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Columna
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La pandemia aviva la censura

Aprovechando la emergencia sanitaria de la Covid-19, muchos países alejados de los cánones democráticos han intensificado la censura

Rosario G. Gómez
Edificio de mármol en la capital de Turkmenistán.
Edificio de mármol en la capital de Turkmenistán. Amos Chapple (Rex)

La verdad es también víctima de la Covid-19. Son muchos los países en los que los medios de comunicación están controlados por el Estado y el acceso a Internet se realiza bajo una censura extrema. Pero pocos lugares del planeta serían capaces de superar a la república exsoviética de Turkmenistán, donde las autoridades han prohibido usar la palabra “coronavirus”, una manera taxativa de suprimir cualquier información sobre la pandemia que azota a todo el planeta. El término ha desaparecido incluso de los folletos médicos distribuidos en escuelas, hospitales y centros de trabajo, según los datos recabados por Reporteros Sin Fronteras (RSF), que detallan cómo policías vestidos de paisano detienen a los transeúntes que hablan sobre el coronavirus en las paradas de autobús y en las colas de las tiendas, o también a quienes usan mascarilla. El régimen que con mano de hierro conduce Gurbanguly Berdimuhamedow ha hecho gala de extravagancias, como encargar una estatua ecuestre de seis metros sobre mármol blanco y chapada en oro o prohibir los coches de color negro, pero su actitud ante la emergencia sanitaria es irresponsable y roza lo delictivo al dejar a la población desprotegida.

Esta república autárquica de Asia Central tiene poco que envidiar a Bielorrusia, también en la órbita exsoviética. Su presidente, Alexander Lukashenko, ha recomendado a sus conciudadanos jugar al hockey sobre hielo y beber vodka como receta contra la Covid-19. Su vecina, la todopoderosa Rusia, ha impuesto igualmente un férreo sistema de control informativo, según RSF, que da cuenta de que los periodistas rusos que cubren el coronavirus están siendo atacados por la agencia de control de medios.

Aprovechando la pandemia, muchos países alejados de los cánones democráticos han intensificado la censura. Los periodistas acusan aún más si cabe la falta de transparencia y ponen en cuarentena las informaciones oficiales. Y mientras RSF insiste en que la crisis del coronavirus no debe usarse como pretexto para que los Estados fortalezcan su control sobre los medios y bloqueen la información, en Egipto se torpedean páginas web por "suscitar la preocupación pública"; en Jordania se ha llegado a suspender la circulación de la prensa de papel durante el estado de emergencia bajo la creencia infundada de que los periódicos impresos son vectores potenciales del virus, y en Israel su sofisticada tecnología utilizada para combatir el terrorismo se ha redirigido ahora hacia los movimientos de los periodistas, de manera que todos aquellos que tengan que desplazarse para realizar entrevistas y recopilar información serán rastreados mediante sistema de geolocalización a través de sus teléfonos móviles. Cuando los servicios de inteligencia de un país —de cualquier país— asumen la supervisión de la prensa se está poniendo en jaque la libertad de información.

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