El teatro y las conversaciones alrededor de un mate en Argentina de Ana Fernández
La actriz, actualmente de gira por España con la obra ‘El sueño de la razón’, ha viajado hasta en cinco ocasiones al país sudamericano. Un asado en Don Julio, visitar el Ateneo Grand Splendid o contemplar extasiada el Macizo de los Siete Colores son sus mejores recomendaciones
Ana Fernández (Valencina de la Concepción, 57 años) confiesa que viviría en Buenos Aires por tener la suerte de pasar largas temporadas en los rincones que ya conoce de la capital argentina y estar más cerca de los lugares que aún le quedan por descubrir del país. La ganadora de un Goya como actriz revelación por Solas, de Benito Zambrano, viajó a Argentina por primera vez en 2000 y después ha repetido destino hasta en otras cuatro ocasiones para el rodaje de alguna de sus películas. La intérprete sevillana, que se encuentra actualmente de gira por España con la obra de teatro El sueño de la razón (hasta el 9 de julio de 2023, en el Teatro Español de Madrid), siente el privilegio de su profesión, que le ha permitido poder “vivir” más que a “ir” a los sitios que ha visitado. De aquellas experiencias del país del asado y el tango se trajo vivencias y muchas recomendaciones.
PREGUNTA. ¿Por qué es Argentina un país que le marcó tanto y al que siempre quiere volver?
RESPUESTA. En primer lugar, porque tengo muchos y muy buenos amigos y amigas, a los que siempre quiero volver a ver. Además, Buenos Aires es la ciudad que tiene un mundo teatral más amplio y fascinante en nuestro idioma. Y Argentina es casi un continente. A lo largo de sus más de 5.000 kilómetros de norte a sur puedes encontrar todo tipo de paisajes y entornos casi salvajes. Desde los desérticos de Jujuy o Salta hasta los tropicales de las cataratas de Iguazú en Misiones, los montañosos del glaciar de Perito Moreno o Bariloche en los Andes, los casi antárticos de Ushuaia y el Tren del Fin del Mundo en Tierra de Fuego, y tantos otros a lo largo de su enorme geografía. Mi primer viaje fue en el año 2000 y después lo he visitado en varias ocasiones, incluyendo varios rodajes. Siempre quiero volver porque siempre queda mucho por descubrir en ese país.
P. ¿Qué recomendaciones le daría a alguien que lo visita por primera vez?
R. Cuando viajas a otro país se debe de llegar abierto a recibir y experimentar sin prejuicios ni barreras. Recomendaría ir con tiempo porque Argentina no es solo Buenos Aires, y es tan grande y tan variada que siempre, siempre, querrás volver. Y, naturalmente, hay que compartir un mate siempre que surja la oportunidad, el mate es toda una ceremonia de comunicación, de hermanamiento.
P. De su capital confiesa que es una de las ciudades a las que le tiene mucho amor, ¿qué hay de especial en ella?
R. Las posibilidades de ver teatro son casi infinitas y para mí es muy importante. He llegado a contabilizar más de 300 obras en una semana en la cartelera de Buenos Aires. Y su olor también la identifica. Los muchos puestos de flores, los jazmines —que son nuestras gardenias— que venden en los semáforos en primavera; los cafés, los asados, las librerías, las milongas —recorridos nocturnos por lugares donde se baila tango—. Es una ciudad muy grande, pero hay áreas que se pueden pasear y es un gran placer: San Telmo, Palermo, Recoleta… Además, tienen unos vinos estupendos y son muy generosos al servirlo en copas.
P. Buenos Aires es también famosa por sus cafés y librerías, recomiéndenos uno de cada imperdible.
R. Efectivamente hay muy buenas librerías, pero destacaría el Ateneo Grand Splendid, que es un antiguo teatro convertido en librería, conservando la estructura de su función pasada. Es obligado visitarla. Y en cuanto a cafés también abundan: el Café Tortoni, el más viejo de la ciudad, El Gato Negro, en Corrientes, o La Biela, en Recoleta. Todos estupendos.
