Llanes, hitos geológicos, sidra y salitre
Un paseo por 'Los cubos de la memoria' del espigón, una insólita playa aislada del feroz oleaje del Cantábrico, bufones como géiseres y, para comer, cachopos XXL en la villa asturiana
A Llanes, villa y concejo del Oriente de Asturias, todo el mundo viene en verano porque atesora docenas de playas y calas bellísimas, auténticas obras de arte esculpidas por el (mal) genio del mar en los acantilados de roca caliza. Conviene evitar esa época para ver con calma las propias playas y los bufones donde el oleaje comprimido forma chimeneas de agua de muchos metros de altura. Veremos también pinturas prehistóricas, murallas medievales, casas de indianos… Y, sobre todo, lugares de cine: aquí se han rodado 22 películas, nada menos.
9.00. Hormigón multicolor
¿Algo típico para desayunar? Las llaniscas de almendra de la Confitería Vega, casa fundada en 1950 a pocos pasos del puerto. Muy cerca, en la antigua lonja de pescado, está la oficina de turismo (1) (985 40 01 64). Cruzando la pasarela peatonal que hay al lado, nos adentramos en un casco antiguo de calles bien empedradas que huelen a sidra y a salitre, acurrucadas junto a la basílica de Santa María del Concejo (2), un templo gótico, cosa rara en Asturias. Llanes conserva un buen pedazo de muralla medieval, de unos 300 metros de longitud, justo detrás de la playa del Sablón. Al norte de esta arranca el paseo marítimo de San Pedro (3), de hierba, que discurre un kilómetro por el borde de los acantilados. Al sur, enseguida se descubre el espigón del puerto, cuyos bloques de hormigón lucen flores y otros alegres motivos pintados por Agustín Ibarrola: Los cubos de la memoria, se titula la obra. Vale la pena alargar el paseo 10 minutos para ver al sur de la villa el palacio de Partarríu (4), la casona de indianos donde se rodó, entre otras películas, El orfanato, de Juan Antonio Bayona.
11.00. Los pies del guerrero
A ocho kilómetros de la villa, en Puertas de Vidiago, se encuentra el vestigio prehistórico más impactante del concejo de Llanes: el Ídolo de Peña Tú (5). En un abrigo rocoso orientado al este se reconoce, entre otras, la figura de un hombrecillo envuelto en túnicas y mantos al que solo se le ven los ojos y los pies, y que se cree que fue un gran guerrero o jefe de una tribu. A su derecha, grabado en la roca, hay un puñal que facilita la datación del conjunto hacia el año 3.000 antes de Cristo. Y alrededor de la peña, 56 túmulos indican que este fue un monumento mortuorio y un lugar habitual de enterramientos, incluido el del hombrecillo. Desde el aula didáctica de Peña Tú (ahora cerrada), hay que andar 900 metros por el campo.
13.00. Gaviotas y paíños
Volviendo a la villa de Llanes, nos desviaremos hacia Andrín para conocer la playa de Ballota (6), la más espectacular del concejo. Desde el mirador de la Boriza, en lo alto, entre esta playa y la de Andrín se divisan de maravilla su concha acantilada de 300 metros y, justo enfrente, el islote de Castro Ballota, con su corte celestial de gaviotas y paíños. En la punta occidental de la playa hay un famoso bufón, una chimenea natural que escupe el agua que introduce en ella el oleaje hasta 40 metros de altura.
14.30. Fabada con pantruque
Los caracoles en salsa de la abuela, el revuelto de oricios y gambas, los tortos con huevos y picadillo, y la fabada con pantruque casero son cuatro buenas razones para quedarse a comer en la sidrería Casa El Rubiu (7), en Vidiago. La taberna marinera El Bálamu (8) (985 41 36 06), en el puerto de Llanes, es otro acierto. Por sus ventanales se ve el origen de lo que se come.
16.30. A espaldas del Cantábrico
En Naves, a 15 kilómetros de Llanes, se esconde la playa de Gulpiyuri (9). No hay otra igual en España porque no está en la orilla, sino tierra adentro, en una hondonada donde el mar no se ve, pero cuyas aguas se filtran a través de las rocas formando una poza cristalina. Fuera, el Cantábrico ruge. Dentro, calma total. En realidad es una torca, una depresión de origen kárstico que se inunda cuando sube la marea. Otro prodigio geológico es el Bramadoriu de Llames (10), en Llames de Pría, un campo de bufones y acantilados que con mar enrabietado ofrece un espectáculo estremecedor: aquí y allá surgen chorros como géiseres cuyos bufidos se oyen a kilómetros. Para los lugareños, los bufones son como barómetros, anuncian el mal tiempo. “Cuando sientas sonar el pozo Pría”, dicen, “coge leña para otro día”.
18.00. Atardecer ribereño
Con los ultimísimos rayos de sol nos acercaremos a Niembro (11) para admirar su cementerio ribereño. Está en un meandro arenoso de la ría de Barro, que la marea alta desborda cada seis horas, dándole a este campo de cruces un aire espectral, de nao fantasma. Y, para volver al día siguiente, a un par de kilómetros del cementerio hay otra playa alucinante, Torimbia.
21.00. Cena en el chigre
Si somos tragones y queremos ahorrar, cenaremos en la sidrería El Antoju (12) (984 08 96 41), un chigre en plena calle Mayor cuyo fuerte es el cachopo XXL con gran variedad de rellenos (muy rico también su pulpo a la brasa). Si no, reservaremos en El Retiro (13), restaurante con una estrella Michelin en Pancar, a las afueras de Llanes, donde Ricardo González Sotres elabora una cocina asturiana actual, con mucha textura, emulsión, tartar, caviar, foie y trufa.
23.00. Un pueblo de hotelitos cucos
La Pereda (14), a tres kilómetros de Llanes, es una aldea de solo 49 habitantes, pero con una densidad alarmante de hotelitos cucos. Allí están El Habana, La Posada de Babel, La QuintaEsencia, Caeaclaveles y, el mejor de todos, Arpa de Hierba, donde Patricia y Luis miman al huésped. Destacan su decoración, con papeles pintados ingleses y muebles de inspiración francesa, y sus superdesayunos: zumos recién exprimidos, hogazas humeantes, huevos, quesos, embutidos, crepes, bizcochos caseros…
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.