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ABRIENDO TROCHA
Columna
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“Apocalipsis now”: Evitable

Diego García-Sayan
Un grupo de personas asiste a un sepelio en una tumba colectiva en Brasil.
Un grupo de personas asiste a un sepelio en una tumba colectiva en Brasil.RAPHAEL ALVES (EFE)

Inolvidable la tremenda escena. La “Cabalgata de las Valquirias”, de Wagner, a todo volumen desde los helicópteros estadounidenses arrasando con una aldea vietnamita. Paisajes hermosos, surf en el río; y un ataque brutal en el que ametrallan hasta a una escuela. Apocalipsis Now, Coppola, 1979.

Con las analogías bélicas de algunos sobre “la guerra” contra la covid-19, imposible no evocar a Coppola. No hay bombardeos, pero si un “combo” explosivo mientras se limpia el clima del planeta: pandemia global que ya mató a más de 228.000; recesión despegando; tentaciones autoritarias por doquier (Bolsonaro, Duterte, Orban, etc.). Piezas que albergan semejanzas al siglo pasado luego de la Gran Depresión del 29: nutrieron el fascismo, el nazismo, el militarismo expansionista nipón y llevaron a la Segunda Guerra Mundial. Con 100 millones de muertos y demás consecuencias lacerantes conocidas.

Latinoamérica no entra a esta crisis con buen pie; 2019 convulsionado con el que se cerraba un quinquenio de desempeño económico “decepcionante”, en palabras del reciente informe del Banco Mundial sobre la covid-19. Ya se estaba, pues, en problemas serios. La brecha entre la realidad y las expectativas cubrió la región de inestabilidad. ¿Y ahora? Pronóstico, al menos, “reservado”.

Hay, sin embargo, elementos para esperar que no marchamos ineluctablemente a la catástrofe y a un “gran desorden bajo los cielos” generalizado. Destaco cuatro sin referirme a un tema de fondo como es el de la expectativa de todos por “la” vacuna, aún inasible, que, esperemos, llegue pronto.

Primero, con algunas excepciones, en la mayor parte de países los Estados han asumido protagonismo y pasado a la acción. Con cuarentenas y decisiones incómodas que están recibiendo, por lo general, aceptación entre la gente; e intervención directa del Estado con el uso masivo de recursos fiscales.

La Unión Europea, en medio de sus tremendas tensiones internas, parece dar señales de que no dejará las cosas a la deriva. El Banco Mundial en su informe recién publicado ya anuncia un papel activo de los Estados que, incluso, tendrán “que asumir participaciones de propiedad de empresas estratégicas…o…recapitalizar bancos y absorber los activos no productivos”.

Condiciones, entonces, para que la recesión en marcha sea enfrentada con herramientas más cercanas al new deal de Roosevelt que al laissez faire o al de una institucionalidad neofascista. Y así, en casi todo el planeta urgido para poner de lado la tesis –sacrosanta para algunos- del Estado “mínimo”.

Segundo, la tecnología de la información y los “todopoderosos” algoritmos. Que han generado herramientas técnicas de vigilancia informática que harían las delicias de las obsoletas tecnologías de la SS, la KGB o la Stasi. Y que generan en muchos, como Noah Harari, grandes preocupaciones sobre su posible uso autoritario. Pero esa tecnología es ambivalente.

Sirve de herramienta, primero, para que la gente pueda informarse mucho mejor que nunca en el pasado, pese a todas las distorsiones de las fake news o de los medios de comunicación tradicionales sensacionalistas y distorsionadores. Y, segundo, para relacionarse y ponerse en intercomunicación entre sí; y de allí poder pasar a la acción. Millones de personas pueden ser convocadas en pocos minutos frente a zarpazos autoritarios.

Tercero, la vitalidad –en medio de todo- de algunos espacios multilaterales. Acosados por caudillos unilateralistas como Trump, el multilateralismo parecería una “especie en extinción”. Sin embargo, en circunstancias límite, como las de la pandemia actual, recobra iniciativa y vitalidad; y, en especial, legitimidad y capacidad de convocatoria. Son varios los espacios multilaterales cuya legitimidad revive. Dos ejemplos:

La OMS, su legitimidad y capacidad de convocatoria en la mayoría de países, sociedades y líderes globales: impulso de acciones globales concretas frente a los efectos de la pandemia. El otro, la vigorización de espacios multilaterales que venían desmoronándose. Los liderazgos de Merkel y Macron en la descuajeringada Unión Europea, por ejemplo, están pugnando por oxigenar y flexibilizar anquilosadas ortodoxias frente al efecto de la crisis en países como Italia o España.

Cuarto, una globalización que en sus modalidades actuales podrían estar cerrando un ciclo, pero que podría apuntar a una reorientación revitalizadora. Macron –y ya no solo ambientalistas radicales- convoca desde Francia a cambios profundos en la naturaleza de la globalización. Apunta a un ciclo renovado e indispensable para enfrentar la recesión que está empezando.

Pero una globalización re-conceptualizada: que no sea un espacio “sin fronteras” para el comercio y la inversión como única variable de “éxito”; sino que haga de la gente y del enfrentamiento a la desigualdad un propósito también medular. Un objetivo central en la agenda global que le dificultaría mucho las cosas a émulos actuales de autoritarismos que en la pasada Gran Recesión –la de los treinta- fueron grandes aprovechadores.

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