12 pueblos preciosos con nieve
De Piornedo, en la sierra de los Ancares, a Capileira, en la Alpujarra granadina, localidades que lucen especialmente cuando se tiñen de blanco
Piornedo (Lugo)
La pequeña aldea de Piornedo, municipio de Cervantes, provincia de Lugo, está declarada conjunto histórico-artístico y atesora los elementos más distintivos de la arquitectura de los pueblos de alta montaña de Los Ancares: pallozas (viviendas prerromanas habitadas hasta hace poco, con techumbre vegetal, que también servían como establo y granero), hórreos, alpendres. De su conjunto de casas destacan algunas que se han restaurado como museos, y se pueden visitar, como la Casa do Sesto. La localidad se alza en lo alto del valle que forma el Rego Veiga Cimeira, y de ella parten varias rutas de senderismo.
Benasque (Huesca)
La parte antigua de Benasque funde a blanco cuando llega el invierno y las primeras nevadas alcanzan la plaza Mayor y la del Ayuntamiento (con ejemplos de arquitectura popular pirenaica como casa Faure), la iglesia de Santa María, la casa Juste o el palacio de los condes de Ribagorza. La capital histórica del valle homónimo, situado en pleno Pirineo aragonés, es un importante foco turístico de montaña y nieve: su término municipal incluye el pueblo y la estación de esquí de Cerler, así como parte del parque natural Posets-Maladeta, con varias cumbres que superan los 3.000 metros de altitud, entre ellas la del Aneto.
Rascafría (Comunidad de Madrid)
Al bosque de Finlandia de Rascafría se llega por el puente del Perdón, a través del Camino del Papel, llamado así porque conduce al molino de papel en el que los monjes de Santa María de El Paular (uno de los más importantes de la sierra Norte de Madrid) fabricaban hojas. Hasta alcanzar un embarcadero en el río Lozoya, flanqueado por abetos, chopos y abedules, junto a una caseta de madera que, en su día, se utilizó como sauna. Los paisajes naturales son un punto fuerte de este municipio situado en el valle del Lozoya, que conserva la arquitectura popular propia de la sierra de Guadarrama y atesora en su término municipal el parque nacional de la Sierra de Guadarrama y el parque natural de Peñalara.
Bulnes (Asturias)
Hasta que abrió el controvertido funicular en 2001, a Bulnes solo se podía acceder mediante un sendero tallado en las rocas. No hay carretera para tráfico rodado, lo que ha provocado que esta parroquia del concejo asturiano de Cabrales, en el corazón de los Picos de Europa, se haya mantenido, hasta no hace mucho, aislada y desconocida para el gran público. No así para los alpinistas, puesto que es la antesala del famoso Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes). Ahora está considerado uno de los pueblos más famosos de los Picos de Europa, y su impresionante ubicación –se encuentra encerrado en un cerco de imponentes montañas–, atrae a cada vez más visitantes.
Isaba (Navarra)
Una villa noble y señorial bañada por las aguas del río Esca y rodeada de agrestes montañas al norte del valle pirenaico del Roncal, a los pies del valle de Belagua. Isaba luce calles estrechas, casas de piedra y madera con tejados a dos y a cuatro aguas “para evitar que la nieve se deposite en ellos”, explica la oficina de turismo de Navarra. Y, presidiendo el paisaje urbano, la iglesia-fortaleza de San Cipriano, del siglo XVI. En el escudo de la fuente Uturrotx aparece labrada la historia del valle, que se conoce en profundidad visitando su Casa de la Memoria. Desde la localidad parten pistas de esquí de fondo.
La Alberca (Salamanca)
Cuenta la leyenda que todos los días del año, llueva o nieve, la moza de las ánimas sale a la calle cuando llega el crepúsculo tañendo una campana y llamando a los vecinos a la oración por las ánimas del purgatorio. Es una de las tradiciones más arraigadas de La Alberca, en la salmantina sierra de Francia, a 1.048 metros de altitud, que impresiona a los visitantes por su arquitectura popular en piedra y entramados de madera de formas geométricas. Cada planta sobresale de la inferior, de manera que los aleros de los tejados de las casas casi se tocan con los de enfrente, provocando un peculiar juego de luces y sombras en las calles.
