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‘La memoria del olvido’ de Médicos Sin Fronteras El libro recoge buena parte de la historia de MSF a través de las fotografías de Juan Carlos Tomasi, fotógrafo de cabecera de la organización médico-humanitaria, que lleva más de dos décadas documentando el trabajo de MSF Barakat da a luz a su pequeño en Mejo, Etiopía. Juan Carlos Tomasi (MSF) Barakat da a luz a su pequeño en Mejo, Etiopía. Juan Carlos Tomasi (MSF) El 3 de abril, fuerzas del Tzáhal irrumpieron violentamente en el antiguo campo de refugiados de la ciudad cisjordana de Yenín. Los carros de combate israelíes arrasaron con todo. En dos meses, según los registros del hospital de la ciudad, murieron 52 palestinos. Durante los ataques, que duraron quince días, más de 150 edificios fueron destruidos, dejando a cientos de familias sin hogar. Juan Carlos Tomasi (MSF) A comienzos de 2004, la tragedia de Darfur se agravaba a pasos agigantados. MSF envió a un equipo a esta calurosa región sudanesa. Después de compartir mesa y tés durante unos meses, me hice colega de uno de los responsables de la Policía de Tráfico de la ciudad. Nos entendíamos en un italiano horrible. En su vida de civil, era un astuto comerciante de animales. Un día tormentoso, lo acompañé al mercado de camellos. Juan Carlos Tomasi (MSF) En Bouca, los equipos de MSF tuvieron que ser evacuados después de recibir serias amenazas por parte de los grupos armados que controlaban la zona. Fueron testigos de ataques contra la población, ejecuciones sumarias, asesinatos, agresiones a machetazos e incendios de barrios enteros. Miles de personas se escondieron y buscaron refugio en los bosques y campos aledaños a sus pueblos. No se atrevían a regresar, por miedo a las venganzas y la represión. La situación se complicó con la llegada de la estación de lluvias y la proliferación de mosquitos. Cuando MSF volvió a los centros de salud y los desplazados regresaron, se comprobó que gran parte de los niños y adultos habían enfermado de malaria. Juan Carlos Tomasi (MSF) Debido a la casi total desaparición del sistema de salud, la presencia de organizaciones humanitarias en República Centroafricana resultaba imprescindible, tanto para cubrir las necesidades médicas generales como para responder al elevado riesgo de crisis relacionadas con el paludismo, la desnutrición infantil o las epidemias. Han sido varias las visitas que he efectuado a lo largo de los años al hospital de MSF en Batangafo, que, para las poblaciones con las que trabajamos, ha sido y continúa siendo un lugar de referencia en todo el país, a pesar de las escaladas de violencia, los golpes de Estado y los conflictos. Juan Carlos Tomasi (MSF) Tras regresar de un reportaje, el periodista Juanjo Millás escribía: «En cada casa, una carpeta desgastada guarda papeles de un secuestro, una tortura, una desaparición; es la locura que se respira en el estado indio de Cachemira». Antes de 1989, cada año se registraban unos 6000 pacientes con enfermedad mental. Veinte años después, eran más de 100 000. El hospital especializado de Srinagar contaba con un pabellón para mujeres, donde trabajaba un equipo de psicólogas de MSF. Las artes plásticas formaban parte fundamental del tratamiento. Juan Carlos Tomasi (MSF) Pocos días después de la caída de los talibanes en Kabul, aterrizamos en Bagram con un cargamento de material para abrir un proyecto en el centro del país. Mientras gestionábamos los permisos para viajar, tuve tiempo de visitar una de las maternidades de la ciudad, en la que estábamos trabajando. Juan Carlos Tomasi (MSF) En 2016, más de 300 000 personas habían buscado refugio en la ciudad de Diffa, huyendo del conflicto en la vecina Nigeria o de los pueblos de la región, principalmente situados a lo largo de la frontera, que habían sido atacados o que estaban