Pero, ¿qué hay de malo?
La ley para tener una muerte digna ha sido tramitada con el apoyo mayoritario de la Cámara y con la oposición de algunos grupos políticos. A mí me gustaría preguntar a aquellos que se oponen a esta ley qué problema hay en aprobar una ley que no obliga. Solo es cuestión de permitir una salida a quien solicite poner fin a su vida porque siente intolerable sufrimiento físico o psíquico, un sufrimiento que padece esa persona y nadie más. Seamos coherentes. ¿Qué hay de malo en que yo decida sobre mi final de manera libre? ¿Quién más puede decidir hasta qué punto debo sufrir, hasta dónde debo alargar una vida con una dolencia diagnosticada como incurable? ¿Qué hay de malo en que yo decida sobre mí mismo?
Daniel Fernández Ocaña. Madrid
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