Ocho exóticos paisajes de dunas (sin salir de España)
Hipnóticos escenarios de mar y arena como el que rodea al faro del Fangar, en el delta del Ebro, y el minidesierto canario de Corralejo, en Fuerteventura
Asociamos las dunas con destinos exóticos y nativos con turbante, pero en Galicia y Cantabria, por ejemplo, también las veremos. He aquí ocho espacios naturales españoles donde las dunas son protagonistas. Debemos pasear por ellas respetando los caminos señalizados y las advertencias, porque son entornos muy frágiles y en sus arenas anidan especies protegidas. En caso de duda, las admiraremos a distancia, tumbados al borde del mar. En verano, las dunas arden. Mejor visitarlas en cualquier otra estación.
Liencres (Cantabria)
Uno esperaría hallar en la desembocadura del estuario del Pas montañas de sobaos y quesadas, productos típicos pasiegos, nunca de arena. Al poeta Gerardo Diego le ponía triste y alegre este extraño paisaje, amarillo aquí y verde poco más allá. “La tristeza de las dunas, / que el mar y el viento moldean (…) / Y a la vuelta está el idilio. / La ría, el bosque, la huerta”. El complejo de dunas de Liencres, declarado parque natural en 1986, es el más extenso de la costa cantábrica, con una superficie de 194 hectáreas, que también abarca un bosque de pinos marítimos. La playa de Valdearenas permite pasear un kilómetro y medio viendo a un lado las altas dunas y, al otro, las altas olas, perfectas para surfear.
Maspalomas (Gran Canaria)
Otro paisaje que pone alegre y triste al mismo tiempo es el de las dunas de Maspalomas, en la punta sur de la isla de Gran Canaria. Aunque es un formidable mar de arena de 403 hectáreas, con elevaciones de hasta 12 metros de altura, es insignificante comparado con el océano de hoteles que lo rodea, que es el verdadero desierto, por mucha gente que lo habite. De hecho, el acceso principal, el centro de interpretación y el mejor mirador de este espacio natural se hallan en el hotel Riu Palace. Caminando entre las dunas por un sendero señalizado se llega en 20 minutos a la playa de Maspalomas. En su extremo oeste, junto a las primeras casas, está la Charca de Maspalomas, donde se pueden ver garzas reales, águilas pescadoras, halcones de Berbería y otras 21 especies de aves.
Punta del Fangar (Tarragona)
El delta del Ebro es el segundo mayor humedal de España: 330 kilómetros cuadrados de arrozales, lagunas donde bullen 325 especies de aves y playas vírgenes como la de la Marquesa, en Deltebre. Caminando una hora por ella, hacia el norte, se llega al faro del Fangar, en medio de una gran península (de unos seis kilómetros de largo y tres de anchura máxima), rodeado de dunas y espejismos. Al verlo uno se percata y acongoja de lo enorme que es el delta y de la fuerza titánica del Ebro, que ha arrastrado hasta aquí tal montón de tierra. Los únicos que visitan esta remota punta son los charranes, los limícolas y los bañistas solitarios.
Playa de Bolonia (Cádiz)
Esta playa del municipio de Tarifa envicia: 3.800 metros de arenas blancas lamidas por un mar turquesa, una majestuosa duna y, como telón de fondo, las ruinas de la ciudad pesquera romana de Baelo Claudia. La duna, que está declarada monumento natural, se levanta a más de 30 metros de altura y se alarga unos 200 metros de ancho e, impulsada por el levante, avanza lenta tierra adentro, enterrando poco a poco a los pinos piñoneros. Los que sí avanzan raudos aquí con los vientos del Estrecho son los windsurfistas.
Arenal de Mónsul (Almería)
El viento que azota 250 días al año el parque natural del Cabo de Gata, en la esquina suroriental de la Península, ha formado una duna móvil de 50 metros de altura en la playa de Mónsul, a cinco kilómetros de la localidad de San José. Al pie de esta montaña volandera, en la misma orilla del mar se yergue La Peineta, que es como una ola de lava petrificada, un tsunami de cenizas y basalto. Las olas del Mediterráneo desmigajan sin cesar las rocas volcánicas de los acantilados que rodean esta playa del primer día del mundo. Los dioses Eolo, Vulcano y Neptuno continúan dando aquí los últimos retoques a su obra maestra.
Corrubedo (A Coruña)
Entre la ría de Arousa y la de Muros-Noia, se halla el Complexo Dunar de Corrubedo e Lagoas de Carregal e Vixán. Las lagunas, una dulce y otra salada, son un imán para zarapitos, cercetas, patos cuchara, correlimos, chorlitejos… Pero la estrella de este espacio natural es la enorme duna móvil que se alza tras la playa de A Ladeira. Tiene un kilómetro de longitud, 250 metros de anchura y 20 de altura. Tampoco son pequeñas las capturas que se descargan en el cercano puerto de Ribeira, el más importante de pesca de bajura en España. Algunos congrios llegan a pesar 30 kilos.
Doñana y Mazagón (Huelva)
Existen tres imágenes imborrables de Doñana: la marisma atiborrada de pájaros, los linces jugando al escondite en la vera y las dunas que avanzan desde una playa casi infinita, acorralando a los pinos piñoneros. Para ver este último entorno hay un sendero de dunas de 1,5 kilómetros de recorrido sobre pasarelas de madera que nace y muere en el extremo oriental de Matalascañas. En el otro extremo, lo que espera es un parque de dunas donde se puede pasear en dromedario con Aires Africanos (airesafricanos.com). Y más allá, entre Matalascañas y Mazagón, aguardan 25 kilómetros de playas bordadas de acantilados amarillos (antiguas dunas solidificadas) y árboles singulares, como el monstruoso pino piñonero del Parador.
Corralejo (Fuerteventura)
En el noreste de Fuerteventura, a tiro de piedra de la isla de Lobos, se halla el parque natural de Corralejo, una franja costera de 2,5 kilómetros de anchura y 10,5 de longitud que alberga el mayor campo de dunas de las islas Canarias. Y también el más accesible, porque lo atraviesa de norte a sur la carretera litoral que une la población del mismo nombre con la capital isleña, Puerto del Rosario. Junto a Corralejo se contempla un mar de arenas blancas bañado por otro de aguas turquesas. No olvidar el bañador. En el sur del parque natural, en cambio, observaremos cerros cónicos marrones y colorados, con las faldas arrugadas. Es decir, volcanes. Como Montaña Roja, de 300 metros de altura. No olvidar la botas.
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