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El problema de la chaqueta de Pablo Iglesias no es que sea de Zara (o cómo elegir una americana)

Más allá de las polémicas por la marca del traje y dilemas sobre la vestimenta y la ideología, el verdadero 'quid' de la cuestion en la americana del vicepresidente segundo (y en la de cualquiera) está en el corte

Pablo Iglesias durante la primera sesión de control al Ejecutivo el pasado martes en el Senado.
Pablo Iglesias durante la primera sesión de control al Ejecutivo el pasado martes en el Senado.EFE
Carlos Primo

En los últimos tiempos la imagen de Pablo Iglesias se ha transformado. El vicepresidente segundo y ministro de Asuntos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno ha adoptado nuevas prendas acordes con el código indumentario del Congreso y con su actividad institucional, pero de vez en cuando aflora la polémica. A veces tienen que ver con la marca que lleva –Zara, en las últimas semanas– y a veces con el modo en que viste las prendas. Otras veces los argumentos entran directamente en el terreno político –¿comprar según qué marcas es un acto ideológico?– y algunos argumentos rozan el clasismo. ¿Tiene solución el laberinto indumentario de Pablo Iglesias? A continuación, algunos argumentos para destramar uno de sus puntos nucleares: las chaquetas que lleva, cómo le sientan, y cómo podrían sentarle mejor.

Analizar (y aconsejar sobre) el estilo de Pablo Iglesias puede parecer una frivolidad, pero más frívolo es que, en tiempos de gravedad, emergencia y crisis, los políticos tengan que estar defendiéndose por el corte de su chaqueta

Aclaración preliminar: el problema no es Zara

Uno de los puntos de la polémica viene por el hecho de que la chaqueta proceda de la firma más conocida de Inditex. Sin entrar en más zarandajas, y por ceñirnos a lo que aquí nos ocupa, aclaramos que no, que el problema no es Zara. Una chaqueta de 70 euros no tiene por qué quedar peor que una de 700. Puede que envejezca peor, que tenga una vida más corta o que no aguante demasiadas visitas al tinte, pero en cuestión de corte y tallaje, que es lo esencial para que una chaqueta quede bien, no influye demasiado. Por otro lado, Zara tiene uno de los equipos de diseño más amplios, especializados y al día del mundo. Visten a millones de hombres, y no pueden permitirse un patrón que quede mal. Conclusión: Zara, sí. Esta chaqueta de Zara para este hombre, tal vez no.

La importancia del corte

En primer lugar, conviene recordar que la sastrería masculina es una especie de precedente del Photoshop. El traje de hombre se creó en un periodo histórico, a finales del siglo XIX y principios del XX, en que sus usuarios no solían practicar deporte ni cuidar excesivamente su alimentación. Es decir, una época de barrigas más que incipientes y espaldas encorvadas que había que domar a base de arquitectura. La chaqueta masculina, con sus entretelas, sus estructuras internas, solapas, aberturas, botonaduras y hombreras, nació como una especie de armadura para crear una silueta homogénea y respetable. La clave, para el sastre clásico, era que nadie pudiera adivinar las peculiaridades físicas de un hombre vestido con traje. Por eso la sastrería es mucho más que patronaje, y por eso los sastres pasan años afinando la mirada hasta desarrollar un oficio complicadísimo. Así que un traje, sea industrial o artesanal, comprado en Zara o hecho a medida en un taller de Savile Row por varios miles de libras, debería siempre ser un aliado del hombre, no un enemigo.

La chaqueta y la discordia

Iglesias es un hombre delgado y esbelto. Por eso no tiene problema en desabrochar la chaqueta y permitir que se vea la camisa por dentro del pantalón, porque no tiene barriga que disimular. Su mayor peculiaridad física, sin embargo, está en su postura. Tiende a subir los hombros y a echarlos hacia atrás, arqueando la espalda y adelantando el cuello. No es una excepción ni nada poco habitual: a muchos nos pasa. La americana gris que empleó en la comparecencia pública en que explicó las medidas destinadas a aliviar el confinamiento de niñas y niños tiene un problema fundamental: hombreras. O, mejor dicho, un hombro demasiado armado que, unido a su postura, genera una sensación extraña. Como si la chaqueta no asentara demasiado bien. Como si la llevara simplemente encima. Sobra tela y sobra volumen. Iglesias tiene el cuello y el rostro delgado, y ese contraste empequeñece su cabeza aún más. No es un hombre con un chaqueta, sino un hombre enterrado por una chaqueta. La buena noticia es que tiene fácil solución. Antes de ir a ella, sin embargo, conviene prestar atención a otro elemento disruptivo: la camisa.

Uno de los tuits que se hicieron eco de la anécdota de la chaqueta de Zara que llevaba Pablo Iglesias en el congreso.

El dilema de la camisa

Prescindir de la corbata y de otros símbolos de la vestimenta formal fue una de las batallas simbólicas que Iglesias guerreó en el terreno indumentario desde el principio. Durante mucho tiempo hizo sus apariciones públicas con camisas de corte entallado. Desde que es vicepresidente, lleva además traje. Casi nunca corbata. Volvamos a su intervención de esta pasada semana. Para combinar con el traje gris claro, Iglesias eligió una camisa blanca. En términos cromáticos, es irreprochable. De hecho, es una combinación bonita y contemporánea, más actual que la gama de azules que suele dominar en las bancadas del Congreso. Tiene corte slim fit, entallado, que Iglesias puede permitirse y que, además, es todo un signo de los tiempos: cuando reabran las tiendas, pruebe a encontrar en Zara o en cualquier otro sitio una camisa con corte recto, no entallado, y verá que no hay tantas.

En todo caso, el problema no está ahí, sino en el cuello. Iglesias lleva una camisa blanca de vestir con cuello italiano, que es un cuello en el que las solapas se abren en un ángulo generoso para hacer hueco a un nudo de corbata igualmente generoso. Sin embargo, si se prescinde de corbata y se desabrocha el primer botón, el cuello se pierde, abrumado y ninguneado, bajo el cuello de la chaqueta. El popelín, ese tipo de algodón fino y suave que se emplea en camisería, queda aplastado, mustio. Y el cuello de la camisa, que debería realzar la silueta creada por una chaqueta bien encajada, pierde su razón de ser.

Un par de sugerencias

En conclusión, el problema de Iglesias y su aprendizaje sartorial tiene fácil solución. Hace bien en elegir trajes de tejidos finos, pero debería probar con chaquetas desestructuradas, con hombros poco armados –es decir, sin hombreras– que se adapten con naturalidad a su silueta. Las camisas, si el objetivo es llevarlas sin corbata, deberían ser de tejidos algo más recios –por ejemplo, tipo Oxford– o, por lo menos, con cuellos más cerrados y estructurados. En ocasiones que no requieran especial etiqueta, la solución podría ser una camisa de cuello abotonado, menos formal pero mucho más favorecedora. Ninguna de estas prendas es difícil de encontrar, porque son básicos disponibles en cualquier tienda de ropa de hombre mínimamente surtida. Una pista extra: en caso de duda, vaya a comprar acompañado y pida consejo al personal de la tienda. Todo esto puede parecer una frivolidad, pero más frívolo es que, en tiempos de gravedad, emergencia y crisis, los políticos tengan que estar defendiéndose por el corte de su chaqueta.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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