Cuarentena y WhatsApp: los expertos piden prudencia y no sobrexponer a los niños en Internet
Algo no intencionado cómo mandar un video a familiares y amigos puede convertir el contenido en viral, robando el derecho a la intimidad y a la propia imagen de nuestros hijos
Carlos y Patricia, padres de un bebé que está a punto de cumplir su tercer mes de vida, recibieron más de cinco veces entre el domingo y el lunes, por distintos grupos de WhatsApp, el vídeo de una pequeña niña valenciana, de entre dos y tres años, que mantiene una conversación con su madre con la soltura y el desparpajo de una señora mayor. El vídeo, que los padres de la menor compartieron entre familiares y amigos, saltó esta primera barrera de seguridad y empezó a circular por miles y miles de móviles de la comunidad autónoma valenciana hasta el punto de convertirse en viral y dar el salto a las redes sociales.
En Twitter, por ejemplo, el usuario @v1centemartinez, con sólo 104 seguidores, lo compartió la madrugada del lunes 30 de marzo a las 00:26 horas. ¿El resultado? 22 horas más tarde el vídeo acumulaba más de 10.000 retuits, 35.000 me gustas, 700 comentarios y casi 700.000 reproducciones. Otros usuarios, como la youtuber y reportera del programa À Punt Directe de la televisión autonómica valenciana Nerea Sanfe, también lo compartieron, pero poco tiempo después lo borraron de su timeline. “Acaban de decirme que los padres quieren que lo borre. A mí me ha llegado por WhatsApp y me ha parecido maravilloso, por eso lo he compartido”, escribía en un tuit. En otro posterior volvía a confirmar el borrado y afirmaba que el vídeo le había llegado por tres grupos de WhatsApp diferentes.
“Al principio nos pareció simpático. La niña tiene expresiones como “vull ballar música marxosa” o "espera que te diga" que nos hicieron gracia. Pero luego, al ver que a los padres no les estaba gustando lo que pasaba ya empiezas a pensar y a ser consciente de que las cosas se pueden complicar por un video inofensivo pasado a un conocido”, reconocen Carlos y Patricia.
Los padres de la pequeña no han querido hacer declaraciones a El País, pero una familiar próxima explica que, ante la imposibilidad de parar el despegue viral del vídeo, “se lo han tomado con humor”.
¿Es este un ejemplo paradigmático de cómo se nos puede escapar de las manos, en un abrir y cerrar de ojos, el derecho a la imagen y a la intimidad de nuestros hijos en la época de las redes sociales?, le pregunto a María Zabala, periodista experta en ciudadanía digital y miembro de The Digital Citizenship Institute. “Sin mala intención, lógicamente, pero es un ejemplo clarísimo”, concede.
Para Zabala, siempre, pero muy especialmente en una situación de confinamiento como la que vivimos en la actualidad, un contenido simpático puede dar pie a ser compartido con la intención de producir en familiares y allegados la misma sensación positiva que nos ha generado a nosotros. Aun así, matiza, cuando se trata de nuestros hijos, es importante diferenciar entre lo que grabamos para disfrutar nosotros mismos y lo que queremos además compartir con los demás.
Falta de conciencia social
Como explica Borja Adsuara, profesor, abogado y consultor experto en Derecho, Estrategia y Comunicación Digital, los usuarios que redifunden y ayudan a viralizar estos vídeos no pueden ser conscientes del deseo de los padres de la menor: “Sólo suponen -como es el caso- que lo han difundido voluntariamente, por lo que la redifusión no es ilegal. Sólo lo sería en el caso de que las imágenes menoscabaran gravemente la intimidad o la integridad moral del menor”.
Adsuara, que asegura que lograr retirar el vídeo de circulación “es imposible” (“se puede hablar con los administradores de las redes sociales abiertas como Facebook o Twitter para que lo retiren -y esperar a que te hagan caso-, pero es imposible parar la difusión en las redes de mensajería como WhatsApp”), considera que muchos padres y madres deben tomar conciencia aún “de la importancia del derecho a la intimidad y a la propia imagen de sus hijos”. Sin embargo, reconoce que es difícil porque la difusión de imágenes y de vídeos “se ha normalizado y se ha convertido en un hábito social”.
De la misma opinión es María Zabala, que piensa que “en general compartimos sin pensar demasiado”. Para la autora de iWomanish.com no se trata de pasarse horas pensando si compartir un vídeo o no, pero sí de que “pararse un poco antes de hacerlo”, especialmente cuando hay de por medio la imagen de un menor. “Aunque sus padres hayan compartido esa imagen o una determinada información, eso no significa que podamos seguir compartiéndola nosotros”, afirma antes de pedir que los adultos “nos apliquemos el cuento” con el que aleccionamos a niños y adolescentes sobre lo que hacen en Internet sin entender el alcance real de sus actos: “Quizá podríamos aplicarnos una máxima: si puedes consultar con los padres la posibilidad de compartir, entonces hazlo y después, con un sí, compartes. Si no puedes, no compartas”.
Mi sensación, le digo a los expertos, es que posiblemente estemos más mentalizados con la protección de la imagen de nuestros hijos en redes sociales a las que vemos un alcance más público como Facebook o Instagram. Sin embargo, nos relajamos en aplicaciones como WhatsApp, que nos ofrece cierta sensación de privacidad en nuestras conversaciones. “WhatsApp no es en sí misma una red social, pero es una plataforma que igualmente trata nuestra información –de hecho, pertenece a Facebook-. Lo que compartimos son datos que van de unos dispositivos a otros y con el primer envío se pierde el control de lo que uno manda. No es que haya que dejar de usar WhatsApp, pero sí tenemos que acostumbrarnos a no comentar, compartir o difundir cualquier cosa. Menos aún si son imágenes de nuestra vida privada o nuestros hijos”, reflexiona Zabala.
Para la experta, el mejor consejo que se le puede dar a unos padres para evitar situaciones como la ocurrida con el vídeo de esta menor valenciana es que en el caso de compartir un video así en grupos familiares o los perfiles de redes sociales, “se explique con claridad que no queremos que ese video salga del contexto familiar o de nuestros seguidores”. De la misma opinión es Borja Adsuara, que no obstante considera que este tipo de advertencias o ruegos “es como pedirle a un amigo que te guarde un secreto: a veces lo hace y a veces se lo cuenta a otro diciéndole que le guarde el secreto. Y así sucesivamente”.
En todo caso, el abogado experto en derecho digital recomienda compartir imágenes siempre desde la “prudencia y nunca caer en la sobreexposición de los hijos en Internet”, mucho menos si se trata de imágenes que atenten contra su dignidad o les puedan hacer sentir incómodos ahora o en el futuro. “No hay que olvidar que el derecho a la intimidad y a la propia imagen es de los menores, no de sus padres”, recuerda.
María Zabala, por último, considera que “el sentimiento y la percepción” de la intimidad y la privacidad “se han convertido en una moneda de poco valor” en la era de la mensajería instantánea y las redes sociales, donde “casi sin darnos cuenta” contamos mucho sobre nuestras vidas y las de nuestros hijos. “Nos falta conciencia, sí, aunque en lugar de fustigarnos deberíamos simplemente parar y pensar antes de publicar. Pensar en las personas que salen o se mencionan, pensar en nuestra intención al compartirlo, pensar en cuánto le aportará realmente a quien lo reciba y en cómo queremos que lo utilice en caso de que lo haga. Suena tópico, pero es eficaz. Pensar. Para bien o para mal, ahora tenemos mucho tiempo para hacerlo”, concluye.
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