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Malas pulgas

Ocho ocasiones en las que Éric Cantona ha derrapado tanto o más que en ‘Recursos inhumanos’

Patadas voladores, insultos a su seleccionador, ataques a los bancos… El exfutbolista y ahora actor llegó a decir que el Mundial de Sudáfrica lo ganó Cataluña

Éric Cantona, con la adrenalina desatada en su papel de Alain Delambre en 'Recursos inhumanos'.
Éric Cantona, con la adrenalina desatada en su papel de Alain Delambre en 'Recursos inhumanos'.Netflix
Aitor Marín

Tras una laureada, brillante y accidentada carrera futbolística Éric Cantona (Marsella, 1966) es hoy actor. También pintor y activista, entre otras cosas, pero en la interpretación ha encontrado la mejor forma de canalizar un carácter irascible que le ha traído más de un problema. Ha trabajado con Ken Loach en la estupenda Buscando a Éric (2009) y con Kate Blanchett y Joseph Fiennes en Elizabeth (1998), pero nunca ha tenido un personaje más a su medida que el del maduro Alain Delambre, desesperado por llevar seis años en paro en la serie Recursos inhumanos (Netflix).

La trama está llena de giros imprevistos, pero hay algo que se mantiene: el carácter inflamable de su protagonista, dispuesto a secuestrar a todos los participantes de una toma de rehenes ficticia, un supuesto juego de rol que se va de las manos creado por los altos ejecutivos de Exxya, una oscura multinacional que busca un cabeza de turco al que encargarle una serie de despidos masivos.

Cantona borda el papel, quizá porque no le exige ningún esfuerzo meterse en la piel de su personaje. Habla como él, reacciona como él y golpea como él. En Recursos inhumanos (Dérapages, en su título original), Delambre tiene mucho que aprender de la salvaje trayectoria del actor que lo interpreta.

De cabeza, a por un compañero

Cantona, en sus primeros días como jugador del Auxere, junto a Bruno Martini, víctima de su cabezazo.
Cantona, en sus primeros días como jugador del Auxere, junto a Bruno Martini, víctima de su cabezazo.Getty Images

Alain Delambre demuestra en la serie una tremenda capacidad para romper la nariz a quien le saca de quicio de un certero cabezazo. La habilidad le viene de lejos. Ya en el invierno de 1988, la demostró cuando jugaba en el Auxerre. La víctima: Bruno Martini, guardameta de su propio. Su excompañero en aquel equipo Lionel Charbonnier, testigo directo de la hazaña, fue quien con más detalle relató el incidente. En un entrenamiento previo a un partido amistoso contra el Bayern de Múnich, el entrenador Guy Roux pidió a sus jugadores que quitaran la nieve del césped con un cartel. A regañadientes todos se pusieron manos a la obra a excepción del guardameta, que se quedó sentado en el banquillo. Cuando uno de los miembros del equipo técnico se lo afeó, Cantona, que hasta entonces no se había percatado de la actitud insolidaria del portero, fue hacia él como un toro y le metió un cabezazo que acabó con Martini en el hospital. El asunto se arregló con una multa. Dicen que hasta entonces era habitual ver al marsellés pensativo y apartado de sus compañeros. Después de aquello algunos ni se acercaban por el miedo que infundía.

Premeditación, alevosía y roja directa

Abril de 1988. Quedan pocos minutos para el final de la primera parte del Nantes-Auxerre, partido de vuelta de los dieciseisavos de final de la Copa de Francia. Cantona recibe una tarjeta amarilla por una entrada peligrosa a su marcador, Michel Der Zakarian, y le advierte al árbitro: “Ya puede ir preparando la roja”. El delantero llevaba varios minutos picado con el defensa y había decidido cortar por lo sano. Unas jugadas después, se lanza alevosamente en plancha con las dos piernas por delante a la altura de las rodillas de Der Zakarian. “Fue una mala entrada de delantero”, le excusó luego la víctima de la acción asesina. “Le vi venir y no me tocó demasiado. Luego en el suelo sobreactué un poco”. Un tío honesto Der Zakarian. Cantona, por su parte ni espera a que el árbitro haga su trabajo. Aparta a los indignados contrarios a manotazos y toma tranquilamente el camino de los vestuarios. “Lo que viví aquel día no lo he vuelto a vivir en toda mi carrera, y eso que fue bastante larga”, recordó hace unos años el colegiado, Robert Wurtz. El Auxerre, por cierto, acabó clasificándose a pesar de jugar más demedio partido con un hombre menos.

Henri Michel, “un saco de mierda”

Cantona, todo ufano tras fichar por el equipo de su ciudad. No tardó en liarla.
Cantona, todo ufano tras fichar por el equipo de su ciudad. No tardó en liarla.

