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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

El paraíso como parque temático

El plástico y las palmeras conviven en el Eden Project, ¿el mayor jardín botánico del mundo? ¿Una atracción turística? Bajo burbujas de ETFE crece un micromundo de vegetaciones y rentabilidades

Anatxu Zabalbeascoa
Exterior de las cúpulas geodésicas de The Eden Project.
Exterior de las cúpulas geodésicas de The Eden Project. @The Eden Project

Los escenarios para la película de James Bond Die Another Day ("Muere otro día") tenían que ser futuristas y eligieron un proyecto arquitectónico de Nicholas Grimshaw que podría parecer un monumento a la pompa de jabón. En Cornualles (Reino Unido), sobre un terreno de cinco kilómetros cuadrados, cinco cúpulas geodésicas de ETFE (acrónimo de etileno-tetra-fluoro etileno), un polímero termoplástico muy resistente al calor y a la corrosión) encierran varios micromundos vegetales que se conocen como The Eden Project (Proyecto paraíso).

Corría el año 2001 cuando Grimshaw, Ove Arup y el equipo de paisajistas que lideraba Dominic Cole terminaron el trabajo. Fue un éxito fulgurante y no tardó en popularizarse como “la octava maravilla del mundo”. Fue entonces cuando Halle Berry y Pierce Brosnan desembarcaron en el paraje para rodar Muere otro día. La arquitectura parecía ciertamente de ciencia ficción: cinco cúpulas geodésicas formadas por almohadillas hexagonales de ETFE encerraban árboles, arbustos y plantas de todo el mundo. Las cubiertas almohadilladas tardaron dos años en levantarse por una razón de origen: la construcción del paraíso corrió paralela a la destrucción de un infierno. El infierno –la enorme cicatriz que había dejado en el paisaje una cantera de caolín explotada durante 160 años se encontraba en los cimientos del proyecto.

La vegetación del mundo tenía que curar esa herida. Y, en plena burbuja arquitectónica, convertirse también en espectáculo. Así ha sido. The Eden Project se ha transformado en una de las atracciones más rentables del Reino Unido. Sin embargo, a pesar de tener colas de visitantes, tienda de recuerdos, un micromundo vegetal que poco tiene que ver con el lugar y la posibilidad de cerrar partes del parque para celebrar bodas, la empresa que lo gestiona no quiere ni oír hablar de parque temático. ¿Qué es entonces? ¿Una burbuja sostenible?

Interior del invernadero que recrea el clima tropical.
Interior del invernadero que recrea el clima tropical.@The Eden Project

El proyecto tiene detrás a un emprendedor danés, Tim Smit, que ya tenía experiencia en jardines temáticos y tuvo una idea: construir un paraíso. Corrían los últimos años del siglo XX. Habló con el arquitecto Jonathan Ball y este se puso a trabajar. Sugirió buscar a un proyectista estrella. Para cuando uno de los representantes del viejo high tech, Grimshaw, estuvo involucrado, Ball comenzó –según cuenta en el polémico libro The other side of Eden ("El otro lado del Paraíso")– a ser ninguneado. Tras una década de litigios, Ball quedó efectivamente aparcado pero también compensado con más de un millón de libras. Y con los costes de abogados, una cuantía similar, pagados.

A pesar de esos diez años de discusiones, The Eden Project está gestionado por una organización sin ánimo de lucro que no aclara una pregunta básica: ¿Es un jardín o una atracción turística? Como un parque temático, bajo dos de sus cúpulas-invernadero no recrea ciudades del mundo sino paisajes del planeta: micromundos vegetales. Uno es húmedo y está poblado con palmeras y aguacates para trasladar al visitante al trópico. El otro, con olivos, poca agua y olor a lavanda quiere conducir al mediterráneo. Pero la vegetación no está sola. El centro tiene un gran teatro de proyecciones, un café –donde se consumen productos de kilómetro cero y todo se recicla– y un edificio que recibe a los visitantes. No deja de generar beneficios. Y por eso no deja de crecer. Parte de las ganancias las generan los conciertos que organizan. Allí ha cantado Pulp, Elton John y hasta Amy Winehouse. Para este verano la entrada para ver cantar y bailar a Diana Ross costaba 99 libras (unos 113 euros).

Tal ha sido el éxito del paraíso de Cornualles que hace un año se anunció un nuevo Eden Project, otro paraíso para Morecambe (Lancashire), al norte de Manchester. El elegido para diseñarlo fue, de nuevo, el autor de la estación de Waterloo: Nicholas Grimshaw y su equipo. Este año, poco antes de que el coronavirus cambiara los planes de la humanidad, el mismo Grimshaw anunció un tercer Edén. Iba a ser sin burbujas, dedicado al neolítico, junto al río Foyle, en Irlanda del Norte. De construirse, el Reino Unido quedará sembrado de plantas y árboles de todo el planeta. Tal vez eso aclare que puede haber varios paraísos y que todos pueden convivir. Pero puede ser que también clarifique que una cosa es la ecología y otra el espectáculo. En los jardines botánicos no hace falta poder bailar.

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