ha detenido.
En Creta también merecen una pausa las relucientes aguas y playas vírgenes de la costa sur, con poblaciones carismáticas como Paleochora y Sougia y tranquilos arenales, más cerca de África que de Europa, como los de la isla de Gavdos. Motivos para visitarla hay muchos, pero el principal reclamo es, sin duda, conocer La Canea, la ciudad más evocadora de Creta.
La Canea, entre Venecia y Turquía
La mayoría reconoce que La Canea (también llamada Chania) es la ciudad más evocadora de Creta, a pesar de que esto significa que haya miles de turistas en verano paseando por el barrio antiguo. Fue la sede en la isla de los gobiernos veneciano, turco y, finalmente, cretense, y todo eso se deja ver en sus muchos edificios venecianos y otomanos, algunos reconvertidos en preciosos restaurantes y hotel-boutique. Es una de esas ciudades que invitan simplemente a deambular por sus estrechas calles, entre edificios color pastel, tiendas y tabernas, con la posibilidad de toparse con sorpresas como una antigua sinagoga o una iglesia recóndita. La zona más antigua está dominada por la cúpula de la mezquita de Kioutsouk Hassan, hoy una sala de exposiciones. En la base de la fortaleza veneciana de Firkas, en la entrada oeste del puerto, el Museo Marítimo de Creta relata la tradición marina de la isla.
Información en la nueva guía de Creta de Lonely Planet y en lonelyplanet.es.
Pero lo más llamativo de La Canea es su puerto veneciano, con museos instalados en antiguos edificios y un largo rompeolas que se adentra en el mar y que se disfruta, sobre todo, al atardecer —ver la puesta de sol en su faro (del siglo XVI) es otra magnífica experiencia—. Rodeando el puerto, se llega al restaurado Gran Arsenal, que alberga el Centro de Arquitectura Mediterránea, y más allá una noria en estado de decrepitud: se trata de los astilleros venecianos, un tesoro histórico oculto a plena vista.
Una de las visitas más curiosas es la sinagoga de Etz Hayyim, la única que queda en Creta, que fue destrozada en la II Guerra Mundial y no volvió a abrirse hasta 1999. Hoy atiende a una pequeña congregación y una exposición narra la tragedia de los últimos judíos de la isla.
Platos locales con vistas al mar
En La Canea están también algunos de los mejores restaurantes de la isla para probar la cocina cretense. Por su ajetreado pasado, la fusión de influencias convierte su gastronomía en algo espectacular, desde los quesos hasta las conservas y el aceite de oliva virgen extra. Solo hay que ir al Ágora, su famoso mercado cubierto, ideal para aprovisionarse para un pícnic.
A los cretenses les gusta especialmente la Drandaki Bakery, donde sigue humeando un horno de leña. A lo largo del día sacan distintos panes que se venden como rosquillas. En la visita quizá se vea el obrador en acción. Para descubrir la gran despensa local, nada como ir al mercado del sábado de Minoos, en el extremo este del casco antiguo, donde los vendedores ofrecen lo mejor de Creta. Otra opción es Terra Verde, una tiendecita del centro especializada en productos ecológicos locales, como los quesos de pequeños productores de las montañas.
Casi todo lo que se usa en el restaraurante To Stachi para elaborar sus deliciosos platos veganos y vegetarianos sale de la granja de Stelios Michelakis y su familia. Stelios llega cada día a las 5.00 para empezar a preparar su maravilloso pan integral.
Los que saben, van al moderno mezedopoleio (sitio tapas) To Maridaki, normalmente abarrotado, o al Kouzina EPE, un elegante café donde sirven platos modernos y del día anunciados en una pizarra. Para tomar pescado, el Thalassino Ageri es una deliciosa taberna entre los restos de las curtidurías de La Canea, con un pescado fresquísimo y unos mezes deliciosos. Son también muy populares las tabernas de Kalderimi, con cierto toque creativo; el Apostolis, en el lado oriental del puerto, más tranquilo y de lo mejorcito para pescado y marisco; o el Chrisostomos, apartado del ruido, detrás del puerto, y con una cocina clásica muy apreciada por residentes y visitantes.
