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Arena, ‘cachaça’ y selva en Paraty

Playas paradisiacas, una intensa agenda cultural y naturaleza salvaje en esta villa costera ubicada al sur de Río de Janeiro

Calle del centro histórico de Paraty, una de las ciudades coloniales mejor conservadas de Brasil.
Calle del centro histórico de Paraty, una de las ciudades coloniales mejor conservadas de Brasil. Massimo Borchi

La histórica villa de Paraty, a medio camino entre Río de Janeiro y São Paulo, no solo es conocida por sus fabulosas playas. Se trata, posiblemente, de una de las ciudades más festivaleras de Brasil, ya que acoge una treintena de ferias temáticas cada año, como la internacionalmente conocida Fiesta Literaria Internacional (Flip), que atrae cada verano a cerca de 25 mil personas hasta esta localidad costera. Pero el calendario da para mucho más, como encuentros dedicados a la música, la fotografía, a la moda sostenible –el Paraty EcoFashion– o a la cachaça, el aguardiente brasileño, ingrediente básico de la caipirinha.

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La construcción de la carretera entre Río y Santos en los años 80 sirvió para consolidar la vocación turística de Paraty, declarada en la actualidad patrimonio histórico nacional ya que preserva, como pocas villas, la arquitectura colonial de principios del siglo XIX. Caminar por su centro histórico es como viajar a otra época: no hay coches por las calles ni tampoco grandes edificios. Las iglesias y casas tradicionales, que acogen desde talleres de artesanos llegados de Argentina, Uruguay o Francia, hasta tiendas de cachaça artesanal, remontan al viajero a la vida del Brasil en tiempos de la colonia portuguesa.

De clima bucólico y llena de vida y turistas casi todo el año, Paraty es conocida como la capital de la cachaça, aguardiente típico del que se pueden encontrar aquí infinidad de variedades artesanales elaboradas a partir de frutas como la jabuticaba, el maracuyá o incluso el maíz. La pinga, como es conocido popularmente, dio nombre originalmente al actual Festival da Cachaça, cita anual que se celebra este año del 13 al 16 de agosto. “El festival de la Pinga, como se llamaba cuando empezó a celebrarse en 1982, fue creado por los alambiqueros locales para fortalecer y festejar la principal industria de región”, cuenta el conocido ceramista Dalcir Ramiro, conocido como Cizinho, principal promotor del encuentro en sus inicios.

Una cachacería en Paraty (Brasil).
Una cachacería en Paraty (Brasil).Bert Kohlgraf

Con el tiempo, la feria ha evolucionado hacia un salón cultural y gastronómico en el que, entre conciertos de música y danza tradicionales, las diferentes barracas participantes ofrecen tanto degustaciones de cachaça gourmet con denominación de origen como una variedad de platos elaborados especialmente para maridar con la bebida reina.

Más reciente es el MIMO, festival de música instrumental que también se celebra en Río de Janeiro y Olinda (Pernambuco) y que, desde 2013, vino a engrosar la oferta de eventos musicales en Paraty, entre la que se encuentra, por ejemplo, el Bourbon Festival, dedicado al jazz y blues, y que este año contó con Sharon Jones como cabeza de cartel. En noviembre llegará el momento para la salsa, el merengue o la samba, de la mano del Paraty Latino, que celebra su quinta edición. La agenda festivalera de esta localidad brasileña también abraza la buena fotografía, con la celebración del Paraty en Foco, en septiembre, encuentro internacional que dedicará su undécima edición al retrato (y el autorretrato) fotográfico en la era de los dispositivos electrónicos.

50 playas al alcance la mano

Bañistas en playa Vermelha, cerca de Paraty (Brasil).
Bañistas en playa Vermelha, cerca de Paraty (Brasil).Yadid Levy

Para alternar entre tanta cita cultural, el entorno natural de Paraty resulta excepcional, especialmente por sus playas, a la altura de las expectativas más exigentes. Por ejemplo, y sin ir más lejos, las de Pontal y Jabaquara, las más próximas al centro histórico. En total, la ciudad cuenta con unos 50 arenales cercanos que, en algunos casos, como el de Saco da Velha, Conceição o Jurumim, donde la naturaleza está en estado casi salvaje, requieren de pequeñas embarcaciones para llegar hasta ellas.

