El peligroso documental de Gwyneth Paltrow: drogas, esoterismo y desinformación en nombre de la fama
'The Goop Lab' es la última excentricidad de una actriz que alterna papeles sin brillo en películas de la Marvel con un negocio multimillonario que ha levantado las cejas de algunas autoridades sanitarias
En una ocasión Gwyneth Paltrow dijo que preferiría fumar crack a comer queso de lata. Esta broma encapsula la imagen pública de la actriz durante la última década: por mucho que su sentido del humor sea sarcástico y autoconsciente sigue sonando elitista y condescendiente. En cualquier caso, nadie se toma lo que dice al pie de la letra (cabe suponer que, a punta de pistola, Paltrow elegiría el queso enlatado antes que el crack), nadie considera que su discurso sea literal. ¿O sí? Por si acaso, Netflix ha insertado una advertencia al inicio de su nuevo reality show The Goop Lab que aclara que no se trata de un programa sobre medicina, sino sobre “entretenimiento e información”. Un “no lo intenten en casa” de toda la vida, vamos. Pero el éxito de Goop, la empresa de estilo de vida y bienestar fundada por Paltrow en 2008, depende de que la gente efectivamente aplique sus consejos, consuma su filosofía y pruebe sus productos en casa. O, mejor aún, que desee hacerlo con todas sus fuerzas, pero no se lo pueda permitir.
'The Goop Lab' es un producto perfecto para la sociedad de 2020: no solo porque saque a tres blancos llorando y dispuestos a sufrir un ataque de ansiedad emitido en 190 países porque su jefa (Gwyneth Paltrow) se lo ha pedido, sino también porque presenta a los seres humanos como empresas
Porque por encima de todo, Goop vende una existencia aspiracional. Su catálogo ofrece cepillos de dientes de seda (40 euros), tanques de medusas para decorar tu casa (2.700 euros), mostaza para bañarse (11 euros), almohadas sexuales (86 euros) o pesas bañadas en oro de 18 kilates (113.000 euros). Goop explota las fertilidad comercial de la clase media post-2008, esa gente para la que “tenerlo todo en la vida” significa coquetear con las clases que le quedan por debajo y por encima: no tienen un piso en propiedad, pero se permiten caprichos como prendas de ropa, tratamientos u objetos de decoración que cuestan lo mismo que ganan en un mes. Y además Goop apela a la obsesión de la cultura actual con la celebridad: para aquellos que no tengan suficiente con comportarse, grabarse y posar como los famosos en Instagram, Goop les ayuda a alimentarse, cuidarse y hacer el amor con la misma excentricidad que las estrellas de Hollywood.
Y eso que hace años que Gwyneth Paltrow (Los Ángeles, 1972) solo es una estrella de Hollywood por las rentas. Su último papel protagonista (Country song) data de 2010 y lleva cinco años apareciendo solo en películas de Marvel, en las que interpreta a Pepper Potts (la pareja de Iron-Man). Sin embargo, Paltrow lleva cultivando esta inquietud por vivir “la mejor vida posible” y ser “la mejor versión de ti misma” desde que enamoraba al mundo en Shakespeare enamorado, Grandes esperanzas o Los Tennenbaum: la actriz aprovechaba sus rodajes internacionales para preguntarles a los operarios locales por los mejores restaurantes, cafeterías o centros de estética de la ciudad; se dijo que su exnovio Ben Affleck acabó harto de que ella le diese consejos para redecorar su apartamento que no le había pedido; y aseguraba que “todas las mujeres pueden sacar tiempo para hacer ejercicio, incluso con su bebé en la habitación”.
Esta delirante desconexión con el mundo real empezó a volvérsele en contra. Al fin y al cabo, Paltrow nació, creció y se formó en el privilegio de una familia acomodada (sus padres, Bruce Paltrow y Blythe Danner, son actores de éxito; en su primer papel, Hook, fue dirigida por su padrino Steven Spielberg) y por eso la también privilegiada Carrie Bradshaw de Sexo en Nueva York exclamaba, tras enterarse de que Paltrow asistía a terapia psicológica: “¿Y cuál es su problema, que se gusta demasiado a sí misma?”.
Goop podría quedarse en otra extravagancia de una famosa (como la de poner nombres de alimentos a sus hijos o exigir decoraciones específicas en sus habitaciones de hotel) de no ser porque varias asociaciones de salud han denunciado que los tratamientos que recomienda a menudo mezclan la medicina no regulada con el esoterismo. De hecho, hace unos días, la Sanidad británica ha calificado su reciente serie The Goop Lab como potencialmente peligrosa.
Más allá de anécdotas virales como el vaporizador de vaginas (69 euros) o la vela con olor a la vagina de Paltrow (68 euros), cuya fragancia es descrita como “divertida, preciosa, sexy y hermosamente inesperada”, Goop se mete en jardines serios como entrevistar a expertos en salud (con o sin credenciales) que advierten de los peligros de llevar sujetadores con aros (pueden provocar cáncer de mama), de consumir verduras con lectina y de usar tampones o condones de látex.
El catálogo de la empresa de la actriz ofrece cepillos de dientes de seda (40 euros), tanques de medusas para decorar tu casa (2.700 euros), mostaza para bañarse (11 euros), almohadas sexuales (86 euros) o pesas bañadas en oro de 18 kilates (113.000 euros)
En una ocasión recomendaron tratamientos con picaduras de abejas y una mujer falleció probándolos. Por otra parte, el catálogo de Goop vende un líquido “repelente para los vampiros psíquicos” (24 euros la botella de 100 ml), huevos de cuarzo rosa para insertar en la vagina y reactivar su energía (49 euros) y botellas de agua “botánica cargada de positividad y filtrada con cuarzos rosas” (72 euros). Cada vez que una asociación de la salud ha cuestionado, denunciado o investigado los ingredientes de sus productos, Goop se ha apresurado a modificar las descripciones de esos productos en su catálogo. Cuando la empresa se alió con el conglomerado editorial Condé Nast para editar una revista, la colaboración terminó precipitadamente porque Condé Nast exigió que los consejos médicos incluidos en dicha revista aclarasen su base científica. Las convenciones de Goop, en las que sus clientes comparten sus experiencias, cobran una entrada de entre 500 y 4000 euros.
