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Cena de cabaré en Boston

Ambiente y estética años 20 en el restaurante Cuchi Cuchi, donde los camareros podrían pasar por figurantes de 'El Gran Gatsby'

Restaurante Cuchi Cuchi, en Cambridge, junto a Boston.
Restaurante Cuchi Cuchi, en Cambridge, junto a Boston.

La marcada estética de cabaré del restaurante Cuchi Cuchi (795 Main Street, Cambridge), muy cerca de Boston, empieza por el nombre -una variante cursi de referirse a la pareja- y tiene su explicación: la despampanante presencia de la artista Charo que, a mitades de los años 60, se ganó la popularidad en los escenarios estadounidenses a golpe de cadera y entonando un provocativo cuchi cuchi, para deleite del público local.

A la artista, natural de Murcia, de nada le sirvió su manejo de la guitarra española -tuvo de profesor al maestro Andrés Segovia-. Aterrizó en Estados Unidos de la mano del artista catalán Xavier Cugat, con el que posteriormente se casaría, pero tuvo que aparcar la guitarra y centrarse en los escenarios para curtirse como artista y hacerse un hueco en la escena americana. Y no le fue nada mal.

Se hizo un nombre en locales de Las Vegas y se dice que su caché era comparable al de Sinatra, Ray Charles o Dean Martin. Además, tuvo su protagonismo en varios late night de la época -corre por la red un cameo con Dean Martin-, apareció en series de televisión como Love Boat (Vacaciones en el mar en España) o incluso Los Simpsons, caricaturizada de amarillo. Vista con ojos presentes, su acento espanglish, presencia y actitud la asemejan a una Sofía Vergara (conocida por su presencia en la serie Modern Family) de la época.

Trasladar este aura de cabaré, el glamour y la euforia de los inicios hollywoodienses, es el propósito del Cuchi Cuchi. Se palpa en su ambiente. La camarera que nos recibe al entrar podría ser un personaje secundario de El Gran Gatsby: boa de plumas, guantes hasta los codos y un vestido que por muy ajustado que sea no impide contornear las caderas al ritmo de la música salsa que suena hoy en el local. Los demás camareros también van acorde con dicha estética y en cualquier momento parece que vayan a improvisar una escena de musical de Broadway.

Comedor del restaurante Cuchi Cuchi.
Comedor del restaurante Cuchi Cuchi.
Cornetes de tartar de atún y mousse de aguacate, una de las especialidades de Cuchi Cuchi
Cornetes de tartar de atún y mousse de aguacate, una de las especialidades de Cuchi Cuchi

Por supuesto, no tenemos reserva; toca aligerar la espera en la barra a golpe de cóctel. No hay problema: la carta es extensa y ofrece desde combinados propios de la casa a mezclas vintage de los años 20, con permiso de la ley seca: Negroni, Between The Sheets o Jack Rose Cocktail, entre otros muchos. Abstenerse los devotos de gintonic o combinados de dos ingredientes; aquí la mayoría de los cócteles aúnan varios tipos de alcoholes, mezclas y aderezos.

Con alguna copa de más nos llega el turno para sentarnos. Las demás mesas son de parejas en busca de la privacidad que ofrece la luz tenue del local o grupos que celebran un cumpleaños con gran vistosidad y la complicidad de los camareros, que se unen a la fiesta y traen a la mesa un pastel con su debida vela que se apaga con el soplo de un deseo.

La carta podría ser patrimonio de la Unesco. Hay presencia gastronómica francesa (patatas gratinadas a la dauphinois, pato a la naranja, vieras a la provençale, patés, quesos... ), rusa (ternera Stroganoff, blinis con caviar, pollo al estilo Kiev o una mezcla de pescados llamados Cielo Caspiano) o italiana (risotto de champiñones), además de latina, asiática o africana. Por supuesto, hay presencia española en forma de gambas al ajillo. 

Uno de los platos de más éxito son los savory cornets, algo así como unos cucuruchos con especias rellenos de guacamole y tartar atún. Se presentan con una chip clavada en la punta y se sirven en tres o cinco unidades. Una mezcla muy sabrosa e ideal para compartir entre varios comensales, fiel al concepto que propone el restaurante: pedir varios platos para regalarse un tour gastronómico internacional en una sola noche.

Los comensales van y vienen. Las parejas salen con una sonrisa en la cara fruto de la notable experiencia gastronómica. A su vez, los grupos numerosos optan por seguir con la marcha unas calles más allá, en la zona de Central, uno de las referencias de la movida nocturna de Boston. El jazz, la salsa y el charlestón dan paso al hit del momento.

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