Convienen elegir según nuestras preferencias: bucear con tortugas marinas, no encontrarse a nadie (o casi nadie) en amplios arenales desiertos, disfrutar de un buen día de surf o practicar el nudismo en un entorno paradisiaco. Si nos decantamos por las playas que quedan más al este, como las de Sono, Saco do Mamanguá o Paraty-Mirim, nos perderemos todavía un poco más: no hay electricidad ni internet ni cobertura para el móvil.

Podremos conducir después, eso sí, hasta la villa de Trindade, a unos 30 kilómetros hacia el sur, uno de los puntos más especiales de la bahía. Se trata de un reducto hippy que vive del turismo local, en el que podremos alojarnos en hospederías rústicas. Trinidade cuenta con nueve playas, algunas de ellas verdaderamente desiertas. La Galetinha es perfecta para el buceo.

Paseo por la Mata Atlántica

Hacia el interior, la frondosidad de la Mata Atlántica que escolta la mayoría de las playas de Paraty despliega también un buen puñado de propuestas para los amantes de la naturaleza. Rutas en todoterreno, para ciclistas, recorrido senderistas y paseos a caballo son las principales atracciones que ofrecen la mayoría de hoteles locales.

Dónde comer

La gastronomía también brilla en Paraty. Abundante en pescado y marisco, hay propuestas para todos los gustos: desde tradicionales recetas brasileñas a cocina francesa, india o italiana. Entre los restaurantes más sofisticados, destacan el Margarida Café (Praça do Chafariz), el Banana da Terra (Rua Dr. Samuel Costa, 198) de la premiada chef Ana Bueno y el restaurante italiano Pippo, en la Pousada do Sandi (Largo do Rosário 1), una casa histórica reformada en el centro de Paraty.

Dentro de la oferta internacional, destacan también el Thai Brasil (Calle do Comércio 308A), cocina tailandesa en un ambiente colorido y acogedor, y el Oui Paraty (Calle Santa Rita 190), una crepería de reciente apertura –apenas lleva un par de meses funcionando– a cargo de un chef francés y una periodista brasileña.

Otra buena opción es adentrarse en el llamado Camino del Oro, que transita por el parque nacional de la Serra da Bocaina. Esta senda histórica se remonta a finales del siglo XVII, cuando Paraty era el puerto comercial del que partían los cargamentos de oro procedente de Minas Gerais hacia Río de Janeiro. El camino partía desde la llamada Villa Rica (actual Ouro Preto), y a través del valle del río Paraíba y la localidad de Falcão (Cunha, en la actualidad) llegaba hasta Paraty. La senda, que conserva el empedrado original, grandes losas redondeadas de piedra cubiertas por una fina capa de musgo, permitió tanto el traslado de esclavos para trabajar en las minas como el transporte posterior del preciado metal de regreso a la costa. La ruta, de unos 1.200 kilómetros (requería un viaje de unos 100 días) retomaba en realidad un antiguo camino indígena utilizado por los indios Guaianás. Actualmente, las salidas guiadas que se ofrecen desde Paraty recorren unos cuatro kilómetros del antiguo camino (unas dos horas y media de recorrido) y permiten contemplar la zona más bonita del parque nacional.

La Selva Atlántica de Paraty acoge también dos importantes competiciones en plena naturaleza: una de las etapas del circuito XTerra Brazil 2015 y el próximo festival Paraty Aventura, que se celebrará en agosto, con una carrera de montaña sorpresa, cuyos itinerarios de 12, 25 y 42 kilómetros no se facilitarán antes de la prueba a los participantes. El encuentro incluye conciertos y hasta una sesión de cine al aire libre, con la proyección de diversas películas de aventura en la céntrica Plaça da Matriz. La agenda festivalera en Paraty nunca descansa.

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