Guiñol
Lo que montaron los cinco coristas del separatismo en el Congreso podría haber sido una funcioncilla cutre pero simpática si no fuese porque tenía lugar en la sede parlamentaria
Si las sesiones parlamentarias, como la apertura de legislatura, suelen tener un aire teatral, a veces tirando a lo cómico y otras a lo dramático, sin duda la sesión previa que montaron los cinco coristas del separatismo en el Congreso recordaba irresistiblemente a una función de guiñol. Sólo les faltaba la estaca de cartón para pegarle al lobo malo, que era el Rey, y preguntar a los periodistas: “¿Por dónde se ha ido?”. “¡Por allí, por allí!”, contestarían a coro. Y los Cinco de la fama, el pentotal fatal, aporrearían sucesivamente a la fiera con estéril ahínco, cada uno en una lengua distinta para repetir lo mismo: el Pentecostés de los mastuerzos. Podría haber sido una funcioncilla cutre pero simpática, como suele ser el guiñol para pequeñajos poco exigentes, si no fuese porque tenía lugar en la sede parlamentaria y los cinco acartonados protagonistas representaban a grupos políticos que niegan la soberanía de todos los ciudadanos y de cuyo capricho dependen los Presupuestos y la gobernabilidad de España. Es natural que el PNV se haya dolido de que no le invitaran al festejo gratuito: tenían derecho a su monigote como los demás...
¿Para qué sirve la monarquía? Esta inquietud de los buenos republicanos se responde con los guiñoles del Congreso. La declaración releída en cuatro lenguas se titula No tenemos Rey (je, je) y luego: Democracia, libertad, repúblicas. Los dos primeros términos significan que sobra la ley si no les conviene, ya saben, pero el importante es el tercero: repúblicas, no república. O sea, no la república española de tantos decentes republicanos, sino las republiquetas antiespañolas de quienes con ese mismo estribillo traicionaron e hicieron imposible la II República el siglo pasado. La monarquía sirve para evitar las repúblicas, no la república.
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