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Columna
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La seguridad humana como prioridad global

Es difícil de entender que el Consejo de Seguridad de la ONU, el órgano encargado de constatar las amenazas a la paz y la seguridad internacionales, no lo haga cuando ya se ha ocupado de otras epidemias

Mariola Urrea Corres
Reunión del G20 en Osaka (Japón) el pasado 28 de junio.
Reunión del G20 en Osaka (Japón) el pasado 28 de junio. JACQUES WITT (AFP)

Arabia Saudí ha convocado una reunión del G-20 para abordar los efectos del coronavirus. Lo hace a propuesta de España, que impulsa un esfuerzo de coordinación internacional imprescindible en la lucha contra una pandemia de efectos devastadores para la salud y seguridad humana, así como para la propia resiliencia de los sistemas sanitarios y económicos del mundo. No es la primera vez que este foro económico de carácter multilateral se ocupa de este tema. Lo hizo en 2014 con la Declaración de Brisbane (Australia) al comprometerse a coordinar esfuerzos para frenar la expansión del ébola y hacer frente a las consecuencias de la enfermedad. Desde entonces, el G-20 ha hecho de la salud el eje vertebrador de su Declaración de Berlín (2017) y, el año pasado, ya advirtió en Japón de la necesidad de fortalecer los sistemas de salud como fundamento de un crecimiento inclusivo. Es de esperar, por tanto, que la reunión de esta semana pueda dar lugar a la primera declaración de carácter multilateral significativa sobre la Covid-19. Sería un éxito si el enfoque desbordara lo estrictamente sanitario y económico para plantearse desde la lógica de la seguridad humana y con la prioridad que este atentado a la seguridad global reclama.

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Desde este planteamiento, el coronavirus también debería ser objeto de un pronunciamiento contundente por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Es difícil de entender que el órgano encargado de constatar las amenazas a la paz y la seguridad internacionales no lo haga cuando ya se ha ocupado de otras epidemias. Ocurrió con el sida mediante resoluciones que declararon la enfermedad como uno de los desafíos más formidables para el desarrollo, el progreso y la estabilidad de las sociedades que requería, en consecuencia, una respuesta global amplia y excepcional. Más recientemente, el Consejo de Seguridad se ha pronunciado de nuevo al hilo de la propagación del virus del ébola en Liberia (2014) y Congo (2018), calificando en esta ocasión a la epidemia como amenaza para la región y subrayando la necesidad de que la comunidad internacional siga apoyando el fortalecimiento de los sistemas sanitarios nacionales.

A la vista del número de países afectados por el coronavirus, considerando las cifras de contagios y el número fallecidos, así como el impacto que la pandemia está teniendo sobre la economía mundial, resulta sorprendente que el Consejo de Seguridad todavía no haya considerado reunirse para declarar la Covid-19 una amenaza, sin precedentes, a la seguridad internacional. Dejando al margen a China, Estados Unidos o Rusia, ahora son cinco los países europeos que pueden impulsar este pronunciamiento: Francia y Reino Unido, como miembros permanentes; y Alemania, Bélgica y Estonia, como no permanentes. ¿Se atrevería Estados Unidos a minimizar en ese foro la dimensión global de una amenaza que atenta contra la seguridad de millones de personas en todo el mundo? No estaría de más poder comprobarlo.

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Sobre la firma

Mariola Urrea Corres
Doctora en Derecho, PDD en Economía y Finanzas Sostenibles. Profesora de Derecho Internacional y de la Unión Europea en la Universidad de La Rioja, con experiencia en gestión universitaria. Ha recibido el Premio García Goyena y el Premio Landaburu por trabajos de investigación. Es analista en Hoy por hoy (Cadena SER) y columnista en EL PAÍS.

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