Comienza la temporada 88/89, con Cantona estrenando la camiseta del Olympique de Marsella. Henri Michel, seleccionador francés, anuncia la lista de convocados para un partido amistoso contra la hoy extinta Checoslovaquia. En ella no figura el nombre de Éric Cantona. Este explota ante los micrófonos de los periodistas, que ya se frotan las manos conociendo los jugosos cruces de cable del bravo ariete. El jugador comienza lamentando que si Michel cree que está bajo de forma podía haberle advertido antes. Pronto se calienta: “Estaba leyendo una cosa de Mickey Rourke, porque es un tío que me encanta, que decía que el tipo que se encarga de los Oscar es un saco de mierda. Creo que Henri Michel no está muy lejos”. Un año estuvo apartado de la selección a causa del comentario, pero el jugador no se arrepintió e incluso prometió no volver mientras Michel siguiera dirigiendo al equipo. “Llegará un día en el que no podrán estar sin mí. Me haré indispensable”, vaticinó. Con Platini sí jugó, pero esta fase apenas duró un año, y en 1992 Gérard Houllier, su sucesor en el banquillo tuvo que viajar a Inglaterra para convencerle de que volviera a vestir la camiseta bleu. Al final Cantona tenía razón.

Las botas vuelan en el vestuario

Éric Cantona y Bernard Tapie, polémico presidente del Olympique no se tragan. Los problemas vienen, entre otras cosas, porque en enero de esa primera temporada, el jugador lanzó al suelo con asco su camiseta en señal de protesta por una sustitución que consideró injusta durante un partido amistoso. Estuvo un mes sancionado y acabó la temporada cedido al Girondins de Burdeos. La siguiente la comienza en el Montpellier Hérault. Otra cesión. Y vuelve a liarla. Después de perder un partido ante el Lille, su compañero Jean-Claude Lemoult reprocha a Cantona en el vestuario su falta de implicación durante el partido. Mala idea. Este responde tirándole sus botas de tacos a la cara.

Él mismo describió luego la escena, a su manera: “Era demasiado tarde para andarse con explicaciones. Le tiré los tacos a Lemoult a la cara. Jean-Claude respondió. La pelea estalló en el vestuario como un rayo”. Tras el incidente la plantilla del Montpellier se dividió en dos. La mitad exigía su marcha y el resto, que se olvidara el asunto lo más rápidamente posible. Ganó este segundo bando, quizá porque en él había jugadores de tanto peso como Laurent Blanc y el colombiano Carlos Valderrama.

Amago de retirada por unos “idiotas”

La temporada 91-92, Cantona la empieza en el recién ascendido Nîmes, tras un curso anterior en el que había vuelto al Olympique y perdido la titularidad a causa de una inoportuna lesión. El 7 de diciembre disputa un partido en casa contra el Saint-Étienne. Cuando el árbitro le pita una falta dentro del área contraria, una más, Cantona explota una vez más. Coge el balón y se tira con fuerza al colegiado Jean-Pièrre Blouet. Roja directa. El comité de disciplina de la liga francesa le mete cuatro partidos de sanción.

Podía haberse quedado ahí la cosa, pero no. Cuando los jueces le comunican la sanción en audiencia pública, Éric se pone en pie y, uno a uno, va llamándoles idiotas. Ya no son cuatro partidos, ahora son dos meses de suspensión por el desahogo. El futbolista abandona la sala en medio de un follón importante anunciando que está harto, que abandona el fútbol profesional. Tiene solo 25 años. Esas navidades desaparece y, cuando todo el mundo da por hecho que se ha retirado, reaparece en febrero en el norte de Inglaterra como jugador del Sheffield. Sorpresa.

La famosa patada voladora

Justo un segundo después, el ultra Matthew Simmons tenía los tacos de Cantona tatuados en su pecho.
Justo un segundo después, el ultra Matthew Simmons tenía los tacos de Cantona tatuados en su pecho.Getty Images

En Inglaterra a Cantona le va bastante bien. Aunque desembarcó sin hablar ni una palabra del idioma, se va adaptando a su fútbol y en 1992 Alex Ferguson lo enrola en las filas del Manchester United. Esa temporada ganan el campeonato con diez puntos de ventaja sobre el segundo. Y el siguiente curso el francés gana tres títulos (Premier, FA Cup y Charity Shield) con su equipo. En el plano individual tampoco se le da mal, al ser elegido Jugador del Año. Lo malo vino después. En la 94-95 los Red Devils solo ganan la Charity Shield, pero a quién le importa. Ese año será mundialmente recordado por la patada voladora. Fue el 25 de enero.

