La pensión donde se crió Thomas Wolfe
Una visita al lugar que puebla la obra del icónico y poco conocido novelista de Asheville, Carolina del Norte
Estoy parado en medio de la habitación donde Thomas Wolfe (1900-1938), el escritor más importante y recordado de Asheville, Carolina del Norte, escribió Return, un texto publicado en un periódico local que habla sobre estar de vuelta en casa. Se refiere, entre otras metáforas, a esta casa-pensión de estilo victoriano (ubicada en la calle Spruce 48, en el centro de Asheville) donde su madre -Julia Westall Wolfe- alquilaba cuartos a viajantes y donde Wolfe pasó su infancia y adolescencia hasta los 16 años. La casa-pensión, llamada 'Old Kentucky Home' y construida en 1883 (y restaurada tras un incendio en 1998), es hoy parte de un museo y se conserva como a comienzos del siglo XX: los pisos de madera, los muebles y utensilios de la época, la distribución de las 29 habitaciones donde tanta gente se cobijó -entre ellos, Zelda Fitzgerald antes de morir en el incendio de un hospital psiquiátrico donde había sido internada en 1936- o las camas donde murieron el hermano y el padre de Wolfe.
Pero si no estuviera paseando por las habitaciones de la casa-pensión también tendría una vívida imagen de cómo se veía este lugar. Es uno de los principales escenarios en Look Homeward, Angel (1929), el primer y famoso libro de Wolfe que marca un hito en la tradición de la autobiografía novelada. Originalmente titulada O Lost y con más de 1.100 páginas, en esta novela de aprendizaje Asheville es Altamont, la casa-pensión se llama Dixiland y Thomas Wolfe se disfraza de Eugene. La historia recrea Asheville y sus personajes. Debido a su honestidad, fue censurada en la biblioteca local y le valió a Wolfe amenazas de muerte y el odio extendido de la ciudad e incluso de varios familiares. Quizá por eso hoy es un clásico.
La carrera literaria de Thomas Wolfe es corta, pero intensa. Sus inicios, tras graduarse en Harvard, están marcados por el teatro. Se instaló en Nueva York y escribió varias piezas teatrales que terminaban siendo rechazadas por su larga extensión. Decidió entonces que lo suyo era la novela. En 1924, viajó a Inglaterra, Francia, Italia y Suiza, y desde entonces pasó sus periodos más creativos entre Nueva York (donde habitó el mítico Hotel Chelsea) y Europa (hasta que en 1937 denunció las políticas antisemitas de Alemania, donde censuraron sus libros y se le prohibió entrar en el país).
Tras su primer viaje a Europa, a los 25 años, conoció a Aline Bernstein, una prestigiosa diseñadora. Estaba casada con un exitoso corredor de bolsa de Wall Street, con quien tenía dos hijos. Aline era 18 años mayor que Wolfe y fueron amantes durante cinco años. Su historia de amor fue turbulenta y productivamente literaria: Aline no sólo fue alimento de sus ficciones, sino que también financió su carrera como escritor. Wolfe le dedicó a Aline su primera novela y, poco después de publicarla, terminó con ella. La correspondencia entre los amantes también es destacable. En una carta fechada el 4 de octubre de 1928, Wolfe, conocido por sus desbocadas borracheras, le cuenta a Aline sobre su experiencia en el Oktoberfest de Munich: terminó en el hospital -con golpes en la cabeza, contusiones y la nariz rota- y con la sensación de que había matado accidentalmente a una persona.
Of Time and the River (1935), la segunda novela de Wolfe y la continuación de Look Homeward, Angel fue un éxito rotundo. Esta vez no hubo amenazas de muerte y en Asheville solo se ofendieron quienes no se veían retratados en la ficción. Wolfe se había convirtió en una celebridad literaria. The Web and the Rock (1939) y You Can't Go Home Again (1940) son sus dos últimas novelas publicadas póstumamente. En su tiempo, la obra de Wolfe fue posicionada junto a la de Fitzgerald, Hemingway y Faulkner, quien dijo que Wolfe era el escritor más importante de su generación. Autores como Jack Kerouac, Ray Bradbury y Phillip Roth se han declarado influidos por el escritor sureño. Sin embargo, y a pesar del trabajo de The Thomas Wolfe Society, el escritor no parece haber tenido la misma suerte que sus famosos coetáneos: su obra cada vez se lee menos, su prosa extensa, sentimental, analítica y detallista parece aburrir al lector contemporáneo, muchos incluso lo confunden con Tom Wolfe, el célebre cronista de traje blanco y uno de los fundadores del llamado nuevo periodismo norteamericano de los sesenta.
En 1938, tras entregar a su editor gruesos manuscritos de trabajo literario, Wolfe se enfrascó en un viaje de dos semanas por once parques nacionales del oeste del país. Mientras visitaba Seattle enfermó de neumonía y poco después le diagnosticaron tuberculosis miliar que se le extendió hasta el cerebro. Murió a los 37 años. Un año antes de morir, después de siete años de ausencia y en calidad de hijo pródigo, regresó entre aplausos a Asheville. Fue entonces cuando escribió Return, el texto que está enmarcado en esta habitación de la casa-pensión que hoy, una tarde soleada, visito. Traduzco a Wolfe: “Y otra vez, y otra vez, en la vieja casa siento bajo mis pisadas el chirrido de la vieja escalera, el pasamanos desgastado, las paredes blanqueadas, el sentimiento de oscuridad y la casa dormida, y pienso: Yo fui un niño aquí; aquí están las escaleras y aquí la oscuridad; esto fui yo, y aquí está el Tiempo”.
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