Frías (Burgos)
El castillo cuyos orígenes se remontan al siglo X, encaramado sobre un peñón, ejerce de guinda del pastel de “exquisito sabor medieval”, según resalta su ayuntamiento, que es Frías, la ciudad más pequeña de España. Un pastel delicioso levantado a 73 kilómetros de Burgos que en invierno es frecuente ver de blanco, como espolvoreado de azúcar glass. Mantiene su núcleo urbano original, declarado conjunto histórico artístico, del que destacan las casas colgadas (de toba y madera), el puente medieval, sobre el Ebro, de origen romano y reconstruido varias veces durante la Edad Media, las puertas y murallas, la iglesia de san Vitores.
Capileira (Granada)
Hemos elegido Capileira, miembro de la Asociación de los Pueblos más Bonitos de España, vigilado por el Mulhacén y el Veleta. Pero hay quien prefiere a sus vecinos Pampaneira o Bubión. Las tres localidades se ubican en un pañuelo de arquitectura popular alpujarreña que forma parte del conjunto histórico del barranco de Poqueira, y de sierra Nevada, en Granada. Capileira presume de sus tres barrios de casas blancas y tejados planos, que flanquean calles empinadas y zigzagueantes. Hay miradores muy recomendables para maravillarse de un paisaje que se torna blanco en invierno: el Tajo del Diablo, sobre la vertical de Pampaneira; el del Perchel; el de la Junta de los Ríos, en el extremo sur de la vertiente izquierda del barranco.
Arties (Lleida)
A siete kilómetros de la estación de esquí de Baqueira Beret y a otros tantos de Vielha se alza Arties, encantador pueblo del Valle de Arán, en el Pirineo catalán, en la provincia de Lleida. Recomendable visitar su plaza principal, con un monumento conmemorativo a la vaca, las iglesias de san Joan y santa María. Y luego dar un paseo por la ribera de Valarties, al final del núcleo urbano: tiene rincones únicos, está dominada por el pico Montardo (de 2.833 metros de altura) y conduce a una de las entradas a la vertiente aranesa del parque nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici.
Morella (Castellón)
Morella, al norte de la provincia de Castellón, limítrofe con Teruel, tiene un clima mediterráneo de alta montaña, lo que se traduce en veranos frescos e inviernos con abundancia de nieve. Sobre su castillo, una de las fortalezas más imponentes del Mediterráneo, que, como dicen sus autoridades turísticas, “domina un océano de montañas”. Sobre el palacio del gobernador, la basílica, las torres de san Miguel o las torres de los Juegos. Su museo Temps de Dinosaures “es un viaje al centro de la tierra, donde grandes y pequeños recorren el apasionante mundo de la geología y la paleontología a través de la colección de fósiles del Cretácico”.
Alcalá del Júcar (Albacete)
Los parajes naturales del Tranco del Lobo, el embalse del Molinar y el parque Hoz del Júcar rodean Alcalá del Júcar, conjunto histórico-artístico, integrante de la Asociación de los Pueblos Más Bonitos de España y uno de los pueblos más espectaculares y pintorescos de la provincia de Albacete. Sus casas de arquitectura popular, excavadas en la montaña, se adaptan a un dédalo de calles estrechas y empinadas que trepan hacia el castillo, asomado a la hoz que forma el río. Recomendable la visita al puente romano, la plaza de toros, la ermita de San Lorenzo o la iglesia de San Andrés.
Caín de Valdeón (León)
Aldea perteneciente al municipio de Posada de Valdeón, en la provincia de León, en los Picos de Europa, Caín de Valdeón es famosa por ser punto de partida de la ruta de senderismo del Cares. Y por su ubicación natural, entre los picos de Robliza (2.245 metros) y Jultayu (1.935 metros), con unas vistas impresionantes y un paisaje de vértigo que ha llevado a un dicho popular en la zona: “Los de Caín no mueren, se despeñan”. Escalada, montañismo y, dentro de su casco urbano, la pequeña iglesia de Nuestra Señora de la Corona, muestra del arte tradicional montañés, son algunos de sus atractivos. Toda la población se concentra en Caín de Abajo; Caín de Arriba se encuentra despoblada.
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