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24 horas en Montpellier, la ciudad de eterno ambiente juvenil donde querrás parar el tiempo

En la villa del sur de Francia la inspiración clásica convive con moderna arquitectura y una intensa vida cultural. Un recorrido entre ‘brasseries‘, la universidad de Nostradamus, museos, zonas verdes y una excursión final hasta la playa en tranvía

Montpellier Francia
La Place de la Comédie de Montpellier con la fuente de las Tres Gracias y el edificio conocido como Le Scaphandrier.Alamy Stock Photo

Con el tiempo, Montpellier se ha convertido en una ciudad multidisciplinar. Un señuelo para migrantes y turistas que acuden a ella en busca de estudios, actividades culturales o, sencillamente, de un modo de vida más tranquilo y asequible. Sus universidades, museos, zonas verdes, incluso las manifestaciones de arte urbano o las serias intervenciones de arquitectura moderna conceden a esta villa del sur de Francia (es la octava más grande del país) un halo de frescura, desenfado y contrastes.

Su vida en la calle y el eterno ambiente juvenil la hacen una ciudad joven, donde casi la mitad de sus 272.000 almas no sobrepasa los 35 años. Descubrirla a pie es un placer que invita a no desprenderse de la rara sensación del déjà vu, por disponer de casi todo lo ya visto. Es lo que se diría una ciudad casi perfecta, en la que uno ya hubiera estado o, deseándola, la hubiera soñado a ratos.

9.30 Una de ópera

La Place de la Comédie, centro neurálgico de Montpellier, con el edificio de la Orquesta Nacional de Ópera.
La Place de la Comédie, centro neurálgico de Montpellier, con el edificio de la Orquesta Nacional de Ópera.Alamy Stock Photo

Para tomar conciencia, conviene iniciar el recorrido situándose en La Place de la Comédie, centro neurálgico de Montpellier. Al frente, la Orquesta Nacional de Ópera (1) es un edificio decimonónico que luce una imponente fachada de estilo italiano y acoge un auditorio y la deliciosa Sala Molière para recitales. Es fiel testigo de la animada vida cultural de la ciudad, situada en la nueva región de Occitania (resultante de la fusión del Languedoc-Rosellón y Mediodía-Pirineos en 2014). Edificaciones de postín, brasseries y comercios donde pagar hasta un sello con carte bleue —la tarjeta de crédito— cierran el círculo y conviven en armonía mientras late el inevitable sentimiento de la grandeur, el vuelco interior que produce casi cualquier ciudad francesa. La fuente de las Tres Gracias, hijas de Zeus, se erige en el centro de la plaza y es el símbolo de Montpellier. Conviene sentarse a tomar un crêpe y contemplar la estampa entre el mestizo gentío, fruto de oleadas de inmigración.

A un lado, pasa sinuoso el tranvía. La penúltima modernez ha sido pintar sus cuatro líneas de multicolor, noble tarea para diseñadores como Christian Lacroix. Permite desplazarse, incluso con la bicicleta a cuestas, por sus 84 paradas y 56 kilómetros de carriles. Por suerte, alguno arriba a las playas y los célebres étangs o marismas mediterráneas, a unos 10 kilómetros de la ciudad.

10.00 La torre medieval

Uno de los coloridos tranvías de la ciudad francesa pasa frente a la Torre de la Babote, construida en el siglo XII.
Uno de los coloridos tranvías de la ciudad francesa pasa frente a la Torre de la Babote, construida en el siglo XII. Alamy Stock Photo

Siguiendo aún el recorrido urbano y tomando una calle lateral, es posible deambular por la Explanada Charles de Gaulle (2), una arbolada avenida que conduce al Museo Fabre (3). François-Xavier Fabre (1766-1837) fue un pintor francés que en 1828 donó sus obras de temas históricos para abrir este museo. En su colección hay firmas de Rubens, Bernini, Zurbarán, Monet o Degas; esculturas, cerámicas y ni un ilustre retrato de mujer. Más allá, se erige Le Corum (4), el Palacio de Congresos, alter ego del de la Ópera y un imán para los negocios en una ciudad volcada en los servicios, con relativo bajo nivel de paro.

El montpellerino es afable y amante de la estética por naturaleza, como fue Jean Legrand, autor contemporáneo y creador del sensorialismo, un movimiento literario. Algo de eso late en la mediterránea Montpellier. La sensación de calme invita a sentarse en algún banco de los que ya no abundan y ojear el mapa urbano, donde es posible reseñar hasta un centenar de edificaciones históricas, un puñado de establecimientos con encanto y otro de nuevas obras arquitectónicas. Pero antes de adentrarse en el casco antiguo conviene divisar la Torre de la Babote (17, Bd. L´Observatoire) (5), del siglo XII, fiel vestigio del pasado fortificado. Al otro lado, en Saint-Roch, queda la estación de autobuses y tren.

12.30 Con Nostradamus

Situada sobre el golfo de León, y regada por el corto río Lez, Montpellier es una ciudad creada en el siglo VIII sobre una colina, tras las romanas de Béziers, Nimes o Carcasona. Tuvo su origen en la vecina Magalona, fue feudo de los hugonotes y perteneció a las coronas de Aragón y Mallorca hasta recuperarla Felipe VI, primer rey Valois de la dinastía de los Capetos.

