El hotel Lewa House de Kenia, puro amor por la vida salvaje
La historia de este proyecto en una reserva natural suma tres generaciones. Este no es un lugar al uso; es un refugio de siete cabañas donde la defensa del paisaje y los animales y la hospitalidad son clave
Más que la historia de un hotel, la de Lewa House es la historia de un legado y la confirmación de un amor inquebrantable por la vida salvaje. Hablamos de un proyecto familiar que suma tres generaciones y que sigue las reglas de conservación y de respeto que implantó Delia Craig en el condado de Meru, al norte de Kenia, donde heredó unas tierras de su aventurera madre Elizabeth Cross, que sirvió como conductora de ambulancias y enfermera durante la Primera Guerra Mundial en Reino Unido. Estando en el frente, una bomba impactó en el hospital de campaña donde trabajaba calcinándole las plantas de los pies. A pesar de las heridas, Elizabeth siguió destacando por su habilidad para meter en su ambulancia a más heridos que ningún otro conductor y logró salvar tantas vidas que fue condecorada con la Medalla Militar VADs (Voluntary Aid Detachment).
Tras la guerra, su insaciable espíritu aventurero la trajo a Kenia, donde se casó con Alex Douglas y donde en 1924 tuvieron una hija: Delia Craig. La intrépida Elizabeth llegó a coincidir en Nairobi con Karen Blixen, pero para su gusto era poco inquieta. Más tarde, el matrimonio se rompió, pero Elizabeth permaneció en la zona de Timau administrando la granja Llewellyn en 1930 y 1931. En 1934 se casó con Will Powys. Al parecer, un día de 1942 llegó en un pequeño jeep conducido por ella a la granja de un vecino para tomar el té y del interior descendieron su marido, una institutriz, tres niños y sus dos amigos, un pastor y un carnero.
Menos aventurera, pero con igual sentido de la defensa del paisaje y la hospitalidad, Delia Craig creció en estas tierras entre los animales y las acacias, las auténticas raíces de Kenia, emblema de estos insólitos parajes incendiados por la luz y en cuyos atardeceres el sol, en un acto de generosidad, desangra su fuerza en el horizonte. Fue Delia quien impulsó la creación de lo que hoy es Lewa Wildlife Conservacy, reserva natural declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por ofrecer una experiencia de vida salvaje diversa y emocionante. Delia Craig pasó de ser granjera colonial a convencida conservacionista y su santuario de rinocerontes sirvió en 2010 de escenario para la proposición de matrimonio del príncipe Guillermo a Kate Middelton. “A mis abuelos les encantaba tener gente cerca y a los niños nos introducían constantemente en ese mejunje de visitantes. Desde muy joven vi cómo mi familia disfrutaba compartiendo con otras personas un lugar tan mágico”, recuerda hoy Sophie, nieta de Delia y actual propietaria del hotel Lewa House junto a su marido, el zoólogo escocés Calum Macfarlane.
Fue Sue Brown, madre de Sophie, quien puso la semilla del proyecto de hotel. Sue era guía en distintas partes de Kenia en los años setenta. Por su trabajo estaba obligada a pasar mucho tiempo lejos de Lewa. Para solventar esa melancolía, y como todo el mundo sabe lo agradable que es encontrar algo que se ha perdido, decidió seguir ejerciendo de guía pero mostrando las riquezas de su mayor tesoro: el santuario de vida salvaje de Lewa Downs. “Lewa era el rancho ganadero de la familia. Mis abuelos nos inculcaron las ideas conservacionistas: dejar espacio para la vida silvestre. Mi madre pudo volver a casa con sus padres y a su vez traer a sus invitados. Entonces se asoció con un hombre que quería hacer safaris y así transformó su hogar en un albergue”, explica.
