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Al encuentro de la laguna de Piuray: la lágrima del inca

Un viaje diferente por Perú, que empieza en un antiguo convento de Cusco reconvertido en hotel, parada en el pueblito de Corcor y termina con deportes acuáticos

Laguna de Piuray Perú

Aunque el vuelo directo a Lima partió y llegó sin demoras ni contratiempos, aterrizar en la ciudad natal tras seis años lo deja a uno con la sensación de haber perdido algo en el tiempo. En este caso, solo fue una especie de escala, porque el destino principal no era la capital de Perú, sino Cusco, la laguna de Piuray y un pueblito llamado Corcor del que habíamos oído bastante.

La ruta comenzó en el JW Marriott El Convento Cusco, un hotel que está levantado sobre el antiguo convento colonial de San Agustín, del siglo XVI. Cuidadosamente restaurado, los visitantes pueden hacer un recorrido sobre las ruinas incas y preincas sobre las que fue construido el alojamiento en unas rutas breves denominadas el Tour del Monje, gratuitas y abiertas no solo a los huéspedes, sino al público general.

En el camino hacia el Valle Sagrado hay un pueblito que se llama Corcor, una localidad ubicada a casi 3.700 metros sobre el nivel del mar, muy cercana a la laguna de Piuray y la del Huaypo. La leyenda dice que las aguas tanto de Piuray como del Huaypo son lágrimas de desolación y tragedia. La mitología andina está llena de historias de este tipo. Según una fábula, el dios Sol (Inti) le pidió a su hijo Manco Cápac (fundador junto con Mama Ocllo del imperio inca) que buscara a los hijos de ambos (es decir, los nietos de Inti) para que lo acompañaran durante el ocaso. Al salir en busca de los mellizos, Manco Cápac no los encontró. Inti se comunicó con los Apus (los dioses montañas) para que le dijeran su paradero. Los cerros le respondieron que estaban perdidos y que los niños no dejaban de llorar. Manco Cápac y Mama Ocllo los buscaron sin descanso, pero nunca los encontraron, y los mellizos lloraron tanto que se ahogaron en sus lágrimas, convirtiéndose ambos en lagunas.

Vista aérea de la laguna del Huaypo, en Cusco, Perú.

“Piuray es mujer y Huaypo es un varón”, dice Mila, nacida hace 24 años en Corcor, que nos relata la historia con una sonrisa en la boca y al hablar mezcla el castellano con el quechua. En Corcor nos recibe un grupo de entusiastas lugareños con danzas y cantos típicos de la zona. “El nombre de Corcor viene porque ese es el sonido que los hombres hacen al roncar”, dice Mila. “Aquí los hombres roncan mucho”. Geraldina tiene 57 años, es viuda y con tres hijos. Freddy es el más joven de todos. “El soltero codiciado”, dice Mila antes de soltar una carcajada. Las mujeres son expertas tejedoras, sus piezas hechas de alpaca, vicuña y oveja están elaboradas con técnicas milenarias que han sido pasadas de generación en generación. “En nuestros tejidos nosotros plasmamos lo que es la flora, la fauna y la convivencia que nuestro pueblo tiene con la naturaleza”, explica Mila mostrando uno de sus diseños. “Este diseño, por ejemplo, representa a toda la comunidad y con el cual nos reconocen en todas partes. Es nuestra seña de identidad”. “Una pieza como la que llevo encima puede tardar un mes en hacerse”, dice Mila luego de explicar todo el proceso textil. “Yo misma tengo 45 diseños propios. Las mujeres mayores, muchos más”.

Mujeres de Corcor elaborando una pieza textil.

La presencia de la naturaleza en la cosmovisión andina es constante, y no es difícil deducir por qué. La inmensidad de los cerros, por ejemplo, que literalmente parecen ser gigantes, cien veces más grandes que los molinos de viento a los que se enfrentaba el Quijote en la novela de Cervantes, inspiran respeto. El novelista peruano José María Arguedas plasmó mejor que nadie la relación de los habitantes del ande con su entorno. En Los ríos profundos (1958), quizá su novela más lograda, la relación entre Ernesto, el protagonista, y su entorno convierten a la naturaleza en un personaje más. La Pachamama o Madre Tierra es la causante de hacer prosperar las cosechas, pero, al mismo tiempo, puede ocasionar un terremoto que dejará muerte y destrucción. Se la venera, pero también se la teme.