Visitar los alrededores
La Canea es, sobre todo, un lugar desde el que salir a conocer una zona de Creta que reúne casi todo lo que uno se imagina que es esta isla: ruinas antiguas, pueblos típicos, monasterios, vistas extraordinarias y playas recónditas. Muy cerca de la ciudad está la península de Akrotiri, una zona yerma de montaña, llena de matorrales y rocas, además del aeropuerto y también dos monasterios. Y más al este, la región de Apokoronas está repleta de pueblos y de posibles excursiones, como la caminata al pueblo restaurado de Vamos. Y más lejos, al oeste, se encuentra la península de Rodopou, árida y rocosa, a la que hay que acceder con un todoterreno y cierta astucia para dar con playas remotas y ruinas importantes.
Lo más fácil es ir hacia los pueblos de Akrotiri, donde disfrutar de la atemporal vida cretense, como si el siglo XXI todavía no hubiera llegado. También discurre la vida a la antigua en Vamos, un pueblo con encanto del siglo XII, en el que se han restaurado muchos edificios y se puede pasear entre artesanías y productos de la región. En su plaza principal se puede comprar raki local, hierbas aromáticas, aceite de oliva ecológico y otros productos típicos; y en los cafés, cuyas mesas invaden la calle, los clientes habituales no se despegan de sus sillas preferidas.
Los que quieran playas, por toda la península de Akrotiri se encontrarán calas de arena, como la playa de Marathi, preciosa, con dos calas de arena y aguas color turquesa a ambos lados de un pequeño muelle. En la secreta playa de Seitan Limania las increíbles aguas recompensan de sobra el trayecto realmente intrincado que hay que hacer para bajar hasta ella. Pero la más famosa, sin duda, es la cala de Stavros, casi en el extremo norte de la península, presidida por una gigantesca roca. Nos sonará porque es la pista de baile de la última escena de la mítica película Zorba el griego (1964).
A tan solo 30 minutos en coche desde La Canea, aguarda otra de las mejores razones para visitar la península de Akrotiri: el impresionante y precioso Moni Agias Triada, del siglo XVII: es un monasterio en activo, con una señora biblioteca, un retablo magnífico, una fachada de influencia veneciana y cúpulas, iconos de la escuela cretense y jardines cuajados de flores.
Por el sur de la isla
Hora Sfakion es un lugar de justa fama en la historia cretense por su lucha contra los ocupantes extranjeros de todas las épocas, aunque hoy acoge con toda simpatía a los turistas que se acercan. Tuvo un papel importante en la Guerra de la Independencia griega y en la II Guerra Mundial. Hoy se ha convertido en un lugar de paso de quienes van al sur de la isla para recorrer la garganta de Samaria, una de las grandes atracciones de la zona, y no son muchos los que se deciden a darse una vuelta por el pueblo. El semicirculo de cafés sobre al puerto permite ver todo el ajetreo de los barcos que amarran o zarpan a destinos de toda la costa.
La bonita playa de Glyka Nera ya es excusa suficiente para llegar hasta aquí: se encuentra en una cala resguardada y nunca se llena demasiado. Se puede ir en ferri o a pie por un vertiginoso sendero de costa de 3,5 kilómetros. Un pequeño café alquila sombrillas y tumbonas. Si no se tiene mucho tiempo, la playa de Vrissi está al lado del puerto de Hora Sfakion.
También a muy pocos kilómetros, por una empinadísima y serpenteante carretera se llega a Anópolis, un pueblecito tranquilo con un monumento a los luchadores de la resistencia presidiendo la plaza mayor. Se respira la típica vida de pueblo cretense, que también es agradable de disfrutar y mucho mejor con un cabrito asado a la leña en alguna de sus tabernas, uno de los platos típicos en Creta. Y poco más allá, otro reclamo para los viajeros es la abandonada aldea de piedra de Aradena, que es famosa por el puente Vardinogiannis, que salva la garganta de Aradena. Mirar a las profundidades desde la estructura que traquetea bajo las ruedas aterroriza y fascina a la vez. Quizás se vea a alguien lanzarse desde el puente, el salto de puenting más alto de Grecia (138 metros).
