En La marca del agua , Montserrat Iglesias recrea el camino que los últimos habitantes de Linares del Arroyo, cuyo pueblo estaba a punto de ser anegado por las aguas, recorrían casi a diario para trabajar las tierras en el nuevo asentamiento de La Vid. Setenta años después, la autora recorre esos mismos enclaves
El viaducto de Linares, una de las infraestructuras que se construyeron en paralelo al pantano, inaugurado en 1951.Santi BurgosLa casa de administración del pantano, uno de los enclaves donde se desarrolla la novela.Santi BurgosPie de presa del pantano de Linares del Arroyo, que se encuentra sumergido al otro lado del talud.Santi BurgosLa autora Montserrat Iglesias, en los alrededores del pantano de Linares, en el Parque Natural de las Hoces del Riaza (Segovia).Santi BurgosTorre de la iglesia románica de Linares, la única construcción del pueblo que no quedó sepultada baja el agua. Santi BurgosVista de La Vid. En los pueblos de colonización, todas las casas solían tener el mismo tamaño y distribución (normalmente con vivienda, cuadra y un patio). Santi BurgosUna de las calles del pueblo de colonización de La Vid, en Burgos, donde el régimen de Franco construyó 56 casas para los vecinos que tuvieron que abandonar Linares del Arroyo. La población actual es de alrededor de un centenar de habitantes. Santi BurgosVarios vecinos de La Vid conversan con la autora Montserrat Iglesias sobre sus orígenes en Linares del Arroyo, cuyos habitantes también emigraron a otros lugares como Aranda de Duero, Bilbao, Madrid y Barcelona. Santi Burgos