Nantucket no olvida a Moby Dick
Cuando se cumplen 200 años del naufragio del 'Essex', la pequeña isla de Massachusetts celebra a su tripulación y al escritor Herman Melville
El 20 de noviembre de 1820, el Essex, un ballenero que había zarpado desde el puerto de Nantucket (Estados Unidos) el 12 de agosto de 1819, fue atacado por un gigantesco cachalote. El ataque fue tan feroz que el barco quedó completamente destrozado y la mayoría de la tripulación murió. Los que no lo hicieron a mar abierto, lo hicieron de hambre. Se registraron casos de canibalismo y, durante un tiempo, los periódicos de todo el país no hablaron de otra cosa. El testimonio del primer oficial, Owen Chase, que volvió a su pueblo y escribió un libro sobre el suceso, fue la gran inspiración para una de las novelas de aventuras más famosas de todos los tiempos: Moby Dick (1851), de Herman Melville.
Nantucket celebra a Chase, a su tripulación y (por qué no decirlo) al enloquecido cachalote cuando se cumplen 200 años del desastre, pero no porque el marino sea un tipo célebre, sino porque su relato, y la propia tragedia del Essex, convirtieron a esta isla en un lugar de leyenda, una suerte de Shangri-La para los amantes de la historia y la literatura. Durante años, esta pequeña población frente a la costa este de Estados Unidos vivió de espaldas a Melville, Moby Dick y a los peregrinos de la tinta, pero algo ha empezado a cambiar y ahora muchos han descubierto la fuerza del turismo que busca algo más que una cama caliente y una cerveza fría.
El autor del clásico visitó la isla después de escribir la obra y se quedó en una posada llamada Ocean House. Obviamente, los tiempos han cambiado y la Ocean House es ahora la Jared Coffin House, y también debería ser la primera parada del visitante de este pueblo del Estado de Massachusetts. Este mismo año el hotel (de lujo) presentaba sus nuevas habitaciones, todas ellas bautizadas en honor a los grandes nombres de la historia ballenera, un tributo significativo ahora que el pueblo ya no alberga balleneros, ni se dedica a la pesca, ni tampoco al carbón. La Jared Coffin House, con sus aires de mansión victoriana y su arquitectura de corte clásico, es un sitio espléndido para quedarse unos días en Nantucket y disfrutar del mar embravecido, la brisa impetuosa y la maravillosa tranquilidad de un lugar en el que no apetece mirar el reloj. También es un buen sitio para ponerse en situación o leer (de nuevo o por primera vez) Moby Dick, porque el viaje empieza justo ahí.
Guía práctica
Delante, a tan solo unos pasos, en Centre Street se encuentra el hogar del capitán Pollard, el que fuera líder (y también superviviente) del Essex y que se reunió con Melville justo después de que este terminara su novela. Es fácil imaginar aquella conversación cuando uno pisa el lugar, que conserva mucho de su encanto en el ya lejano siglo XIX.
Y desde allí, uno puede dirigirse a Sconset, al este de la isla. Melville hizo el camino a caballo y estableció la tradición del paseo: entre casas de techos rosados, se puede recorrer el que los locales llaman Cliff Walk o Bluff Walk. A un lado se alzan las olas y el sonido del Atlántico; al otro, las viviendas, que parecen haber sido congeladas en el tiempo. En Nantucket hay más de 800 casas cuya fecha de construcción es anterior a la guerra civil de Estados Unidos, algo inédito en la historia del país y que la convierte en una rara avis. La oficina de turismo organiza tours para poder disfrutar de esa visión de la localidad, recorriendo algunos de esos edificios a un ritmo local (entiéndase, calmado) para detenerse en casa del citado Owen Chase. Allí, en el número 74 de la calle Orange, puede visitarse la estancia en la que el primer oficial escribió su testimonio del encuentro con el monstruo.
Entre cachalotes descomunales
Si uno desea empezar la visita al pueblo de un modo más ortodoxo, nada como el Whaling Museum. Este museo ballenero alberga un auténtico tesoro y puede presumir de ser uno de los más singulares del mundo: descomunales esqueletos de cetáceos, herramientas de todo tipo y cuadros comparten un espacio bien articulado, que no agobia al peatón. Un museo precioso, que vale la pena aunque no se tenga interés por las ballenas, los cachalotes o la vida marina.
Desde allí, es buena idea —por reseguir los pasos de Melville en Nantucket— visitar el hogar de Thomas Macy, hijo de Obed Macy, que escribió la historia de la localidad en 1835 y en cuyas páginas encontró Melville las claves para describir la atmósfera del pueblo. El escritor se reunió con su hijo porque el padre había fallecido en 1844 y Melville pasó por Nantucket en 1852, así que el encuentro entre historiador y novelista se tornó imposible; este decidió que valía la pena encontrarse con un Macy, aunque no fuera el original. Cenaron en casa de Thomas y por eso la vivienda está considerada una parte importante de la experiencia cuando se transita por sus calles en busca de la sombra de Moby Dick.
Para el final, dos de los lugares más atmosféricos de Nantucket, que dan una idea bastante exacta de por qué vale tanto la pena acercarse a este enclave, a 50 kilómetros al sur de Cape Cod y de apenas 12.000 habitantes. El faro Sankaty, con su patrón de rayas blancas y rojas, fue uno de los lugares favoritos de Melville. También el Nantucket Boat Basin, muelle desde el que zarpó el Essex en 1819 y que en los tiempos de gran actividad ballenera alineaba hasta dos docenas de barcos. Hoy es un área de shopping con tiendas y galerías de arte por la que distraerse un buen rato antes de volver al mar y a las ballenas.
Las aguas de Nantucket eran tan peligrosas (por la cantidad de escollos) y los marineros que las navegaban debían ser tan experimentados que la localidad cuenta hasta con un museo dedicado a los naufragios: el Nantucket Shipwreck & Lifesaving Museum. Allí uno descubre que entre 1895 y 1980 más de 3.000 embarcaciones que navegaban entre Cape Cod, Martha’s Vineyard y Nantucket fueron a parar al fondo marino. Después, es inevitable acercarse al océano y escuchar su rugido: un recordatorio poético de que el mar sigue siendo un señor de humor cambiante.
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