Facultad de Medicina de la Universidad de Montpellier, la más antigua del mundo y donde se siguen impartiendo clases.
Facultad de Medicina de la Universidad de Montpellier, la más antigua del mundo y donde se siguen impartiendo clases. Alamy Stock Photo

El túnel del tiempo nos conduce al centro histórico o L’Écusson, en forma de escudo, y la célebre Facultad de Medicina (6), de las más antiguas del mundo (existe desde el siglo XII) y donde estudió el visionario Nostradamus. Tres universidades pueblan la ciudad y sus alumnos, los parques y jardines. Cerca quedan la catedral de San Pedro (7), con sus torres cónicas, y el exótico Jardin des Plantes.

El restaurante con estrella Michelin Jardin des Sens, en la Place de la Canourgue.
El restaurante con estrella Michelin Jardin des Sens, en la Place de la Canourgue. Jerome MONDIERE

13.00 Juguetes y chocolates

Las callejuelas de L’Écusson recuerdan al Born barcelonés. Por ellas se disfrutan clásicos patios, bâtiments y plazuelas francesas. De obligada visita es el Hôtel de Varennes (2. Pl. Pétrarque) (8), un edificio cultural de corte medieval restaurado y con salas góticas como la de Petrarca. Acoge la universidad de mayores y el tradicional Museo Fougau. También es posible perderse en el Mikvé (9), el barrio judío, único en su género. En sus alrededores conviene detenerse en la juguetería clásica Pomme de Reinette (33 L´Aiguillerie) o deleitarse con los chocolates de Thierry Papereux (8 Saint Paul), frente a la iglesia de Saint-Roch (10).

Para almorzar, hay bistrots típicos y luego están las delicias libanesas de L´Autre Sud (26 Rue des Étuves). A quien no le importe gastar dinero en planes gastronómicos puede acercarse al restaurante con estrella Michelin Jardin des Sens, en la bonita Place de la Canourgue (11), de los gemelos Pourcel. Tras la parada y fonda, ponemos rumbo a la avenida principal, con el gran Arco del Triunfo (12) y, detrás, la plaza Real de Peyrou, un noble parque-mirador con 360 grados de panorámica. Allá abajo, el acueducto de Saint-Clément (13) recuerda haber abastecido de agua la ciudad en el siglo XVIII.

15.30 Arquitectura singular

También nuevos arquitectos y diseñadores han dejado improntas a orillas del Lez. Pionero fue el Antigone (14), el controvertido y monumental barrio neoclásico que Ricardo Bofill proyectó en los años setenta del pasado siglo como extensión del centro histórico, que dejamos atrás atravesando el centro comercial Polygone (15). Este inconmensurable eje peatonal acoge tiendas de lujo, viviendas, una piscina y la Mediateca Émile Zola (16), del arquitecto y urbanista Paul Chemetov, un delirio de estructuras y nuevos materiales.

El nuevo Ayuntamiento de Montpellier en el distrito de Port Marianne, un proyecto del arquitecto Jean Nouvel.
El nuevo Ayuntamiento de Montpellier en el distrito de Port Marianne, un proyecto del arquitecto Jean Nouvel.Alamy Stock Photo

Cruzando el río llegamos a Port Marianne, la más exclusiva zona residencial, donde divisar el Hôtel de Ville —el nuevo Ayuntamiento— (17), proyecto del reconocido arquitecto Jean Nouvel. Un cubo azul de aluminio, joya de la corona para los amantes de la arquitectura. Allí también proyectó RBC (18), un moderno mercado con objetos de diseño, y cerca queda la elitista instalación deportiva de Philippe Starck La Nube (19), un globo de plástico EFT. La fallecida Zaha Hadid firmó Pierresvives, ya en las afueras de la ciudad.

El elitista complejo deportivo La Nube, diseñado por Philippe Starck.
El elitista complejo deportivo La Nube, diseñado por Philippe Starck.Alamy Stock Photo

18.00 Rumbo a la playa

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La línea 3 del tranvía lleva en aproximadamente una hora hasta la localidad de Pérols. Engancharlo en una escapada rápida permitirá llegar a la playa y sus zonas recreativas de street workout. Más al sur, La Grande-Motte (20) es la ciudad de vacaciones que Jean Balladur proyectó en 1967, con residencias en forma de epatantes pirámides aztecas y un exclusivo puerto deportivo. De gran belleza es Le Grau-du-Roi —a media hora en coche desde Montpellier—, con su puerto pesquero, y el parque natural regional de Port-Camargue (21), hacia la desembocadura del Ródano.

El puerto pesquero Le Grau-du-Roi, a media hora en coche desde Montpellier.
El puerto pesquero Le Grau-du-Roi, a media hora en coche desde Montpellier.Fontaine Gael (Getty Images/iStockphoto)

De regreso a Montpellier, es buena idea detenerse en Port Marianne para una cena ligera en La Kitchenette (40 A. Giacometti), un local de cocina-fusión francesa y oriental con terraza, cerca del quartier Jardin de La Lironde (22), de Christian de Portzamparc. El día otoñal puede cerrar con un vino de los viñedos del Languedoc, con denominación de origen y 30 tipos de uva; syrah, cournoise, cinsault… Cae la tarde y despierta un anhelo: parar el reloj del tiempo.

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