P. Una ciudad en la que también abundan los teatros... Como actriz, ¿ha actuado allí? ¿Siente que es distinto a hacerlo en España?
R. No he tenido la suerte de actuar en teatro. Sin embargo, sí he rodado cinco películas en Argentina. Rodar en otro país siempre lo hace distinto y lo convierte en una experiencia muy enriquecedora. Así me ha ocurrido también en otros rodajes en Chile, Venezuela y Colombia. Gracias a eso puedo decir que no he ido a los sitios, los he vivido, al menos un poco.
P. De su ruta por el país, recuerda con especial cariño la experiencia en las cataratas de Iguazú y Paraná. ¿Qué sintió en aquel paraje?
R. Creo que lo que mejor lo puede explicar es que sientes la Pachamama, la naturaleza en su expresión más visceral, casi carnal. Parecen estar implicados todos los sentidos al mismo tiempo. La conexión con la tierra es tan profunda que se llega a sentir una catarsis, es algo telúrico con toda su fuerza y su magia.
P. De todos sus recuerdos por Argentina, ¿un momento dulce y otro amargo?
R. Recuerdo con especial emoción las tardes en la plaza de Purmamarca, en la provincia de Jujuy, compartir un mate con un grupo de vecinos del pueblo, varios de la etnia kolla, que me enseñaron a masticar la hoja de coca —algo que ayuda mucho para sobrellevar el mal de altura—. Pero sobre todo platicábamos sobre el tiempo, la simplicidad y lo esencial de la vida. Amargo, sinceramente no recuerdo ninguno. Solo la pequeña decepción de haber llegado a la península de Valdés unos días después de que se fueran las ballenas. ¡Lástima!
P. El Macizo de los Siete Colores, en la frontera con Chile, denominada como una de las montañas más bonitas del mundo, ¿impresiona como en las postales?
R. Mucho más que en las postales, que no dejan de ser solo una imagen. Los viajes hay que vivirlos. En esta tierra si no eres pintor te haces. Y los matices de esas piedras y sus cielos son infinitos. Fui en nuestro verano, que allí es invierno, y en el día el sol es tan fuerte que llegas a creerte en primavera, pero cuando se va sientes que te hielas, por eso hay que ser precavido y respetuoso cuando se pasea por los cerros o por la quebrada. En Purmamarca o en Humahuaca, como en el desierto, se puede oír el silencio y sentir por la noche tan cerca la bóveda del cielo que crees poder tocar las estrellas. El olor de su tierra es único… Además de sus cementerios, los pequeños mercados, las humitas, las empanadas de choclo…
Por supuesto, también impresiona la inmensidad asombrosa de Salinas Grandes, cerca de Tilcara, donde te cuesta creer que un día estuvo el mar. También el Manantial del Silencio, un lugar hermoso para descansar. Hay un músico, que ya murió, Ricardo Vilca, que recomiendo escuchar si tienen intención de viajar hacia esos lugares.
P. Argentina es el paraíso para los amantes de la carne, ¿podría recomendarnos un lugar donde degustar la mejor?
R. Por ejemplo, Don Julio o La Cabrera, en Buenos Aires, sus asados son espectaculares. Y con esas carnes no hay que olvidar nunca las ensaladas de radicheta y zanahoria, ni las papas, ni el chimichurri.
P. Si tuviera que quedarse con un lugar de entre todos, ¿cuál elegiría?
R. Viviría en Buenos Aires con la intención de poder pasar largas temporadas en todos los sitios que conozco y los que me quedan por descubrir de ese grandísimo país.
En corto
- ¿Ciudad favorita de Europa? "Me es difícil elegir solo una, pero sería Roma; aunque Florencia, Barcelona, Berlín o París también me encantan".
- ¿Algún transporte que deteste? "No detesto ninguno, pero no me gustan los aeropuertos por el mal trato que, en demasiadas ocasiones, recibimos los viajeros".
- Un plato memorable. "Carciofi alla Giudia, pero me cuesta elegir porque tengo muchos".
- No falta en su mochila… "Un bañador; es importante para mí nadar siempre que puedo, aún con el agua fría".
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