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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Una de las niñas secuestradas por el ejército de Josep Kony cuenta cómo vive ahora el confinamiento

Cuando tenía 12 años, Grace Arach fue raptada y obligada a casarse. Años después pudo salvarse y con la pandemia, teme por el futuro de miles de niñas vulnerables que se ven encerradas con sus abusadores

Grace Arach es una mujer que siendo niña fue secuestrada por el Ejército de Resistencia del Señor y se recuperó gracias a un centro de Rehabilitación de World Vision en Uganda
Grace Arach es una mujer que siendo niña fue secuestrada por el Ejército de Resistencia del Señor y se recuperó gracias a un centro de Rehabilitación de World Vision en UgandaWorld Vision

Esta no es la primera vez que he vivido un encierro. Durante la mayor parte de mi adolescencia viví en cautiverio, sin nadie más a quien poder acudir que a mis abusadores.

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Yo era solo una niña cuando me convertí en una de las miles de mujeres secuestradas por el Ejército de Resistencia del Señor (Lord’s Resistance Army, LRA), un grupo rebelde de Uganda dirigido por Joseph Kony. A esta época la llamo la Edad Oscura.

Ya se acabó para mí y estoy a salvo en Nueva Gales del Sur. Pero temo que para muchos otros apenas pueda estar comenzando; estoy más asustada que nunca debido a la pandemia del coronavirus.

Mi pesadilla comenzó lejos del que es mi hogar ahora, Sydney. Realizábamos un viaje cotidiano a la casa de mi abuela cuando nuestro coche fue emboscado por hombres con armas de fuego y una granada propulsada por cohetes.

Me secuestraron, solo un año después de que el LRA matara a mi padre, y me obligaron a casarme con el segundo al mando de Kony. Era un hombre fuerte llamado Otti Lagony, de 35 años. Yo solo tenía 12 años.

Nunca olvidaré la noche en que me llevaron a la casa de Otti y me dejaron allí. Estaba muy asustada porque sabía lo que estaba a punto de suceder; sabía que estaba a punto de verme obligada a acostarme con él. De todos los comandantes, era conocido como el más despiadado y feroz.

Al principio, rechacé las demandas de Otti. Luego sacó su pistola, me apuntó y me dijo que lo hiciera. Solo tenía dos opciones. Elegí la vida.

Por la mañana, me comunicaron que me convertiría en una de las 11 esposas de Otti. Viví en su casa durante casi cuatro años, hasta 1999 cuando Kony lo mató porque creía que su comandante estaba conspirando contra él.

De una manera extraña, la muerte de mi abusador fue dura para mí. Me había vuelto dependiente de él. Cuando no está la persona adecuada a quien amar, aceptas el amor que se te da.

De una manera extraña, la muerte de mi abusador fue dura para mí. Me había vuelto dependiente de él

Ser una de sus esposas también me había brindado protección. Tenía que ser tratada justamente y con respeto por los otros comandantes; no podían ordenarme según su voluntad ni obligarme innecesariamente a transportar cargas pesadas durante largas distancias.

Pero con la muerte de Otti, todo eso cambió. Fui asignada a otro comandante tres meses después.

Ser una niña soldado y una niña novia complicó todavía más mi desesperada situación. Durante mi cautiverio con el LRA, me vi obligada a luchar contra el ejército de Uganda y fui entrenada en una unidad especial para ser una de las guardaespaldas de Kony.

Fui violada. Me dispararon en el pecho. Comí hojas hervidas, tuve que beber agua contaminada e incluso mi propia orina. Perdí mi infancia a manos de mis abusadores.

Ahora soy libre, y me he sentido así incluso durante los confinamientos por la covid-19.

Grace logró estudiar y obtener una licenciatura en Trabajo Social, ahora trabaja en intervención en la primera infancia en Sydney
Grace logró estudiar y obtener una licenciatura en Trabajo Social, ahora trabaja en intervención en la primera infancia en SydneyWorld Vision

Mientras el resto de la comunidad ha estado preocupada por la propagación del virus, yo también he estado preocupada por otra consecuencia de la pandemia. La terrible verdad es que la covid-19 está provocando un aumento del matrimonio infantil. Millones de niñas en todo el mundo corren peligro debido a que familias desesperadas intentan gestionar dificultades financieras extremas.

Las niñas están encerradas en sus hogares y comunidades. Para muchos, eso significa estar atrapados con sus abusadores. Las últimas estimaciones de World Vision muestran que al menos cuatro millones más de niñas se verán obligadas a contraer matrimonios infantiles durante los próximos dos años debido a las crisis de la covid-19, la mayoría en África.

El África subsahariana ya tiene los niveles más altos de matrimonio infantil del mundo, con el 35% de las mujeres jóvenes casadas antes de los 18 años. Las víctimas se están convirtiendo en niñas novias debido a los secuestros, pero también por sus propias familias, que las "venden".

No importa el método o si los padres dan su consentimiento, el matrimonio infantil es abuso infantil. El matrimonio infantil es una violación. Hay que detenerlo.

Soy una de las afortunadas que ha vivido para poder contar mi historia y concienciar al mundo de lo que sucede tras una puerta cerrada.

El 19 de mayo de 2001 a las 10 de la noche logré escapar con otras dos niñas novias y sus bebés. Todavía me dan escalofríos cuando recuerdo cómo nos arrastrábamos a través de los arbustos para escapar y salvar nuestras vidas. Nos hubieran matado si nos hubieran capturado.

Terminé en el Centro de Rehabilitación de Niños de la Guerra de World Vision en Uganda, donde pasé uno de los años más felices de mi vida.

Todavía me dan escalofríos cuando recuerdo cómo nos arrastrábamos a través de los arbustos para escapar y salvar nuestras vidas. Nos hubieran matado si nos hubieran capturado.

Cuando entré por la puerta, mi primera pregunta fue: "¿Puedo volver a la escuela ahora mismo?" El responsable del centro me dijo: “Pero nadie está en la escuela ahora. Es de noche." No podía esperar ni un segundo más. Quería ser algo, y sabía que para ser algo, necesitaba una educación.

Al día siguiente estaba inscrita en la escuela, trabajando para saber leer y escribir, pero también aprendiendo a vivir nuevamente una vida normal. Era toda una atracción, una desgarbada joven de 17 años en clase con niños mucho más pequeños. Finalmente, fui a la universidad.

Los trabajadores sociales de ese centro de rehabilitación me motivaron para que estudiara una Licenciatura de Trabajo Social en Uganda, antes de mudarme a Australia con la ayuda del apadrinamiento infantil.

Actualmente trabajo en intervención en la primera infancia en Sydney. Me encanta ayudar a la gente y estoy decidida a enfrentar los demonios de mi pasado.

Mi mayor deseo es establecer una organización benéfica para apoyar y honrar a los ex niños soldados en Uganda, llamada Bedo Ki Gen, que significa Ugandan for Living with Hope. Todas las chicas merecen tener esperanza en el futuro.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The New Daily y fue traducido al español por Blanca Ariño de World Vision.

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