Sophie se marchó a estudiar a Escocia y en 2012, tras un aprendizaje de cuatro años sobre gestión en un campamento de Masai Mara, regresó a Lewa con Calum. Lewa House no es un hotel al uso. Apenas hay siete habitaciones, siete cabañas o cottages en los que pueden alojar hasta cuatro personas, algunas equipadas con techos de paja, todas con terrazas y sus correspondientes vistas de las llanuras y de los animales que deambulan libremente. Ni hay televisión ni hay spa. Cada noche se cena a las 20.00 de manera comunitaria en el salón, corazón del campamento, de modo que uno no puede librarse de hablar con el vecino ni de conocer su historia y los motivos que lo han traído hasta aquí o los proyectos para el día siguiente. “Teníamos la opción de convertir esto en un hotel mucho más grande y decidimos que queríamos mantenerlo pequeño y dar a la gente una experiencia personal. Porque la filosofía es compartir, conectar a la gente con la naturaleza, con la conversación y con las comunidades, porque todos nuestros guías y todo el personal son de la zona. Esto es muy importante para nosotros”. Ningún turista se siente turista en Lewa House. “Sentamos a la gente a cenar y la conocemos mientras charlamos con ella para ofrecer una experiencia única. Al final del día, este es nuestro hogar y nuestro momento” No abundan hoy en día actividades en las que la edad no importe, pero en las cenas de Lewa House todas las edades disfrutan. La tecnología separa a las generaciones, pero en este entorno nadie se siente fuera de lugar.
Lewa Wildlife Conservancy tiene una extensión de 250 km². La reserva natural concentra una gran variedad de animales como leones, leopardos, elefantes, rinocerontes y búfalos del Cabo. Lewa alberga más del 12% de la población de rinocerontes negros de Kenia y la mayor población de cebras de Grevy del mundo (unos 350 ejemplares). Lewa House y sus alrededores despiertan sentimientos y sentidos, se oye más y mejor, se respira más y mejor, se ve más y mejor. La mente se abre. La vida salvaje se vuelve abrumadoras en este entorno con vistas al majestuoso Monte Kenia.
En el desayuno, servido en el jardín, los padres de Sophie, Sue y David Brown muestran un álbum familiar con fotos de Elizabeth y Delia. La escritora Natasha Breed publicó la novela From Ox Cart to email en la que se narran las aventuras de Delia y David Craig, su coraje, su visión y el resultado: esta extraordinaria y vasta conservación de la vida salvaje. Y es que en Lewa es el turista el que está en la jaula del jeep, y es el animal el que está libre. El día a día en Lewa consiste en subirse a un jeep con un guía local y entender el entorno, por qué el logotipo del hotel es la figura de una acacia en la que igual de importantes son las raíces como las ramas y por qué Lewa lidera el camino en la conservación del rinoceronte blanco. En el primer paseo desde el aeropuerto de Lewa hasta el hotel, uno se sorprende de la cantidad de cebras que pasan ante el jeep ―los famosos pasos de cebra― o corretean felices en las llanuras. El primer día intentará llamar a las cebras por su nombre, el tercer día les pedirá que se aparten.
Si viajar tiene algo de atravesar una puerta en busca de la inocencia perdida, esa idea se materializa en Lewa, porque no hay nada que una más a las generaciones que un safari. Este es el lugar con el que un abuelo sueña traer a su nieto. Hay antílopes, hay jirafas, hay gacelas, hay manadas de elefantes... La visión de estos animales fascina tanto a un niño de cinco años como a uno de 90. Ante los cariñosos juegos de los elefantes, ante estas puestas de sol que tiñen el confín del mundo de caramelo y naranja o ante la extensión infinita que precede a los picos del monte Kenia, el segundo más alto de África, la reacción más común es la incredulidad, seguida, claro, de la constatación de estar viviendo algo único en sentido literal.
El viajero comprobará, sobre todo, la curiosidad de los elefantes, que a menudo se acercan hasta el jeep y se asoman a ver qué pasa. Entenderá que los animales observan tanto como nosotros a ellos. También asistirá a su baño matutino, viendo cómo la trompa recoge y esparce el agua de un lago por el cuerpo mientras gritan de placer, o verá a un rinoceronte bebé mamando de la madre a menos de 30 metros. “Lo más divertido de la vida salvaje es que nunca sabes lo que va a suceder. Siempre dicen que la primera regla del safari es que los animales no leen libros. Tú puedes leer un libro sobre el comportamiento animal y luego no es así, claro que no es así... por eso no hay que salir del coche y si se sale, la primera regla es no correr”, insiste Calum.
El paisaje de Lewa no desafía a nada ni a nadie, se muestra sin más con su naturalidad y sus acacias. Hoteles como este corrigen la escala que uno tenía del mundo, pues aquí se entiende que siempre puede ser más ancho y enigmático. Por eso, al volver a casa tras una semana en Lewa House, uno siente el significado real de la palabra “desorientación”.
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