El norte de Marruecos en ocho paradas
De la costa mediterránea a las montañas del Rif, una ruta entre acantilados, playas tranquilas, rutas senderistas y las medinas de Tetuán y Chefchauen
Es África, es Mediterráneo, es exotismo y es también el recuerdo de un pasado muy cercano que nos une. Por eso eso conviene recorrer la costa del norte de Marruecos antes de que lo hagan los circuitos turísticos y todo cambie. Encontraremos las últimas franjas de litoral mediterráneo sin urbanizar, entre altos acantilados y tranquilas calas de arena; magníficas rutas poco conocidas de senderismo; dos impresionantes parques nacionales, amplias playas con pocos turistas y ecos del antiguo protectorado español. Entre las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, el norte de Marruecos nos descubre arquitectura y gastronomía que mezclan lo español y lo bereber: fortificaciones, ciudades modernistas, mosaicos romanos….
El Rif y la costa mediterránea de Marruecos están a un paso y no la conocemos.
1 Tetuán, modernismo con aires moriscos
A pesar de que María Dueñas volvió a poner esta ciudad en el mapa viajero español con su libro El tiempo entre costuras son muy pocos los españoles se acercan a conocer Tetuán, capital del Protectorado Español que abarcaba gran parte del norte de Marruecos entre 1912 y 1956. se encuentra a pocos kilómetros del mar, en las estribaciones del Rif, pero los extranjeros parecen no haberla descubierto. Mejor para los que llegan allí porque todavía resulta auténtica: parece que nada haya cambiado durante siglos en su medina, declarada patrimonio mundial. Tetuán está todavía por descubrir. Su vinculación con España se deja ver en ese carácter hispano-morisco único en Marruecos, sobre todo en el ensanche, cuyos blancos edificios y anchas avenidas han recobrado su aspecto original.
Imprescindible pasearse por su encalada medina, una auténtica máquina del tiempo, con callejuelas sin motos, vecinos amables y un montón de imágenes y sonidos de la vida tradicional: artesanos que golpean el metal, sederías con miles de carretes de hilos multicolores o panaderos que se ocupan de los hornos públicos. Entre sus 35 mezquitas, las más impresionantes son la Gran Mezquita y la mezquita Saïda, aunque no permiten la entrada a los no musulmanes.
En Tetuán se puede visitar también el Museo etnográfico, la Escuela Artesanal, el mejor centro de artes y oficios tradicionales del norte de Marruecos, o la enorme y vacía Plaza Hassan II, que une la medina con el ensanche y parece sacada de una cuento: incluye guardias ante la larga fachada del palacio real y cuatro raras columnas que no son minaretes, sino faros modernistas diseñados por Enrique Nieto, discípulo de Gaudí residente en Melilla.
El ensanche conserva todavía edificios coloniales españoles con elementos modernistas e incluso una iglesia (del Pilar) en la que todavía las campanas siguen dando la hora, sonido algo insólito en Marruecos. Se puede visitar el Centro de Arte Moderno de Tetuán, alojado en un edificio original: una estructura tipo castillo español que funcionaba como una estación de trenes, reformada con cuidado para ofrecer mucha luz interior.
2 Días de playa
Desde Findeq, cerca de Ceuta, en dirección sur hacia M’Diq, Cabo Negro, Martil y Saidia, en la frontera con Argelia, la carretera de la costa recorre ciudades y pueblos tradicionales, pero también zonas de apartamentos vacacionales y nuevos centros turísticos. Aunque en Tetuán se vean pocos extranjeros, en verano las doradas playas próximas a la ciudad se llenan de marroquíes, tanto del país como residentes en Europa.
M’Diq fue un pequeño puerto pesquero que creció rápidamente hasta convertirse en el más elegante de los centros vacacionales de esta costa, con una buena playa, hoteles, un gran centro comercial (Port de Plaisance) y un club de yates. No tiene aire marroquí, pero es perfecto para descansar de tanta medina. Además, está a solo 20 minutos de Tetuán.
3 Chefchauen, pintada de azul
Unos kilómetros hacia el interior, Chefchauen resulta uno de los sitios más encantadores de Marruecos. Blanco y azul, este pueblo de montaña vive en su propio mundo, a los pies de los agrestes picos del Rif. Aunque el turismo le ha restado algo de autenticidad, la medina sigue siendo una maravilla de estilo marroquí y andalusí, con tejas rojas, casas en tonos azules y callejuelas que convergen en la ajetreada plaza Uta el-Hammam y su restaurada kasba o alcazaba. Chefchauen es famosa entre los mochileros pero se ha aburguesado rápidamente. Pese a todo, es un buen lugar para descansar, deambular, hacer muchas fotos y realizar excursiones por los cerros colindantes.
La medina, al este (la ciudad se extiende hacia el oeste), es el corazón de Chefchauen y una de las más encantadoras de Marruecos: pequeña y tranquila, fácil de recorrer y con suficientes callejuelas tortuosas para entretenerse sin llegar a perderse. La Kasba, la fortaleza amurallada, acoge un museo y una pinacoteca, mientras la gran mezquita colindante presume de su extraña torre octogonal, del siglo XV. Saliendo de la medina solo hay que bajar unos metros hasta cruzar el río para emprender la ruta del Ras el Maa, que serpentea junto al agua y nos permite contemplar unas vistas espectaculares de este mágico laberinto.
4 Subida al Yebel El Kelaa
Aunque este monte de 1.616 metros que se alza sobre Chefchauen parece algo disuasorio, en realidad no es difícil de ascender; se puede hacer en un día si se está en forma y se sale temprano.
