A la rica culebra
Con esta ruta por el sudeste asiático, la ilustradora venezolana Beatriz Ramos cumplió con uno de sus viajes pendientes
Esta ilustradora y animadora venezolana, creadora del proyecto dada.nyc, una red social que genera conversaciones visuales entre artistas, tiene muchos viajes en su haber. Dejó Caracas para vivir en Nueva York, pero también le dio tiempo a pasear por el sureste asiático.
Quien viaje a Tailandia, ¿ha de acercarse también a Camboya?
Definitivamente sí. Fui con mi pareja desde Bangkok a Phnom Penh y fue un descubrimiento. El contraste entre ambos países es muy impactante. En Tailandia se ve mucho dinero, cosmopolitismo y hasta turismo sexual. Phnom Penh, en cambio, es una ciudad que estuvo en auge en su día, con su bulevar de influencia francesa, pero que tras el genocidio se deterioró. Se siente esa cosa como visceral, maltratada: de hecho, visitamos Tuol Sleng, una antigua escuela convertida en prisión que hoy alberga el Museo del Genocidio.
Tras esa experiencia dura, ¿seguían con ganas de viajar?
Dejamos Phnom Penh porque queríamos conocer la ciudad de Siem Riep y las ruinas de Angkor Wat. Mi pareja es mexicana, está acostumbrada a ver ruinas de la cultura azteca, pero estas, en mitad de la selva, le impresionaron mucho. Me puse a dibujar en el templo y la gente me tomaba fotos: se creían que yo era una artista famosa.
Además de dibujar, ¿tomó fotos?
Sí, sobre todo en una excursión de un día por los canales del lago Tonle Sap. Desde el bote veías los palafitos donde viven los lugareños, a la orilla. De repente venía una canoa donde viajaba un niño con una cobra… Saqué muchas fotos.
¿Cómo describiría el ambiente de Siem Riep?
Es muy turística y más tranquila que otras ciudades camboyanas. Está llena de motos. El transporte principal es el tuk-tuk, un triciclo con motor que sirve de taxi. En una moto ves cualquier cantidad de cosas: colchones, una familia con unas cubetas de plástico amarradas donde llevaban a los niños…
Imagino también puestos callejeros de comida.
Sí. En Camboya sirven cucarachas, insectos y culebras para comer, entre otras muchas cosas. Yo no fui valiente y nunca probé nada.
Hubo que acudir al restaurante, entonces.
Recuerdo que fuimos a dos espectaculares y, además, baratos: el Malis y el Mie Café, ambos en Siem Riep. La comida camboyana es muy sofisticada, supongo que por la influencia francesa. Y no era tan especiada como imaginé.
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