Espeto malagueño y horno ‘tandoori’ en Amazónico

Apenas una semana después de que Amazónico haya abierto sus puertas, en su libro de reservas se han disparado las listas de espera. Se trata del cuarto restaurante inaugurado por Sandro Silva y su esposa, Marta Seco, que, sin ningún tipo de socios, regentan en Madrid otros locales como El Paraguas (abierto en 2004), Ten con Ten (2010) y Quintín (2014). Restaurantes de éxito sostenido, fenómeno que puede considerarse destacable.

Tras la inauguración de este espacio, cuyo interiorismo ha resuelto el estudio de Lázaro Rosa-Violán, este cocinero y empresario de 43 años ha iniciado una aventura culinaria de aspiraciones multiculturales, con platos en parte inventados en los que la Amazonía le sirve de pretexto para fusionar sabores de India, Argentina, sureste asiático, Tailandia, Perú y China.

Su puesta en escena, muy cuidada, arropa una comida sofisticada, de estilo indefinible, que desempeña un papel importante pero no prioritario. Puro fine dining sería la etiqueta que le otorgaría cualquiera de las guías de Nueva York o Londres (concepto difícil de traducir que aúna diversión, elegancia y el toque gastronómico). El espectáculo de los asados que flanquean la entrada —espetos malagueños; horno tandoori indio; parrilla argentina; rodizios brasileños— proporciona una fotografía de su intencionado mestizaje. “Hemos intentado conseguir un ambiente cálido, con cierta magia”, asegura Silva.

La mayoría de los platos están concebidos para compartirse. Es sugerente la ensalada de betarragas (tres tipos de remolachas) y agradables los corazones de palmitos frescos. Dejan indiferente las samosas indias convertidas en rollitos de verdura y pollo; está conseguido el hummus de feijoada, puré de alubias negras a las hierbas, y decepcionan las ancas de rana a la salsa de mango, marcadas por la insipidez del producto. De la barra japonesa contigua, que funciona aparte, llegan algunos platos.

Delicado el usuzukuri de hamachi (pez limón) con tomate y maracuyá; correcto el poke de atún rojo con anacardos y arroz salvaje, y de sabor intenso el yarikahua de carabinero con choclo morado. Algunos guisos como la moqueca de pescado con verduras y leche de coco, algo anodino, sirven de antesala a los asados. Al espeto malagueño se prepara una lubina de ración y las gambas rojas, asados aceptables. Entre las carnes resulta sabroso el solomillo de vaca gallega a la parrilla y discreta la picanha (tapa) del rodizio brasileño.

Los postres (piña glaseada; gratinado de maracuyá y yogur) cumplen con las expectativas. La barra de cócteles que ocupa la entrada como la sala de jazz del sótano redondean el modelo.

{ "active": true, "code": "187514", "elementType": "offerExtension", "id": 11, "name": "MADRID", "service": "tripadvisor" }