Una pista de todoterrenos lleva a la aldea de Aïn Tisimlane. El inicio de la ruta es lo más duro porque sube entre los árboles antes de ofrecer las primeras vistas sobre la ciudad y adentrarse en los montes. Desde lo alto se contemplan unas sublimes vistas de esta parte del Rif que recompensan el esfuerzo.
5 Camino de Alhucemas
Desde Targa a El Yebha hay un tramo de costa espectacular y todavía tranquilo en el que los montes de pinos se alternan con valles cultivados que descienden hasta el mar y las playas de guijarros grises. Targa es un pueblecito con historia de piratería. Desde lo alto de una peña negra, un fuerte de piedra construido por los españoles durante el Protectorado domina este tramo de costa y, más adelante, la carretera bordea un espléndido trayecto en forma casi de montaña rusa hasta la villa azul y blanca de El Yebha, 52 kilómetros al sureste.
El accidentado litoral está trufado de bahías solitarias y culmina en Alhucemas, un lugar estupendo para pasar un par de días. Es la capital (no oficial) de los bereberes del norte, aunque fueron los españoles quienes la fundaron con el nombre de Villa Sanjurjo en la década de 1920, como plaza fuerte durante la guerra del Rif. La influencia española sigue presente en la lengua, la arquitectura y algunos comercios.
Desde los acantilados, la ciudad domina dos ensenadas: el puerto comercial y la playa Quemado, un arenal perfecto para tomar el sol. Y frente a la costa permanece una parte de España, el Peñón de Alhucemas, un islote-fortaleza blanco de soberanía española desde 1559, que hoy alberga una guarnición de 60 soldados y no se puede visitar.
6 Parque Nacional de Alhucemas
Es la joya natural por descubrir en esta región, una reserva natural que se extiende tanto sobre el mar como bajo el agua. La zona está salpicada de asentamientos bereberes y recorrida por caminos de tierra perfectos para hacer rutas de senderismo y bici de montaña. Gracias a su aislamiento, el parque conserva varias especies amenazadas de flora y fauna, como bosques de tuya o una importante colonia de águilas pescadoras. Aunque un todoterreno amplía las posibilidades, para recorrer las principales pistas basta con un vehículo de dos ruedas.
El parque tienen dos zonas: el Rif central, bordeado por la N16 en el sur y oeste, donde viven comunidades rurales de la tribu bokkoya asentadas junto a fuentes de agua dulce, y la zona costera, en la que la reserva se mete en el mar y su rica biodiversidad, con delfines y especies poco habituales en el resto del Mediterráneo, como el coral rojo y varios moluscos y algas.
7 Senderismo en el Rif
De Chefchauen a Bab Taza podemos realizar la mejor caminata de iniciación al macizo del Rif. Dentro del parque nacional de Talasemtane, esta ruta ofrece paisajes espectaculares y curiosos, como el curiosidad Puente de Dios, un arco de roca natural en el cañón del río Farda. También pueden verse grupos de macacos de Berbería. El recorrido completo dura cinco días, pero se puede acortar la distancia o duración de varias formas.
Talasemtane es uno de los dos parques de la cordillera del Rif, junto al de Buhachem. Con muchas áreas todavía por descubrir, es ideal para el senderismo en sus magníficas sierras, gargantas y valles, atravesando bosques de cedros, alcornoques y pinsapos. La cercanía al mar convierte estos montes en los más verdes de Marruecos.
8 Y al final del camino, Nador
Desde Alhucemas hay 130 kilómetros hasta Nador, a través de una carretera de costa entre acandilados rojos, verdes gargantas y, a mitad de camino, una serie de colinas esculpidas por la erosión.
Nador en sí no tiene mucho interés; es una ciudad en proceso de cambio en la que está previsto que se desarrolle el turismo de playa. Es el final del camino, aunque hacia el este todavía queda una costa de marismas y dunas de arena que atrae a una amplia variedad de aves migratorias. Y más hacia el este todavía, Saidía ofrece buenas vistas de las islas Chafarinas, el último reducto español en este otro lado del Mediterráneo.
Melilla desconocida
Muchos de los españoles que viajan por medio mundo buscando ciudades originales desaprovechan la ocasión de ver Melilla, una de las dos Ciudades Autónomas españolas ubicadas en la costa norte de Marruecos. ¿Quién esperaría ver cientos de edificios modernistas en el norte de África? Pues aquí está la segunda mayor concentración de construcciones de este estilo, después de Barcelona, además de una bien conservada ciudadela que se remonta al siglo XVI, varios museos y unos 50 bares de tapas. Un interesante destino para los amantes de la arquitectura y la historia, y también un lugar estupendo para pasar un fin de semana.
Melilla es, como Ceuta, el resultado de una relación histórica, a veces tensa, entre España y Marruecos, materializada en una mezcla de cristianos y musulmanes a los que se unen muchos judíos e hindúes. La ciudad rezuma historia en sus 12 kilómetros cuadrados de extensión (en forma de media luna). El casco antiguo, Melilla la Vieja, es una compleja ciudadela de varios niveles que se adentra en el mar y reúne una buena cantidad de museos, el puerto y, al sur, buenas playas.
En contraste, la ciudad moderna es una cuadrícula de calles con un centro comercial lleno de edificios modernistas. Esta parte de la urbe fue diseñada por un discípulo de Gaudí, Enrique Nieto, que dejó uno de sus mejores espacios en la plaza de España. En ella se puede contemplar la hermosa fachada del Palacio de la Asamblea, que da al parque Hernández, y varios de los mejores ejemplos del patrimonio de la ciudad, como el Casino Militar de Nieto, que exhibe todavía un blasón republicano, y el Banco de España.
Más información en la guía de Marruecos de Lonely Planet y en www.lonelyplanet.es
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