Aceite, vino y la cocina de Jordi Dalmau en el hotel Mas Lazuli

Ojito derecho del fallecido Santi Santamaría, el chef Jordi Dalmau ha recalado en este hotelito de la Costa Brava para alumbrar una nueva exaltación culinaria de la tradición ampurdanesa. Le acompañan en la tarea el empresario del reciclaje hostelero Jean-Marc Fau y la diseñadora de interiores Caroline Deffis, promotores del alojamiento, junto a la exquisitez monumental del convento originario del siglo XI sobre el que se asienta la experiencia y un paisaje único conformado por 12 hectáreas de viñedo y olivar que suministra el vino y el aceite a degustar en el comedor.

Las instalaciones puramente hoteleras se remansan en torno a una piscina de horizonte infinito, flanqueada por palmeras altivas que anticipan el escultórico olivo con el que se señala la entrada a los dominios habitacionales, previo recalaje útil en la terraza de los faroles. Stéphanie Sadaune, la anfitriona, saluda a todo recién llegado. ¿Un tratamiento facial? ¿Un masaje descontracturante? Si la estancia se prolonga, nada impide el uso de un insospechado espacio wellness, que convierte al hotel en más grande de lo que parece.

Ambientadas en tonos neutros, con un guiño urbano a propósito de la visión contemporánea de su decoradora, las 17 habitaciones dejan a la luz la antigua viguería del techo, tamizada después por la pisada equinoccial de la madera laminada y la pulcritud de los armarios empotrados. Muchas de ellas ofrecen balcones privados o terrazas con vistas a la bahía de Rosas, cada día más apretada de edificios vacacionales. Quizá por ello se aprecian con más intensidad los detalles interiores, como los altavoces inalámbricos Jembe by Harman, la cafetera Nespresso sobre la mesa, los cosméticos Essentiel, la ducha de efecto lluvia en el cuarto de baño, siempre inmaculado, albornoz, zapatillas y una botella de vino Mas Lazuli en las suites.

La excelencia del lugar invita a vestirse de etiqueta campestre para entrar al comedor. Hay dos menús para escoger. Uno corto de cuatro platos a 44 euros y otro largo de ocho platos a 75 euros. El gusto depende de cada uno, pero la magia es obra únicamente del chef Dalmau.