Nobleza espontánea

Carlos Esteva, impulsor y propietario de una de las aventuras vitivinícolas más estimulantes y exitosas de Cataluña, vive el vino con la pasión del artista enamorado. Cada marca es una obra de arte, fruto de la serena pasión y el embrujo de un viñedo ejemplar. Le gusta experimentar con variedades foráneas, de personalidad sorprendente, como la incrozio manzoni (El Roncalís), o la chenin (Vinya La Calma). Pero también con autóctonas de perfil singular. Es el caso de la sumoll, ancestral uva catalana de difícil cultivo y elaboración complicada si se quiere alcanzar un nivel de calidad aceptable. Desafíos ante los que se engrandece Carlos Esteva.

Así, ha recuperado cepas con más de cincuenta años y escogido para su fermentación y crianza botas de castaño, desdeñando el habitual roble francés. Elección sabia, porque lo que busca con este vino es frescura, sutileza aromática y cuerpo ligero, pero firme. Es recomendable acercarse a este tinto sin prejuicios y dejarse ganar por la espontánea nobleza de sus aromas frutales, la equilibrada acidez, el delicado sabor en el que se adivinan uvas maduras y la sedosidad de su textura.

En boca, las flores silvestres adornan un gusto delicado, ligero y refrescante, de impronta juvenil gracias a una extracción justa. Un acierto en tiempos de gustos proclives a la elegancia estilizada.

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