Más allá del puerto de Hora Sfakion aguardan muchas aventuras, tanto por la costa como por el empinado interior. En la montañosa provincia de Sfakia están algunos de los sitios más espectaculares de la isla, como las montañas de Léfka Óri y el monte Gingilos (2.080 metros). El trayecto en coche hasta Hora Sfakion es inolvidable, por una serpenteante carretera de montaña con intermitentes vistas del mar. Desde allí se pueden hacer pequeños road trips (por ejemplo, hasta las fortificaciones de Frangokastello), paisajísticos viajes en ferri o caminatas hasta Loutro (un pueblo sin automóviles). El minúsculo pueblo pesquero de Loutro es, salvo en verano, una tranquila medialuna de edificios blancos y azules llenos de flores que rodean una estrecha playa de piedras entre Agia Roumeli y Hora Sfakion (a 30 minutos en ferri). No tiene acceso por carretera, lo que debería garantizar el sosiego (al menos cuando no es temporada alta). Desde aquí, en apenas 10 minutos andando se llega a la iglesia de Sotiros Christou, que mira al mar desde su otero. Desde allí, los que estén más en forma pueden subir hasta los restos de un castillo veneciano.
Otra de las excursiones estrella es el recorrido de la garganta de Imbros, una sencilla excursión de un día desde Hora Sfakion. Aunque frecuentemente se la compara con la famosa garganta de Samaria, Imbros tiene sus propios méritos. Si bien sus ocho kilómetros son algo menos de la mitad de la de Samaria, es una maravilla a nivel natural y, también importante, hay mucha menos gente.
El punto más meridional de Europa: Gavdos
Los ferris que recorren la costa sur son muy prácticos, pero también muy agradables para hacer un viaje diferente. Buena parte de la costa esta deshabitada y tiene una belleza inhóspita, con acantilados multicolor y alguna que otra playa aislada de aspecto idílico. Eso sí, viajar en barco por la costa requiere paciencia y comprensión. Es difícil entender los horarios y no siempre son puntuales.
En el mar de Libia, a 45 kilómetros desde Hora Sfakion en ferri, la isla de Gavdos es el punto más al sur de la Europa no continental. Se dice que es el hogar de la legendaria Calipso, de la Odisea de Homero, donde la ninfa retuvo a Odiseo durante años. Es una maravilla con solo un puñado de alojamientos, tabernas y playas idílicas, muchas accesibles solo a pie o en barco. No hay gran cosa por hacer, salvo nadar, pasear y relajarse. Es una isla sorprendentemente verde, en un 65% cubierta de pinos, cedros y otras especies. Casi toda la electricidad proviene de generadores, que suelen apagarse de noche y en mitad del día. La desconexión está asegurada.
Una parada en Sougia
Alojamientos asequibles, buena comida, mercados y senderos que llevan a lugares casi secretos, todo eso, además de su larga playa, hacen de Sougia una buena alternativa de viaje. Es una de las poblaciones costeras más tranquilas del sur de Creta, felizmente poco desarrollada. Junto a la playa de arena y piedras donde se alquilan hamacas discurre un paseo marítimo a la sombra de los tamariscos, con tranquilos cafés y tabernas. Aquí, además de tumbarse en la larga playa, se puede llegar a las impresionantes ruinas de Lisos por el largo sendero litoral.
A pesar de su pequeño tamaño, tiene también muy buenos restaurantes y tabernas que a veces ofrecen conciertos. Casi todas están frente a la playa. Como To Tzitziki, con una rica y varida carta, o como Omikron, donde el chef Jean-Luc Delfosse ofrece un agradable cambio a las típicas tabernas griegas. Y para degustar la cocina de montaña preparada a la leña se puede probar en Rebetiko Taverna, detrás de la playa.