Escenario del crimen: Selhurst Park, hogar del Crystal Palace. Víctima: Matthew Simmons, xenófobo hincha local. Hechos: Cantona se pasa de frenada en una entrada al defensa Richard Shaw y el árbitro le expulsa. Mientras en el césped una medio trifulca acompaña al francés camino de los vestuarios, Simmons baja 11 filas por la grada para insultar a Cantona de cerca. Llega a la primera y grita bien alto, quizá demasiado alto: “¡Vete a tu país, bastardo de mierda! ¡Vuelve a Francia!”. Estas palabras hacen saltar al interpelado. Literalmente. Simmons, miembro por cierto del grupo fascista National Front, recibe en pleno pecho la patada voladora. Luego hay más golpes (menores), confusión y abandono del terreno.

Esta vez el castigo no solo fue deportivo (nueve meses), sino también penal: Cantona fue condenado a 120 horas de trabajos comunitarios y a una multa de unos 27.000 euros. Fue entonces cuando, para valorar el fallo, pronunció una de sus frases más célebres y enigmáticas: “Cuando las gaviotas siguen al pesquero es porque piensan que van a tirar sardinas al mar”. Puede que el pesquero fuera él y las gaviotas, los periodistas que lo perseguían a la caza de una nueva barbaridad. Quién sabe.

¿Se arrepintió Éric Cantona de aquella agresión? “Debería haberle dado más fuerte. No puedo arrepentirme. Me sentí genial. Aprendí de ello y creo que él también”, dijo en una ocasión. Y en una entrevista en el programa de televisión Football focus, se reafirmó cuando le preguntaron cuál había sido el mejor momento de su carrera deportiva. “Fue cuando le di la patada de kung-fú a un hooligan, porque esa gente no tiene nada que hacer en un partido. Creo que para algunos es un sueño dar una patada a ese tipo de gente. Así que lo hice por ellos, para que estuvieran felices. […] He visto a muchos jugadores marcando goles y todos ellos conocen esa sensación. Pero esta, la de saltar y patear a un fascista, no es algo que se saboree todos los días”.

Luchó contra la banca y la banca ganó

Miembros del movimiento StopBanque, sacando todo el dinero de sus cuentas como les había pedido 'The King'.
Miembros del movimiento StopBanque, sacando todo el dinero de sus cuentas como les había pedido 'The King'.Getty Images

El 11 de mayo de 1997, The King, como le había apodado la afición (también le llamaban La baguette francesa, por sus andares siempre muy tieso) jugó su último partido como profesional, aún con la zamarra del Manchester United y contra el West Ham. Desde entonces ha sido entrenador de fútbol-playa, director deportivo del Cosmos de Nueva York, pintor y actor. Y también activista político. En esta faceta, emprendió una cruzada en octubre de 2010 que dio la vuelta al mundo. Cantona tenía muy claro quiénes eran los culpables de la terrible crisis económica que asolaba a Occidente: los bancos. Por eso, sostuvo, había que poner al capitalismo contra las cuerdas. ¿Cómo? Éric citó a todos los ciudadanos de bien para que el 7 de diciembre de ese mismo años acudieran en masa a su oficina bancaria a retirar tranquilamente su dinero y provocar así un colapso financiero.

La campaña se expandió a través de las redes sociales y surgieron movimientos como StopBanque que apoyaban la medida. También le cayeron algunas críticas furiosas, como la del por entonces presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker: “Es una operación totalmente irresponsable. Un ciudadano no debería inducir a un error a gente que corriente que no tiene los ahorros que él tiene”, denunció. Llegó el 7 de diciembre y no pasó nada. Puede que ni siquiera Cantona se pasara por su banco a retirar su fortuna.

Contra la España que golea

Los premios Laurus, como todo el mundo sabe, son una brillante celebración del espíritu deportivo al que acuden personalidades varios y de más o menos relumbrón. Siempre ha sido todo buen rollo y apretones de manos, excepto cuando en 2015 invitaron a Cantona. La gala se celebraba en Shanghái y Cantona sentenció: “El Mundial de Sudáfrica lo ganó Cataluña porque había siete jugadores de allí en el equipo. Se lio, claro, la mundial. En realidad, el ya exfutbolista solo se había dejado llevar por sus orígenes catalanes por parte de madre. Su abuelo, republicano, nació en Martorell y tuvo que exiliarse en Francia tras la Guerra Civil. Al menos en esta oportunidad, no soltó ninguna patada.

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Sobre la firma

Aitor Marín
Es redactor de EL PAÍS. Antes ejerció cargos de diversa responsabilidad en Man, Interviú, Maxim y Quo, entre otras publicaciones. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra. Escribe a veces de cómics porque le hubiera gustado dibujar. Además, es autor de la novela Conspiración Vermú (Suma de Letras).

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