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El ‘bono niñera’ con el que Italia paga a los abuelos que cuidan a sus nietos

La remuneración alcanza hasta los 1.200 euros al mes para los familiares adultos que crían a menores de 12 años no convivientes; según varios expertos, la medida ayuda al reconocimiento de esta labor, pero es insuficiente

Un abuelo se sienta con su nieta en el poyete de un paseo marítimo.
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Carolina García
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Nadie puede negar que muchos abuelos se hacen cargo de sus nietos. Es una realidad. Mayores que aparcan sus objetivos vitales por criar a los hijos de sus hijos, durante varias horas al día, y de manera altruista la inmensa mayoría de las veces. Para poder visibilizar este papel, Italia ha propuesto un bono niñera con el fin de remunerar unos cuidados que se han acentuado durante la pandemia de coronavirus, tras el cierre de los colegios. De esta forma, el país pagará 1.200 euros mensuales a los mayores que cuiden a un menor de 12 años con el que no convivan. El organismo estatal que gestiona los servicios de la seguridad social en Italia (el Istituto Nazionale della Previdenza Sociale, INPS) ha aclarado que los abuelos y los tíos podrán beneficiarse de esta ayuda hasta el 31 de julio. También se contabilizarán los servicios de cuidado de los niños realizados de forma retroactiva desde el 5 de marzo, cuando entró en vigor el cierre de todos los centros educativos en este país.

Un pequeño paso para visibilizar el rol de abuelo cuidador

“La medida de Italia es un reconocimiento a los mayores que han cuidado a sus nietos en esta etapa de pandemia y también como una forma de ayudar a que se incentive la economía”, explica Carina Cinalli, psicóloga sanitaria y vocal de Asociación de Psicogerontología de España. “Pero a mí me gustaría señalar que los mayores no solo han hecho esto durante la pandemia, ya venían desarrollando un importante papel en las familias y en la sociedad”, añade la experta.

Según explica por teléfono, en España uno de cada cuatro mayores se encarga de los cuidados de sus nietos, “y hay estudios que estiman que lo hacen en un promedio de seis y siete horas por día. Esta medida aporta el reconocimiento económico y también instala en el foco a los mayores que cuidan a los nietos, por lo que también contribuye a darles visibilidad, visibilidad sobre el importante papel que desarrollan y, de alguna manera, modificar o gestionar ciertos estereotipos que unen al envejecimiento con una etapa de pasividad y de carga, más que de aporte y beneficio para la sociedad”.

Convertirse en abuelo, un suceso vital

Existe una heterogeneidad enorme en la forma en que una persona desarrolla el papel de abuelo, “ya que depende del bienestar y biografía de cada persona”. Según mantiene Cinalli, en este rol de abuelo hay muchas cosas que son beneficiosas para el mayor, para el niño y para la sociedad. Y estas son tanto emocionales como conductuales, como cognitivas o personales: “Muchos mayores que cuidan a sus nietos informan de una mejor salud percibida; un aumento de la sensación de sentirse útil; se sienten vitales; disfrutan de transmitir valores y de ser un modelo para los niños distinto de los padres que les aporta una visión distinta de las relaciones interpersonales… todo esto es muy importante. Es un vínculo afectivo que se establece justo en un momento vital que suele ser de pérdidas, de pérdida del trabajo, de las relaciones sociales o de la pareja. Hay algo importante en torno al abuelo como agente transmisor de cultura, de valores”, prosigue. “Todo esto contribuye a desarrollar la generatividad, que es una de las dimensiones del bienestar en el envejecimiento y que significa ese interés de guiar y asegurar el bienestar de las generaciones futuras”. Por último, la experta cita la importancia de la integridad del yo, que es cuando el ser humano ve su vida como un itinerario coherente entre el pasado, el presente y el futuro: “Es algo que protege también contra el final de la vida. Que da una sensación de integridad”.

Entre lo negativo, la experta destaca que hay ciertas personas que narran también sensaciones de frustración y sobrecarga, en cuanto a su relación o su papel de abuelo: “Nos encontramos mayores que dejan de lado su propio proceso vital, que desconectan de sus propias necesidades, deseos y prioridades por el cuidado de sus nietos”. Todo esto, en vez de generar satisfacción, genera insatisfacción, desconexión con el sentido vital: “Incluso tiene un nombre, se habla del síndrome de abuelo esclavo, para referirse justamente de un conjunto de experiencias de la persona mayor que tiene que ver con una sobrededicación, un sobrecuidado, con una sensación de falta de control de la situación. Y la sobrecarga no es algo que ven como algo puntual, sino que lo perciben como algo constante. Y todo esto lleva a una situación de estrés”. En estos casos, los mayores entienden el cuidado como una obligación moral a la cual ni siquiera pueden negarse. “A esta situación se llega tanto por factores internos, por ejemplo, la falta de habilidades para decir que no, o factores externos, como puede ser la falta de medidas de conciliación. Es una combinación muy compleja”, incide la experta.

“Es importante que se visibilice esta parte; que se visibilice el rol de abuelo cuidador de su nieto, para que se consiga que sea saludable”, continúa Cinalli. “Y es sano cuando este papel es una decisión propia del mayor y que forma una parte más de su propio proyecto vital. Cuando el rol de abuelo no pasa por perderte a ti mismo, por olvidarte de tu vida, sino que es algo que te da energía para hacer otras actividades que también te satisfacen y a lo mejor no has podido hacer antes”, añade la experta. “Por todo esto, el bono entra dentro de un reconocimiento al papel de los abuelos, de una labor que es importante, pero considero que deben existir otros tipos de medidas para que las personas mayores pueden desarrollar sus intereses y su proyecto vital, que puede coincidir con este rol de abuelo o no”, concluye.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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