Levitando de amor
China, Suiza, España... Un retrato del mundo a través de la aguda, irónica e hilarante mirada del fotógrafo británico Martin Parr
En el mundo de la fotografía y los viajes de Martin Parr el bronceador de zanahoria sigue siendo un producto de primera necesidad. Martin Parr (1952, Epson, Reino Unido) observa atentamente a las masas y controla los hábitos. Son las masas que viajan y consumen, masas formadas por personas cuyo mayor deseo es marcar con una X de “visto” un museo o ávidas de tomar el sol a pesar de las numerosas campañas contra el cáncer de piel. Si alguien sabe poner el acento en los pasatiempos y la vida lúdica masiva es este fotógrafo británico, célebre por mostrar un punto de vista punzante y con humor acerca de las inquietudes comunes a millones de personas.
Parr comenzó su andadura a los 14 años con su abuelo —miembro de la Royal Photographic Society— en Bedford. Se iban juntos a hacer fotos, y ya entonces era un ávido coleccionista de fósiles y de sellos. Esa faceta infantil de coleccionista la ha mantenido siempre, porque en cierto modo Parr es un coleccionista de su propio modo de entender su obra, ya que sus estampas sobre la vida lúdica colectiva, aquel rasgo distintivo que le permitió entrar en la agencia Magnum en 1994, han ido aumentando de modo constante con sus visitas a dispares rincones del mundo.
Es muy alto, corpulento, algo desgarbado, tiene cierto aire de despistado y sonríe siempre. Pero su mirada es firme y se expresa con contundencia: “Los viajes son mi vida tanto como la fotografía”. Sus constantes traslados por el mundo los hace con poco equipaje y los objetivos muy definidos. Ahora ha puesto el foco en China y en Suiza; su próximo destino es Pekín, como parte del proyecto de un libro sobre fotografía china. “China cuenta con la fascinación que produce la propaganda o el encuentro con personas que descubren nuevas formas de disfrute, nuevos hábitos que asumen a gran velocidad”, comenta. En el amanecer de la clase media china, esta masa hace suyas algunas costumbres populares occidentales: las bodas con las novias vestidas de blanco, el fast food (comida rápida) o ir a la playa. Parr dispara con su cámara a los miles de cuerpos desnudos y blanquísimos que se exponen a los rayos del sol y que comen, se bañan y se embadurnan de crema sin pudor.
A Suiza volverá para ultimar una exposición que se inaugurará este verano en el Museo de Diseño de Zúrich. Allí seguirá la senda del magnífico escritor suizo Max Frisch, autor de la novela No soy Stiller, quien se fijaba en los esfuerzos casi siempre abocados al fracaso de los individuos para transformar su destino o modo de vida, siempre con un punto de vista crítico hacia su propio país. Parr seguirá buscando imágenes en los Alpes, retratando el conflicto silencioso entre la exquisitez de los suizos que disfrutan de sus montañas y las hordas de turistas que quieren pisar el Cervino solo para poder decir que lo han pisado.
A España viene en numerosas ocasiones, especialmente a Madrid y Barcelona: “Me entusiasma España, y Madrid y Barcelona me parecen dos ciudades muy similares”. Cuando intento que explique algo más esta afirmación tan sorprendente, responde que se refiere a la belleza del centro histórico de las dos ciudades, a su caos compartido y a la vida en la calle.
Sin embargo, pese a que para Parr sean ciudades semejantes, hay una diferencia: ha fotografiado Barcelona en la serie del mismo nombre, expuesta recientemente en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, pero no Madrid. “En Barcelona he tratado de reflejar la mitología de los lugares turísticos, que se aleja tanto de la realidad de los mismos. Por ejemplo, cientos de personas fotografiándose en el parque Güell, un parque que cuando está vacío pierde cierta identidad”. Además, ha retratado las colas para visitar la Sagrada Familia, el Camp Nou, los menús de los bares de La Rambla y la atestada playa de la Barceloneta.
Aún resuena el éxito de sus exposiciones en el Museo Reina Sofía o la de la serie Luxury en la galería Espacio Mínimo, pero su cámara nunca se ha puesto en acción en Madrid. Cuando le pregunto la razón, su respuesta reiterada es: “No he tenido la oportunidad de hacerlo apropiadamente”.
El entusiasmo se desata cuando hablamos de sus libros, pero no de los más de cincuenta que ha publicado, sino de su colección de libros de fotografía. Cree fervientemente en el papel como vía de reproducción y divulgación de la fotografía, y en cuanto al ordenador, se considera de otra generación, aunque comprende sus ventajas para disfrutar con las imágenes. Junto a su amigo el también fotógrafo Joan Fontcuberta, lanzó hace un año ideas sobre un posible manifiesto posfotográfico en los Encuentros Fotográficos de Arlés, donde apostaban por la inmediatez y por la amplitud de campo que proporciona la fotografía volcada en Internet. “Internet”, comenta, “es un surtidor constante de imágenes y una apuesta para descubrir nuevos valores. No hay diferencia entre profesionales y amateurs, sino entre lo que tiene interés y lo que no”.
Como profesor, a sus alumnos les instruye en que no existe una única fotografía, sino series conceptuales que dan continuidad a una idea. La serie de Martin Parr, una suerte de antropología visual contemporánea, es un viaje por uno de los aspectos más hilarantes e inquietantes de nuestra sociedad, un recorrido junto a los protagonistas de las ofertas de viaje y del mito de un mundo sin fronteras.
» Marisa Santamaría es directora de comunicación del Istituto Europeo di Design (IED).
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