The Goop Lab, cuyos seis episodios ya están disponibles en Netflix, parece enseñarle el dedo corazón con una sonrisa a todos los que critican a Goop, se ríen de su fundadora o desprecian a sus clientes. El primer capítulo sienta las bases de la filosofía Goop: la optimización de uno mismo, el atrevimiento a pensar fuera de la caja y a salir de tu zona de confort y el consumo de productos, experiencias y tratamientos preciosos (con especial énfasis en las primeras seis letras de esa palabra). Tras el rótulo de “consulte a su médico antes de iniciar un tratamiento de salud” The Goop Lab se lanza al vacío de su primer tema: las terapias psicodélicas.
El capítulo va alternando una entrevista de Gwyneth Paltrow a dos expertos en el consumo de drogas alucinógenas para la superación de traumas, ansiedad o depresión con testimonios de pacientes de dichas terapias. Naima, de 31 años, confiesa haber sufrido depresión con tendencias suicidas durante años hasta que descubrió que el consumo de de setas alucinógenas (asegura tener el frigorífico lleno de ellas) le ayudaba a sentirse más en paz con sus miedos. Jon, un exmilitar de 42 años atormentado por el síndrome post-traumático tras la Guerra de Irak, explica que se sometió a un tratamiento experimental con MDMA (una variante del éxtasis) con resultados más que satisfactorios.
La armonía cromática del programa se basa en destellos de rosa cuarzo: los sillones, los labios de las entrevistadas, las prendas de ropa, las columnas de la cabaña jamaicana y, por encima de todo, la cara de Gwyneth Paltrow. Esta armonía del rosa pastel solo se ve interrumpida por alguna palabrota ocasional de la gurú-empresaria, que dice “fuck” con la energía de alguien a quien el algortimo de un estudio de marketing le ha indicado que si dice un taco ocasionalmente parecerá más cercana.
Mientras tanto, tres esbirros de Paltrow (su asistente, su jefa de marketing y su mejor amigo) viajan a Jamaica, donde el consumo de setas no está legislado, para someterse a un viaje interior hacia (respectivamente) su creatividad, el trauma por el suicidio de su padre y su incapacidad para entablar relaciones emocionales con otros seres humanos. Todos los trabajadores de Goop son ese tipo de personas que cuando están muy contentos casi se ponen a llorar y se abanican los ojos con las manos.
Su experiencia con las setas es dramáticamente íntima, incómoda de mirar y profundamente televisiva. Y confirma a The Goop Lab como un producto perfecto para la sociedad de 2020: no solo porque saque a tres blancos llorando y dispuestos a sufrir un ataque de ansiedad emitido en 190 países porque su jefa se lo ha pedido, sino también porque presenta a los seres humanos como empresas. Goop considera que tú eres tu mejor proyecto y por tanto debes cuidar ese producto, asentar esa marca y llevar esa empresa hasta el éxito. Y si la humanidad ha acabado en estas es por una mezcla de narcisismo, estrés y necesidad desesperada por reconectar con la espiritualidad. Con algún tipo de espiritualidad. Con cualquier tipo de espiritualidad. Así que Goop ofrece una espiritualidad consumible.
'The Goop Lab', como la propia Goop, es una manifestación de lo mejor y lo peor del liberalismo. Si se emitiese en un canal público se le podría pedir responsabilidades sociales, médicas o económicas, pero tanto Goop como Netflix son empresas privadas. Y ahora tú también eres tu propia empresa privada
The Goop Lab, como la propia Goop, es una manifestación de lo mejor y lo peor del liberalismo. Si se emitiese en un canal público se le podría pedir responsabilidades sociales, médicas o económicas, pero tanto Goop como Netflix son empresas privadas. Y ahora tú también eres tu propia empresa privada. Mientras haya gente dispuesta a comprar lo que venden (objetos, tratamientos, felicidad), la existencia de Goop será perfectamente lícita. Y cada vez que un medio se hace eco de las polémicas, de las estupideces o de los productos virales de Goop, el tráfico de la web de Goop se dispara.
Lo perturbador de The Goop Lab es que, al no tratarse de un documental sino de una teletienda del bienestar, no entrevista a voces contrarias que cuestionen las terapias psicodélicas. Al fin y al cabo, el hecho de que las drogas te hagan sentir mejor cuando estás deprimido, sufres ansiedad y convives con un trauma es exactamente el motivo por el que mucha gente se engancha a ellas. Que cuatro testimonios expliquen cómo han logrado incorporar las micro-dosis a su vida no significa que otros pacientes no puedan perder el control y consumir más drogas de las que su experto en salud sin credenciales les recomienda.
Los vendehumos ambulantes de pócimas (crece-pelo, afrodisiacas, anti-brujas) llevan siglos triunfando entre el pueblo, desde los puestos callejeros hasta las tiendas esotéricas. Pero la sociedad medieval tenía claro dónde encontrar su paz espiritual (en la iglesia) y medía sus valores en base a los de Dios. Nosotros medimos nuestros valores en base a los de Gwyneth Paltrow. ¿Alguien duda todavía de que la cultura de la celebridad se nos ha ido de las manos?
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