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Blogs / América
Más se perdió en La Habana
Por Mauricio Vicent

Psicología cubana en tiempos de epidemia: ¿Qué me pongo para el aplauso de las nueve?

Rifas, sentido del humor y recetas de la psicóloga Carolina de la Torre para combatir el confinamiento provocado por el coronavirus

Lillian Lechuga, ganadora de la mascarilla rifada por la psicóloga Carolina de la Torre.                    
Lillian Lechuga, ganadora de la mascarilla rifada por la psicóloga Carolina de la Torre.                    

En estos tiempos oscuros y largos que corren y son caldo de cultivo para la depresión, todo menos dejarse caer. En la máquina de coser, la psicóloga cubana Carolina de la Torre da las últimas puntadas a la mascarilla esotérica que se ha inventado para un sorteo excepcional en estos momentos de crisis. El cubrebocas protector, que en Cuba todo el mundo conoce como nasobuco, no solo tiene el objetivo de que el ganador evite contagiarse de coronavirus, sino que trata de transmitir energía positiva a sus miles de amigos confinados que matan el tiempo en Facebook hasta que suena el cañonazo de las nueve de la noche en La Habana, cuando llega el aplauso en homenaje al personal sanitario que se enfrenta cada día a la epidemia.

La rifa es una excusa y una terapia para sostener el ánimo de sus amigos —y de la propia Carolina—, y surgió de la necesidad de mantener el pulso y el sentido del humor ante cualquier situación adversa en la vida, ahora con más razón, en estos tiempos de epidemia. Carolina asegura que podía haber metido un sesudo discurso en la red sobre la necesidad psicológica de buscarse actividades lúdicas para conservar la salud mental en el confinamiento, pero dice que el objetivo no era ese, sino entretener en la práctica.

Lo primero fue hurgar en sus cajones y conseguir una tela hippie, lentejuelas e hilos de brillo y de colores y sentarse a coser con imaginación en su vieja máquina Singer, una veterana que está a punto de cumplir cien años. Tardó un día, y cuando terminó publicó la foto de la mascarilla en las redes sociales e ideó una competencia de conocimientos para que la gente interactuara y olvidara por un rato sus problemas cotidianos y los rigores del confinamiento.

Había que adivinar un animal misterioso, que no era otro que el manatí, un mamífero marino bien conocido por los indios taínos que habitaban en el Caribe y que eligió en homenaje a su familia paterna, la mayoría naturalistas, y en especial a su padre, Alfredo, un conocido paleontólogo cubano. La convocatoria tuvo cientos de respuestas en Facebook. Participaron psicólogos, escritores, actrices, diplomáticos, artistas plásticos y otros profesionales que pedían pistas a Carolina cuando se trababan.

La psicóloga cubana Carolina de la Torre, frente al Castillo del Morro, en La Habana.
La psicóloga cubana Carolina de la Torre, frente al Castillo del Morro, en La Habana.

La ganadora fue Lilian Lechuga, nieta de Carlos Lechuga, un famoso embajador cubano que jugó un papel destacado durante la Crisis de los Misiles de 1962, cuando el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear. Y como el virus más famoso del planeta ha demostrado ser tan mortífero que cualquier bomba o cohete, Lillian recibió el nasobuco de Carola como si se tratara de la mejor arma de defensa antiaérea.

El acto de entrega cumplió las disposiciones de distanciamiento social dispuestas —en Cuba no existe una férrea cuarentena, pero sí medidas que obligan a salir a la calle con mascarilla y restringen la movilidad a lo estrictamente necesario—. Lillian quedó con Carola en su casa del barrio del Vedado, y la psicóloga bajó de su apartamento armada con un palo de tres metros y el cubrebocas guindado en la punta; así, sin contacto físico alguno, terminó la operación.

Hay que decir que Carolina de la Torre es una de las psicólogas cubanas de más prestigio, exprofesora de la Universidad de La Habana y expresidenta de la Sociedad Cubana de Psicología, maestra de varias generaciones de profesionales cubanos que la siguen en Internet. En los años noventa promovió unos famosos encuentros de Marxismo y Psicoanálisis en la isla que marcaron un hito, y también es autora de un documental y de varios libros que escarban en la identidad del cubano, así como un testimonio excepcional en el que relata los últimos días de la vida de su hermano tras su internamiento en los campos de la UMAP, donde en los años sesenta se confinó a homosexuales, religiosos y todos aquellos que no cumplían los “parámetros” revolucionarios (publicado en España por la editorial Verbum).

Benjamín, cuando morir es más sensato que esperar, es un libro duro, triste, del que ya he hablado mucho en las redes; en esta ocasión se trataba de lo contrario, de crear algo que sirviera para liberar tensiones y, con sentido del humor, sostener el pulso en estos instantes de angustia e incertidumbre”, cuenta De la Torre.

Tanto éxito tuvo la primera rifa de Carolina que se embarcó en una segunda, para la que fabricó un adorno móvil de papel maché con pájaros, peces y cuentas de colores, que le llevo una semana terminarlo. En esta ocasión, el sorteo tuvo dos momentos y consistió en adivinar una flor y una mata, que fue la siguaraya, frondoso árbol silvestre que en Cuba tiene carácter sagrado y también es llamado rompe camino. A él le cantó hasta el gran sonero cubano Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo: “En mi cuba nace una mata/Que sin permiso no se pue tumbar/ Porque son Orishas/ Esa mata nace en el monte/ Esa mata tiene poder/ Esa mata es…siguaraya”.

Ante la siguaraya y la ceiba los practicantes de las religiones afrocubanas hacen brujería, pues dan cobijo a los orishas, o divinidades yorubas, que mandan en la naturaleza y en la conducta de los hombres. Está Elegguá, que abre los caminos, Changó, dueño del trueno y de la virilidad, que en el santoral católico se sincretiza con Santa Bárbara, Yemayá, que viste de azul y es la madre del mar y de las aguas, Obbatalá, dueña de las cabezas.

Confinamiento a la cubana: colas ‘online’ y películas estadounidenses

Carolina no es religiosa, pero tiene en su casa una campanita afro de las que se utilizan en la santería para “llamar” a estas divinidades. A las nueve de la noche en punto, sale con ella a su balcón y la toca con fuerza a modo de homenaje a los sanitarios. Otro vecino se asoma con un silbato de policía, otro canta, cada uno hace su propia bulla. “Igual que las rifas, esto ayuda a la gente a entrar en contacto, algo que hace falta ahora más que nunca”, opina. “No soy partidaria del concepto ‘distanciamiento social’; para lo que estamos viviendo es más apropiado ‘distanciamiento físico’, que es el establecido por la OMS. La cercanía social es hoy casi más importante que antes, aunque sea de este modo”.

Cuenta Carolina que, después de tantas colas que hace la gente en Cuba para comprar cualquier cosa, del agobio por el desabastecimiento y de tantos días de encierro en casa, el sentido del humor es básico. “El otro día me llamó una amiga para que la ayudase a resolver un gran dilema: quería saber qué ropa se ponía esa noche al asomarse a la terraza a la hora de los aplausos”.

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