Zarpazos de conocimiento
Einstein disfrutaba de su “atmósfera liberal” y por su campus pasó Michelle Obama
Solo con mencionar Princeton (Nueva Jersey) se nos viene a la mente un campus salpicado de edificios neogóticos, unos niveles de erudición difícilmente superables y una cotidianidad que transcurre en la versión más estilizada de los años cincuenta. Merece la pena tomar el tren desde Nueva York, que incluye un último tramo de menos de cinco kilómetros a bordo del pintoresco trenecito Dinky, para corroborarlo.
9.30 Sabrosas gachas de avena
Al llegar, lo mejor es atravesar el campus sin detenerse demasiado y dirigirse al Small World Coffee (1) (54 Nassau St.). Aquí sirven tazones de reconfortante oatmeal (gachas de avena) customizado con arándanos, trocitos de plátano y otros extras. El “todo Princeton” se reúne aquí a diversas horas del día y nosotros no vamos a ser menos.
10.30 La librería ‘Labyrinth’
Para ataviarnos convenientemente y no desentonar con la estética preppy imperante, hay que acudir a Nassau Street. Allí daremos con Landau (2) (102 Nassau St.), donde se pueden adquirir mantas de cuadros de ascendencia irlandesa y otros complementos idóneos (chaquetas de tweed, bufandas...) para el varón. Por su parte, las chicas pueden acudir a J. Crew (3) (1 Palmer Square), epicentro de la blusita camisera y del cárdigan, en la cercana Palmer Square.
También en Nassau Street se encuentra la librería Labyrinth (4) (Nassau St.), que surte de volúmenes a la comunidad universitaria. En el escaparate contiguo, los ojos se nos van al color naranja, que aparece combinado con negro en miles de artículos: es Princeton U-Store (5) (114-116 Nassau St.), la tienda oficial de la universidad. Cualquier visitante puede llevarse desde la consabida sudadera en la que pone “Princeton” hasta un tigre de peluche, pues el aguerrido felino es la mascota de la universidad. Allí también se encuentran dos libros que han hecho popular la universidad: A este lado del paraíso, de Francis Scott Fitzgerald, y Una mente maravillosa, de Sylvia Nasar, que narra la vida del matemático John Nash y da nombre a la película con Russell Crowe.
13.00 Comida tempranera
Hora de comer en un pueblo que impone sus horarios tempraneros. No faltan restaurantes o cafés donde hacerlo —por ejemplo, una pizza en el Teresa (6) (23 Palmer Square)—, pero hay tanto que ver que quizá merezca la pena limitarse a una magdalena sofisticada en House of Cupcakes (7) (30 Witherspoon St.) y seguir caminando. Un par de portales más allá se encuentra Continental Barber Shop (8) (38 Witherspoon St.), la barbería que la familia Wolinski abrió en 1955.
15.00 Una casa en Mercer Street
Tiempo de rendir homenaje a Einstein pasando por delante de su casa, en Mercer Street (9). El físico alemán declaró ser muy feliz allí, en un “país amistoso y en la atmósfera liberal de Princeton”. Ahora ya sí resulta obligatorio dar un paseo por el campus, lo cual nos hará comprender la omnipresencia del color naranja y de la palabra “Nassau” por toda la ciudad. El Nassau Hall (10) (cubierto de hiedra, planta que da el nombre a las ocho universidades de esta liga prestigiosa, la Ivy League, la liga de la hiedra, a la que pertenece Princeton) se fundó en honor de la casa real holandesa de Orange-Nassau, cuyo color característico —el naranja— hace honor al primero de sus nombres.
El resto del neogoticismo también merece una visita, así como las esculturas que nos salen al paso por el campus. Un Henry Moore por aquí, un Calder por allá... pero ¿y ese edificio semisacro ojival llamado Dillon Gymnasium (11)?, ¿de verdad albergará un gimnasio? Pues sí, y los colindantes, del mismo estilo, poseen en el interior su correspondiente teatro, auditorio o aulario. La madre del neogoticismo se encuentra también en la zona: la imponente iglesia, que presume, mediante una placa, del sermón que dio Martin Luther King en el año 1960. Y ahora una sorpresa grata para aquellos que creyesen que nunca podrían acceder a un manuscrito conservado en Princeton: la Biblioteca Firestone (12), la mayor del mundo con fondos de libre acceso.
Pero si no queremos dar el paseo por nuestra cuenta, la empresa Princeton Tour Company (116 Nassau St.) organiza los sábados visitas a pie, idóneas para mitómanos, que salivarán al acercarse a los lugares donde residieron T. S. Eliot o Scott Fitzgerald.
17.30 La ‘Marilyn’ de Andy Warhol
Como una caja de bombones selectísimos, el Museo de Arte de Princeton (13) (McKormick Hall; de martes a domingo, de 10.00 a 17.00; jueves, hasta las 22.00; cerrado lunes y festivos) nos lleva de un biombo japonés del periodo Edo al lienzo Little Aloha, de Roy Lichtenstein. Muchas de las obras propiedad del museo son donaciones de antiguos alumnos como Alfred H. Barr Jr., que cedió el archifamoso óleo Marilyn, de Andy Warhol.
19.00 Charlas o espectáculos
Es hora de acudir a un concierto o espectáculo en el Richardson Auditorium (14). Si no, en algún lugar del campus podremos colarnos en alguna charla sobre paleontología o historia del arte etrusco sin que a nadie le sorprenda.
20.30 Un ‘steak’ contundente
Princeton se caracteriza por sus restaurantes plagados de grupos de comensales, casi todos académicos que celebran animados el fin de algún congreso o seminario. El Witherspoon Grill (15) (57 Witherspoon St.) sirve las mayores cantidades de proteínas de la zona, muchas de ellas en forma de steakde varios dedos de altura.
22.00 Un mural de Norman Rockwell
Para terminar, el ritual es tomarse algo en el bar Yankee Doodle Tap Room del hotel Nassau Inn (16) (10 Palmer Square). El local debe su nombre al mural que en 1937 le encargaron al ilustrador Norman Rockwell y que se halla tras la barra. En el rosario de fotos enmarcadas de antiguos alumnos que se encuentra en una de las paredes hay que jugar a encontrar las de Brooke Shields y Michelle Obama.
» Mercedes Cebrián es autora de La nueva taxidermia.
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