bajo amenaza de ataques. Nadie quería vivir en las zonas rurales o en las ciudades más pequeñas. Ante la falta de otras organizaciones en las zonas inaccesibles, MSF se planteó ofrecer atención primaria y secundaria a la población. El acceso a las estructuras sanitarias y la gratuidad de los servicios seguían siendo los retos más importantes. Juan Carlos Tomasi (MSF) Después de recorrer cientos de kilómetros, miles de refugiados, en su mayoría sirios, intentan desesperadamente cruzar la frontera entre Serbia y Hungría por el paso de Röszke-Horgoš. La Policía fronteriza húngara se lo impediría con una gran violencia. Un equipo médico de MSF trató a numerosos contusionados y heridos. Juan Carlos Tomasi (MSF) Escaparon de Mushaki cuando las milicias rebeldes atacaron la aldea y mataron a varios vecinos. Casi 700 personas habían llegado a este campo improvisado, hacía un par de meses, huyendo de las milicias de Laurent Nkunda. Sobre la tierra volcánica, habían podido plantar mandioca, guisantes y algo más. Las condiciones de este campo improvisado eran realmente duras. El campo denominado Hewa Bora se mantuvo en pie mucho más tiempo del que duraron los combates en aquella parte del Congo. Juan Carlos Tomasi (MSF) Carretera de Piedras Negras a Nuevo Laredo. A pesar de la regularización del asilo en Estados Unidos, miles de migrantes siguen sufriendo y viviendo en pésimas condiciones en México. Nunca se han aplicado unas políticas migratorias que garanticen la protección y asistencia humanitaria que necesitan las poblaciones en tránsito hacia Estados Unidos. Juan Carlos Tomasi (MSF) Era una emergencia nutricional en una zona de Etiopía donde la desnutrición ya es endémica. La sequía y las plagas de langostas habían vuelto a dejar baldíos todos los terrenos de la región, y las cosechas habían dejado de serlo. No llovía y, si lo hacía, quedaba todo anegado. Numerosas madres se arremolinaban a las puertas del centro nutricional, pero la imagen apareció de repente. Un padre llevaba a su hijo en brazos. Me sorprendió. No era lo habitual, aunque lo más llamativo era su mirada. Se llamaba Abebaye y el niño, Basada Moti. Volví a la región al cabo de un tiempo y los visité en su aldea. (Oromía, Etiopía, 2008). Juan Carlos Tomasi (MSF) Tuve que correr, y mucho, para captar esta imagen. Estábamos vacunando en una pequeña escuela del Alto Katanga, antigua zona minera, cuando de repente se llenó la estancia. Era de aquellas veces en que cuesta tener una visión amplia de la situación. De repente, Pau Miranda, mi compañero de viaje, entró gritando y gesticulando para que saliera. Salí como pude y me fui corriendo tras él. En cuestión de segundos, me di cuenta: una fila de escolares cantando por aquellas tierras. Tenía que buscar el plano general y darme prisa, porque no se detenían. Su paso marcial casi me desfonda. Luego nos presentamos. Juan Carlos Tomasi (MSF) Durante las inundaciones de Mozambique, en la gran mayoría de los viajes, el helicóptero transportaba material logístico y médico, aunque a veces también hacía las funciones de ambulancia. En más de una ocasión, en algún pequeño hospital o en algún centro de salud aislado, nos encontramos a personas heridas en estado crítico. No había personal médico, ya que, con la subida del agua, los equipos sanitarios locales no podían viajar por carretera. Juan Carlos Tomasi (MSF) Todas las mujeres hablaban con ella en voz alta. La llamaban Hajje. Sus oídos no eran los de antaño. No sabía su edad. Tuvo que huir en 2003 y regresó a Tawila, su pueblo, años más tarde. Lucía el porte de una gran dama. Ese día no había comido, ni bebido leche ni té. Estaba sentada, esperando su turno en una clínica móvil de Médicos Sin Fronteras, a las afueras de Tawila. Hablaba pausada, encogida en sus recuerdos, y no dejaba de mirar y sonreír. Juan Carlos Tomasi (MSF)