Para Cusco, la laguna de Piuray es de una importancia vital: abastece el 42% de agua potable en toda la ciudad. Pertenece a la microcuenca del mismo nombre y está integrada por las comunidades campesinas de Taucca, Ayllopongo, Ocutuan, Huilahuila, Cuper, Umasbamba, Pongobamba y la Asociación Piuray. Tiene un perímetro de 8.750 metros (465 de ancho y 3.000 de largo) y una profundidad de entre 30 y 50 metros. “En Piuray, por alguna razón, solo se ahogan los hombres, las mujeres no”, dice Mila con sorna.

Para Cusco, la laguna de Piuray es de una importancia vital: abastece el 42% de agua potable en toda la ciudad.

Entre las actividades turísticas que se pueden hacer en la laguna están la pesca, ir en kayac o canoa, paseos en lanchas o stand up paddle. “Recibimos cerca de 300 turistas al mes”, dice Álvaro Bedoya, propietario de Piuray Outdoor Center. “En los últimos años, desde 2017, esta zona ha tenido una evolución en cuanto al número de visitas si lo comparamos con otros atractivos como Machu Picchu. Cada vez hay más visitantes. Salvo el parón de la pandemia y las manifestaciones violentas causadas por el breve mandato del expresidente Castillo, que ahuyentó a los turistas y dejó mal al sector, todo ha ido a mejor. De hecho, nosotros hemos sido una especie de pioneros en este tipo de atracciones”, cuenta.

El centro trabaja en colaboración con los pobladores de la comunidad de Pongobamba, dueños de la hectárea del terreno en la que hay un comedor donde la experiencia gastronómica es inolvidable. Aquí almorzamos. “La idea es crear una sinergia con los pobladores de esta localidad y que ellos también se vean beneficiados con el turismo. Ya sea directa o indirectamente, ellos también salen ganando”, explica Bedoya. El visitante puede escoger entre tres tipos de almuerzos: Pachamanca, comida cocinada debajo de la tierra y rocas calientes; Buffet Andino o Lunch. “La papa nos la proveen cien por ciento los agricultores locales. Hay una enorme cantidad de tipo de papas, las cuales están evolucionando constantemente. Si tú vas a una de las ferias agrícolas te puedes encontrar que han descubierto un nuevo tipo de papa al que ni siquiera le han puesto nombre”, añade.

Vista de un pueblo de los Andes cerca de la laguna de Piuray, en Perú.

Solo en Cusco se conocen alrededor de 1.200 de las 3.200 variedades de papa que hay en Perú. “En Urubamba se mantiene el trueque, y una campesina, una vez, llevó sus papas semicongeladas, aun con algo de pasto y hierba, y cuando las cociné con un guiso en Hawa, el restaurante del hotel, quedaron sensacionales, con un sabor delicioso que nunca en mi vida he podido probar en ninguna parte. Esta es una de las ventajas de tener cerca estas papas nativas que suelen crecer a una altitud mayor de los 2.000 metros de altura”, dice Rafael Casín que durante cuatro años fue chef ejecutivo del hotel Tambo del Inka, Resort & Spa, Valle Sagrado, en Urubamba, y que ahora está al frente de la cocina del JW Marriott Lima. “Como chef lo que me interesa es mostrarle al mundo lo deliciosas que son las papas del Cusco”.

Datos de interés

  • La aerolínea Plus Ultra ofrece vuelos a Lima desde España seis veces a la semana.
  • Latam tiene vuelos diarios de Lima a Cusco.
  • Para llegar a la laguna Piuray desde la ciudad de Cusco se puede tomar un colectivo hacia Chinchero, cuyo trayecto dura unos 50 minutos. En el pueblo de Chinchero se debe tomar un taxi o mototaxi hacia la laguna, que está apenas a 10 minutos.
  • Otra forma de llegar directamente desde Cusco es en taxi, que puede costar unos 40 euros.
  • Un tour como los que ofrece Coltur, con sede en Parú, es otra de las formas de llegar a la laguna.

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