La joya escondida de la antigua Birmania
Templos, pagodas, tradiciones y 90.000 budas en Mrauk U, el segundo gran yacimiento arqueológico de Myanmar
Más allá de Bagan, donde pueden verse 2.000 templos budistas, Myanmar tiene otro gran destino arqueológico: Mrauk U. Esta ciudad de la antigua Birmania reúne ruinas de templos, pagodas y estupas y permite descubrir la vida cotidiana en esta región rural. El estilo de vida ha cambiado completamente desde la época dorada de la ciudad, cuando servía de importante puerto comercial para portugueses, franceses y holandeses.
Myohaung, como se conocía antiguamente, se convirtió en capital del Reino de Arakan en 1431. En su mejor momento llegó a controlar la mitad del actual Bangladesh. En aquella época su corte reunía a los mejores intelectuales, literatos y científicos bengalíes. Fue el momento en el que se comenzaron a construir los numerosos templos y pagodas cuyas ruinas son actualmente el principal atractivo turístico de la región.
Aunque los monumentos son muy posteriores a Bagan (casi 350 años), se encuentran mucho más deteriorados, lo que confiere al lugar un carácter más auténtico y salvaje. La naturaleza de esta región es mucho más agreste que la meseta en la que se encuentra Bagan, lo que junto al olvido ha convertido a Mrauk en esa decadente postal que conforma hoy su mayor atractivo.
Entre los monumentos que todavía hoy se pueden visitar destacan especialmente los templos Shit-Taung (de los 80.000 budas) y, situado justo enfrente, Lay-Myek-Hna, cuyas galerías interiores están repletas de esculturas e imágenes de Buda. En Shit-taung también destacan los frisos que muestran escenas de la vida cotidiana y que en algunos casos pueden llegar a considerarse casi eróticas.
Igual de interesante es Koe-Taung, un inmenso templo, el mayor del recinto, que bien podría parecer una fortaleza en cuyo interior se guarda otra valiosa colección de esculturas y estatuas de Buda que según presume su nombre podrían superar las 90.000.
Hasta hace muy poco, para llegar a Mrauk U solo se podía volar desde Yangón a Sittwe, capital del estado Rakhain, y desde aquí tomar un ferry que remontando el río Lay Myo entre cuatro y seis horas arribaba a la ciudad. La novedad ahora es que las autoridades han comenzado a permitir el transporte de extranjeros por tierra de modo que, tanto desde Yangón como desde Sittwe, se puede viajar en autobús o en coche.
Desde Yangón el autobús tarda casi 24 horas para recorrer los aproximadamente 360 kilómetros que distan ambos lugares. Es sin duda toda una aventura, pues se atraviesa la cordillera Arakán que separa este estado del resto de Myanmar y ofrece unas preciosas vistas con unos intensos cambios cromáticos. Desde Sittwe, el trayecto por tierra suele llevar entre tres y cuatro horas y las vistas no son tan interesantes como desde el barco.
El estado Rakhain o Arakán, como se conocía antiguamente, es la región más pobre de la antigua Birmania y se ha mantenido muy aislada del resto del país. Las influencias del subcontinente indio son aquí más fuertes y visibles. Los rasgos de la gente, la comida y la cultura mantienen fuertes lazos con el sur de India, de donde proviene el pueblo arakán.
Pero si la visita a los templos es interesante, los caminos para llegar a ellos lo son mucho más. Monjes en la colecta de limosna diaria para su sustento, campesinos arando, los arrozales a orillas de los caminos, los niños inventándose juegos con lo que encuentran y las mujeres en sus quehaceres (o sin ellos) hacen que la visita se convierta en todo un documental etnográfico sobre cómo pasa la vida en este rincón del mundo.
Un viaje a Mrauk U se queda incompleto si no se visita alguna de las aldeas aledañas de la etnia chin, otra de las minoritarias comunidades que habitan el estado. A unas dos horas siguiendo el curso del río se llega a estos pequeños núcleos de población que se caracterizaban por tatuar la cara de sus mujeres: eran consideradas tan bonitas que para que los arakaneses no se fijarán en ellas se les tatuaba el rostro a modo de protección. Aunque el tiempo ha pasado, igual que dicha tradición, todavía se pueden encontrar algunas señoras mayores en cuyos rostros se aprecian los trazos de sus tatuajes.
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