Como en casi todos los pueblos del sur de Creta, desde Sougia se pueden hacer muchas caminatas. La más popular es la que va al yacimiento de Lisos, a 3,5 kilómetros (aunque buena parte del sendero discurre alejado del litoral). También desde Sougia, pero hacia el este, una caminata agotadora, pero fantástica, de 11 kilómetros ida y vuelta, lleva hasta la solitaria capilla de Agios Antonios, en una deshabitada bahía. Además de la pequeña iglesia de tonos rosados que bien podría ser el decorado de una película, el agua está fresquita porque está alimentada manantiales. Este es uno de los tramos más salvajes de la costa sur.
La garganta de Samaria y otros cañones extraordinarios
El gran reclamo de la costa sur de Creta es la garganta de Samaria, una de las maravillas geológicas de Europa. Desde la idílica Sougia se llega fácilmente por una ruta espectacular al extraordinario parque nacional de la garganta de Samaria y a otras maravillas de montaña como el propio cañón.
La caminata por la célebre garganta puede llevar todo un día, pero es una de las mejores aventuras al aire libre de Grecia: un espectacular surco en las montañas que desciende hasta la costa. En su base, el pequeño pueblo de Agia Roumeli es, además de una parada del ferri, un buen sitio que visitar. Desde allí hay una excelente caminata por la inmaculada costa hasta Loutro. Y en las montañas, los pueblecitos huelen a azahar y a otros cultivos mediterráneos.
La garganta de Samaria, la más larga de Europa, empieza al pie de la meseta de Omalos y ha sido labrada por el río que brota entre los picos de los montes Avlimanakou (1.858 metros) y Volakias (2.115). Su anchura va de los tres a los 150 metros y sus paredes verticales pueden alcanzar los 500 metros de alto. A pesar de su popularidad, recorrerla es una experiencia inolvidable, que conviene no hacer con mucho calor. La mejor manera de descubrirla es recorrerla al completo (18 kilómetros), desde el principio, en el pueblo de Xyloskalo, hasta el final, en Agia. La primera parte es un camino empinado y serpenteante que desciende 600 metros hasta el cañón. Luego sigue hasta llegar a la sencilla capilla de Agios Nikolaos, entre cipreses, para después abrirse en un camino amplio y abierto durante seis kilómetros hasta el pueblo abandonado de Samaria, cuyos habitantes fueron reubicados cuando el lugar se convirtió en parque nacional. Este es el punto del descanso más importante.
A partir de ese momento, la garganta se estrecha de nuevo y se vuelve más espectacular. A 11 kilómetros del comienzo la distancia entre las paredes se reduce a 3,5 metros y se llega a las famosas Sideroportes (puertas de hierro), desde donde una desvencijada pasarela de madera permite a los excursionistas cruzar a 20 metros sobre agua. El parque nacional termina en el kilómetro 13, al norte del pueblo semiabandonado de Palea (viejo) Agia Roumeli, a tres kilómetros del mar. En todo momento hay que estar atento por si se ve un kri-kri o una cabra montés, y para disfrutar de las flores silvestres. La mayoría de la gente pasa por Agia Roumeli tras haber recorrido la garganta de Samaria, a la espera del ferri. Pero el pueblo, accesible solo en barco o a pie, merece más que una breve visita y además de los cafés hay buenas tabernas parar reponerse del esfuerzo.
Paleochora: carreteras tranquilas que esconden sorpresas
Todavía se respira cierto aire sesentero en Paleochora, descubierta por los hippies en en los años sesenta y setenta. Sigue siendo un lugar atractivo, tranquilo y pintoresco. La ciudad está en una estrecha península, con una larga playa a la sombra de los tamarindos, aunque su parte más pintoresca es el laberinto de callejuelas alrededor del castillo. En verano, la calle principal y el camino a la playa se cierran al tráfico y las tabernas invaden las aceras y todo se llena de música cretense y de eventos culturales. Por la noche también muchas tabernas montan mesas por la playa de Halikia, en una competencia brutal porque aquí están algunos de los mejores restaurantes de la zona.
