The One Barcelona, un puzzle de ambientes

A través de la marca The One, el único, la cadena hotelera H10 se ha estrenado con sus diseños de gran lujo en el cogollo del Eixample barcelonés. Concretamente, en la intersección de las calles de Pau Claris y Provença, donde el arbolado se vuelve más incidental y el aire aspira a ordenarse en el sentido del tráfico. Este rigor escenográfico exigía al mismo tiempo que alguien pusiera mesura en el tratamiento interior de los mármoles, los espejos y las ornamentaciones doradas, siempre tan amenazantes para el buen gusto de un hotel tan preclaro. Con acertado criterio, Jaime Beriestain ha firmado el interiorismo de este exigente puzle ambiental, donde la urdimbre decorativa vuelve simple lo complejo, sobrio el mobiliario noble y exquisitos los menesteres domésticos.

Cualquiera de sus 88 habitaciones nos aproxima a la misma conclusión. El sello de Beriestain, que tiene su estudio-tienda al otro lado de la calle, agranda visualmente los espacios donde se instala la cama —enorme la matrimonial—, la mesa camilla o la biblioteca esencial, la terraza con tumbonas —en el caso de las habitaciones de categoría superior— o las cristaleras de techo a suelo para admirar los tejados de la ciudad.

Panorámico, a su manera, es el sentido hospitalario que ejerce el máximo responsable del hotel, Vincent Studer, curtido en las aulas imperiales de la École Hôtelière de Lausana. El equipo acompaña al huésped por unas instalaciones tan discretas como inextricables. Desde el luminoso atrio de cristal hasta la zona de aguas y masajes, pasando por salones y corredores exornados de arreglos florales y vistosas obras del artista chileno Fernando Prats. A pie de calle, asesorado por el chef Miguel Muñoz, el restaurante El Somni ofrece productos de proximidad y postres difíciles de olvidar. Su extensión es el Cocktail & Wine Bar.

Pero el lugar más excitante, como es previsible, se acomoda en la azotea del hotel. Ahí aparece el Mood Rooftop Bar, donde se come y se cena con cierto regusto informal las especialidades más notorias de la dieta mediterránea. Unas veces, protegidos tras las grandes cristaleras que cierran el ático. Otras veces, al aire libre que permite gozar más intensamente del Mediterráneo. Y, sí, con una panorámica más osada de la Sagrada Familia y los tejados de Barcelona.