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CAMBIO CLIMÁTICO

Las algas que tiñen de verde las nieves antárticas

Las temperaturas sobre cero y los nutrientes favorecen la aparición de algas microscópicas sobre la nieve, que podrían extenderse por el continente con el calentamiento global

Andrew Gray, en la Isla Anchorange de la Antártida.
Andrew Gray, en la Isla Anchorange de la Antártida. Matt Davey

La "nieve verde" es un fenómeno que –me confirman científicos polares españoles– existe también en las islas donde se asientan las bases científicas españolas, aunque no coincidió para que lo viera cuando estuve allí en febrero. El fenómeno, generado por unas microalgas que se conocen desde los años cincuenta del siglo pasado, cambiará el aspecto de algunos lugares de este continente, al albur del cambio climático, y podría extenderse más al sur de donde tenía hasta ahora sus dominios, según los resultados de una investigación británica, publicada en la revista Nature Communications.

La cuestión es que esas algas, que proliferan sobre lo que lo se conoce como "nieve primavera", es decir, con temperaturas superiores a 0ºC, no solo cambian el color de la nieve, sino que, debido a su presencia, el área cubierta podría absorber más luz solar, generando a su vez más deshielo. También tienen un papel importante en la captura de CO2, mediante la fotosíntesis, poco importante en cantidad pero si en relación con la que se produce en toda la Antártida.

Algas rojizas en la Bahía Ryder (Isla Adelaida) de la Antártida.
Algas rojizas en la Bahía Ryder (Isla Adelaida) de la Antártida.Matt Davey

"Los ecosistemas de plantas terrestres en la Antártida son muy limitados. Probablemente, usted vio muchos musgos y líquenes en su reciente viaje, pero crecen lentamente mientras que estas algas florecen cada verano austral, produciendo una gran cantidad de biomasa nueva. Hasta el momento solo tenemos datos de satélites de tres años y es poco tiempo para saber si ya se están extendiendo", me explica vía correo electrónico Andrew Gray, de la Universidad de Cambridge, primer firmante de este trabajo. Sobre el futuro se cierne ya ese panorama, su colega Matt Davey añade: "Este trabajo es un avance significativo en nuestra comprensión de la vida terrestre en la Antártida y sobre cómo podría cambiar en los próximos años a medida que el clima se calienta".

La investigación, en la que participan científicos de esta universidad y del British Antarctic Survey, se basa tanto en los datos recogidos sobre el terreno en expediciones a la Península Antártica como en imágenes del satélite Sentinel 2 de la Agencia Espacial Europea. En total, han identificado 1.679 flores de algas verdes sobre la nieve, que cubren un área de 1,9 kilómetros cuadrados, lo que equivale a un sumidero de carbono de unas 479 toneladas al año. Es poco, pero Davey recuerda que resulta muy significativo en una península donde toda la vegetación apenas cubre 8,5 kilómetros cuadrados.

Hay que tener en cuenta, además, que las imágenes del Sentinel 2 tienen limitaciones: sus instrumentos identifican la clorofila, es decir, el color verde, pero no otros colores, por lo que no se han incluido en el trabajo otras algas de color rojo o anaranjado, las mismas que este año vieron proliferar científicos ucranianos de la Base Vernadsky, también en la Península Antártica. "Ahora estoy usando imágenes de mayor resolución sobre áreas más pequeñas incluir estas algas rojas dentro de la estimación de biomasa", comenta Gray.

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Por otro lado, señala que hay un problema de diferencia de escala: "Con el Sentinel 2 solamente podemos identificar grandes extensiones de floración, mientras que en el terreno vimos muchos pequeños parches verdes que el satélite no puede ver", señala. Esto significa que el área de cobertura que estiman en su artículo es probablemente mucho más pequeña que la que hay en realidad, a lo que se suman las que son rojas.

En todo caso, no solo hace falta que haya temperaturas por encima de 0 ºC para que proliferen. Gray y su equipo han descubierto que es importante la cercanía de colonias de fauna marina, porque son una fuente de nutrientes, como nitrógeno o fósforo, para estas floraciones. De hecho, el 60% de las zonas de nieve verde estaba a no más de cinco kilómetros de colonias de pingüinos. Por tanto, explican, también afectarán los movimientos de esa fauna, si bien otros estudios indican que también podría desplazarse al sur si conseguir comida se les pone más difícil por el aumento de temperaturas.

Sobre si en los estos seis años ya se observa algún cambio, el científico comenta: "Todavía es difícil responder ya que cada imagen de satélite es una instantánea de toda una temporada de crecimiento y la Península suele estar muy nublada en verano. Mis observaciones indican que las floraciones están muy influenciadas por el clima estival, así que dos años que bajé a la Antártida nevó y llovió mucho y las flores no eran grandes, pero luego en 2017 y 2020 si se han visto de gran tamaño".

Matt Davey recoge muestras de algas de nieve en la Isla Lagoon.
Matt Davey recoge muestras de algas de nieve en la Isla Lagoon. Sarah Vincent

Casi dos tercios de las algas verdes de nieve las encontraron en las islas Shetland del Sur (Rey Jorge y Adelaida), no muy lejos de la Isla Livingston, sede de una de las bases españolas, la BAE Juan Carlos I. En 2016 ya las estudió allí otro británico, Andy Hodson, de Universidad de Sheffield. En general, se encuentran entre las latitudes 62.3° y 68.1° Sur, donde las temperaturas promedio del aire en verano sí son de 0 ºC o más. Por cierto, también requieren zonas que sean planas o con poca pendiente para prosperar.

En el futuro tienen previsto comprobar cómo la presencia de formas tan coloridas, verdes o rojas, están afectando la calidad del albedo, es decir, el porcentaje de radiación del sol que refleja la nieve. "Creo que tendremos más flores de las grandes en el futuro. Pero antes de sacar conclusiones, necesitamos hacer más cálculos", reconoce Gray.

¿Más calor, más algas?

Gray no descarta la posibilidad de que un día grandes extensiones antárticas reverdezcan de cumplirse las previsiones sobre calentamiento global y su impacto en la Antártida: "Depende de la disponibilidad de nutrientes que haya más arriba. Si hay viento suficiente viento del océano en las regiones más altas y las temperaturas promedio de verano permanecen por encima del punto de congelación, entonces sí. Nuestras imágenes muestran ya floraciones a más altitud en las Islas Shetland del Sur y sospecho que este podría ser el caso más al sur de la Península", señala.

El biólogo español Leopoldo García-Calvo, experto en vegetación polar y uno de cuyos trabajos se menciona en este artículo británico, recuerda que en Isla Livingston también se ha visto a menudo estas floraciones de algas. "Su extensión total, por lo que comentan en el artículo los autores, parece que es poca, un poco más que la del Retiro y el Jardín Botánico de Madrid juntos, pero son de gran interés científico por su significado como bioindicadores de cambios ambientales. Mientras confluyan temperaturas de verano por encima de cero grados en la Península Antártica y exista un aporte de nutrientes de colonias costeras de fauna, estas comunidades se extenderán", concluye.

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