En busca de fósiles por las calles de Sevilla
Rastros de amonites, erizos de mar o rudistas junto a monumentos y edificios emblemáticos de la ciudad
Miles de fósiles de animales y plantas que habitaron los mares del Jurásico y eras posteriores se esconden hoy entre las paredes, columnas y solerías de monumentos sevillanos como la catedral, la plaza de España, la Fábrica de Tabacos, el Archivo de Indias o la Torre del Oro. Hay rastros de erizos marinos con forma de corazón, esponjas de mar, corales, vieiras, ostiones o caracoles de hasta 500 millones de años de antigüedad que ahora se pueden ver y tocar.
“Cuando los dinosaurios dominaban la tierra, estos amonites dominaban el mar”, ilustra el ambientólogo Mario Parra mientras señala una gran representación de sus conchas en uno de los pilares que flanquean el Casino de la Exposición de 1929. Es literal: se puede tocar un trozo del mar del Jurásico sobre la ciudad.
“Y ahora estamos andando por encima de un arrecife de rudistas del Cretácico Superior, de aproximadamente hace 70 millones de años", dice Parra, cuando bajo los pies descubres una solería de roca roja con fósiles blancos y grises con formas redondeadas y en uve. “Lo que vemos es el fósil, la materia inorgánica de lo que estaba compuesto el animal unido a los sedimentos que durante miles de años fueron formando la roca. Después las piedras salieron a la superficie, se extrajeron y ahora levantan la ciudad”, explica.
La empresa Ecomímesis ofrece dos rutas de fósiles por Sevilla. Los guías te llevan a pie o en bicicleta por las calles de la ciudad, viajando millones de años en el tiempo. Una de las rutas se desarrolla por los monumentos históricos de la ciudad (ver recorrido en Google Maps), y otra por los comercios y calles. Ambas están disponibles en inglés y, normalmente, se celebran el último sábado de cada mes, aunque también pueden organizarse grupos y realizarse el recorrido en cualquier momento. Para consultar las tarifas puedes pinchar aquí.
Los itinerarios siguen un orden cronológico, por lo que el visitante puede trasladarse al jurásico e ir andando por la ciudad como en un viaje en el tiempo. Puede disfrutar y comprender cómo la historia ha ido dejando su huella palpable en la arena, la tierra, la roca... y cómo los fósiles han pasado de estar en las profundidades del mar a mostrarse en la superficie debido a los movimientos de tierras, y así poder ser tocados ahora por las calles.
A los pies de la Giralda, en el suelo, se puede pisar una gran piedra gris aparentemente fraccionada en varias partes. A simple vista, no parece algo relacionado con fósiles, ni siquiera se ve uno explícitamente, pero algo esconde. “Las líneas que se ven son el rastro que dejó un erizo de mar con forma de corazón hace 65 millones de años aproximadamente. El erizo iría sobre la tierra blanda abriendo camino, probablemente cayó otro material en el surco, pasó el tiempo y aquí se puede ver como una reconstrucción de su paseo dado la vuelta”, explica Parra, creador de las rutas.
Cerca de este rastro, mirando con detalle algunas de las columnas de que rodean la catedral, también aparece fauna escondida. Vuelve la magia. De una columna que aparentemente es blanca empiezan a marcarse fósiles cuando se le echa agua por encima. El tratamiento blanqueador de las columnas no permite ver fácilmente que el color real de la piedra es rojizo, sólo cuando se echa agua sobre ella empiezan a aparecer en contraste los fósiles escondidos.
El mismo fenómeno ocurre en las columnas que dan paso al Archivo de Indias. En una de ellas, la conocida piedra ostionera deja ver los ostiones prácticamente enteros mezclados entre otros materiales; en otra, se distingue incluso un fragmento de caparazón formado por pequeños círculos en los que estaban insertadas espinas cortas de los conocidos como dólares de arena.
Estos son algunos de los ejemplos que se pueden observar en la ciudad, pero hay miles. Incluso el guía va descubriendo nuevos ejemplares conforme pasea por la calle. Estas rutas te ofrecen la posibilidad de ver una realidad distinta a la cotidiana, te trasladan, te descubren lo que está a simple vista y no eres capaz de ver. Te llevan a tocar y sentir la energía de un patrimonio geológico y paleontológico de hace más de 500 millones de años. Son un viaje en el tiempo por una Sevilla que empieza en el Jurásico.
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