Paleochora es una buena base desde la que explorar algunas de las carreteras secundarias más bonitas de Creta y visitar una de sus maravillas naturales, la playa de Elafonisi, uno de los rincones más mágicos del Mediterráneo. Las estrechas carreteras discurren a través de espectaculares barrancos llenos de olivos, donde el paso del tiempo parece un concepto extraño. En las montañas de Paleochora se encuentran los pueblos más bonitos y menos visitados del oeste de Creta. Los llamados Innahorion. Esta zona, verde y tranquila, es famosa por sus castañas y aceitunas, así que no hay que dejar pasar la oportunidad de comprar aceite de oliva, miel, hierbas secas o raki. La carretera de la costa de Kefali a Sfinari es una de las más bonitas de la isla: serpentea por los acantilados y las vistas mejoran en cada curva. Como el pueblo de Azogires y su valle, escenario de leyendas relacionadas con las ninfas de las cascadas y con los ascetas medievales que vivían en grutas. O algo más lejos, Elos, la principal población de la región, con una playa mayor rodeada por la sombra de los plátanos, los eucaliptos y los castaños. O Kefali, con su iglesia con frescos del siglo XIV y magníficas vistas.
Hacia el norte, los pueblos de la costa se emplazan en sitios increíbles, entre montañas y barrancos: los que se animen pueden intentar llegar a la aldea de Pappadiana, al pueblo de Kambos, al borde una garganta o al pueblo agrícola y tranquilo de Sfinari, al que no le faltan una larga playa de piedras grises y varias tabernas de pescado junto a ella.
Falasarna y sus atardeceres deslumbrantes
Las mejores puestas de sol de Creta deslumbran con millones de reflejos rojizos en Falasarna, una población turística en crecimiento con una larga y popular playa. Este amplio tramo de arena color crema se considera uno de los mejores de la isla y es conocido por sus aguas cristalinas, suave oleaje y deportes acuáticos. Se puede extender la toalla en la playa grande (Megali Paralia) del extremo sur o ir a alguna de las calas del norte, separadas por rocas.
Pero además de por sus playas, Falasarna es famoso por las ruinas de una ciudad-Estado que fue centro comercial en el siglo IV antes de Cristo, con su propio puerto. Pasear por las excavaciones y ver los últimos descubrimientos es como abrir una ventana al tiempo de los romanos. A pesar de que la antigua Falasarna se construyó junto al mar, hoy sus ruinas quedan unos 400 metros hacia el interior, por los cambios geológicos sucedidos desde entonces. Cada año, los arqueólogos descubren más elementos de la antigua Falasarna: un trono de piedra, restos de la muralla que protegía la ciudad o lo que queda de su pequeño puerto. Los agujeros tallados en el muro se usaban para amarrar las barcas. Otros hallazgos incluyen torres, una vía pública, depósitos de agua y un lagar de vino.
Al noroeste de Creta todavía no ha llegado el turismo de masas, y quienes se animan a llegar a la despoblada península de Gramvousa se encuentran con una de las imágenes-icono de Creta: la de playa de Balos y el islote de Imeri Gramvousa y su fortaleza veneciana. Balos es espectacular y como tal aparece en todas las campañas de turismo de Creta, pero la gracia es que solo se puede llegar en todoterreno o en una abarrotada excursión en barco. La playa, que parece una laguna, es preciosa. Sus aguas poco profundas de color turquesa son un potente imán en verano. Sin embargo, cuando baja la marea, sopla el viento o se llena de gente recién desembarcada, puede resultar muy decepcionante. La isla de Imeri Gramvousa es una importante parada de los barcos turísticos. Los venecianos, que consideraban estratégica su ubicación, construyeron una fortaleza que, armada hasta los dientes, permaneció en manos de los venecianos hasta que los turcos la conquistaron en 1691. En 1821 cayó en manos de los rebeldes cretenses, que recurrieron a la piratería cuando los turcos los aislaron del resto de islas durante la Guerra de la Independencia. Cuenta la leyenda que aquellos corsarios amasaron una gran fortuna que escondieron en las cuevas de la isla. ¿Seguirá por allí?
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