El parlamento de las plantas
El proyecto de la paisajista Céline Baumann defiende aprender de la capacidad de adaptación de los árboles para defender la diversidad en la naturaleza
“Me gusta darles mi voz a las plantas”. Las plantas, los árboles y los arbustos no pueden, obviamente, hablar con palabras, pero dicen cosas. Nos advierten de problemas. Construyen soluciones“. Buena parte de los árboles de un bosque se comunican por las raíces. Los hongos facilitan esa conexión. Intercambian información, comida, energía y espacio. Lo cuenta Céline Baumann, una paisajista francesa asentada en Suiza que es además jardinera, botánica, activista medioambiental e investigadora. Realiza proyectos artísticos y de urbanismo o paisajismo y lleva unos años paseando por los mundo del mundo una idea singular: un Parlamento de las plantas en el que ella da voz a las ideas sobre el cuidado del medio ambiente, la ecología, la inclusividad y la diversidad que rigen la convivencia entre los árboles, los arbustos y las plantas y que –Baumann defiende– son mucho más cabales y civilizadas que las que proponen y discuten los políticos de cualquier parlamento.
Se trata de aprender de la convivencia en el bosque. Baumann compara su cruzada –dar voz a las plantas– con el del escritor Jean de La Fontaine que, en el siglo XVII, hizo hablar a los animales en sus famosas fábulas: El lobo y el cordero, El gato y la zorra o El león y el ratón. Como Lafontaine, Baumann habla metafóricamente. Trata de distanciarse para evidenciar los grandes defectos de los seres humanos: el egoísmo, la estupidez, la pretensión de los que, asegura, las plantas carecen.
Explica que la naturaleza es diversa, y las combinaciones de especies, formas, colores y tamaños se antojan infinitas, porque la convivencia entre las plantas permite esa diversidad, la fomenta. Así –aunque los mercados hacen que se reduzca dramáticamente esa diversidad–, Baumann pregunta que si a nadie le molesta la diversidad de la naturaleza –más bien al contrario, la celebramos–: ¿por qué nos cuesta tanto aceptar a seres humanos diferentes?
“Las hojas de las plantas son todas iguales y todas diferentes”, insiste la botánica. Eso es fruto de la reproducción sexual. En su muestra Queer Nature trazaba el origen del estudio de la sexualidad de las plantas y el acuerdo sobre ese tema. Lo primero se remonta a Aristóteles –que comparaba el aparato reproductor de las flores con un cuerpo humano boca abajo– pasa por Linneo –que realizó la primera clasificación a partir del órgano reproductor masculino (más órganos, más alto en la clasificación)– y culmina con el acuerdo extendido sobre esa sexualidad en el siglo XIX.
Baumann explica que la sexualidad en las plantas es un tema fascinante porque el 95% de las flores son hermafroditas. O pueden serlo. Hasta ahí llega su capacidad de adaptación que es a la vez la guardiana de la diversidad: las plantas pueden cambiar de sexo para ser más eficaces en la reproducción, para adaptarse a los cambios de temperatura o para evolucionar. “La flor perfecta para los botánicos es la hermafrodita, la que contiene los dos sexos”, explica. Y cuenta también, con ironía: “La botánica, en sus inicios, era una actividad considerada adecuada para las jóvenes burguesas del siglo XIX. El placer diurno, se llamaba. Ya ven lo que encubría”. Fueron muchos los escritores que cultivaron a la vez su espíritu y un jardín. Es famoso el de Goethe en Weimar. Y se sabe que Emily Dickinson tenía un herbario.
Baumann, que ha expuesto en la Royal Academy de Londres (What is radical today?) o en Matadero de Madrid, tiene su propio jardín. En él caben todas las plantas y es la lección de la convivencia de las plantas lo que pretende comunicar.
El Parlamento de las plantas es un collage que sitúa en el primer parlamento británico, una antigua iglesia, un congreso de árboles y plantas. La paisajista explica que pensó mucho cómo distribuir a los parlamentarios para construir un diálogo. Sopesó que los árboles estuvieran en el lado conservador –porque necesitan mucho espacio y ayudan a sus hijos; pensó que los verdes podrían ser las plantas que se emplean para fertilizar, pero se dio cuenta de que lo que buscaba evidenciar era que los parlamentos de las naciones son imperfectos y muy mejorables y por eso ero no debía copiar el modelo humano. Así, deshizo el modelo político y recurrió al del bosque donde las especies se mezclan, se conectan, se ceden agua, permiten que sus raíces se toquen y, entre todos permiten una convivencia inclusiva que hace posible una gran diversidad. El Parlamento de las plantas quiere representar una sociedad inclusiva y diversa.
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