Así son y así se ganan la vida los ocho nietos de Isabel II
Guillermo y Enrique, hijos de Carlos, el heredero, son los más conocidos. Los otros seis oscilan entre los negocios privados y la función pública
Si ser hijo de un rey no es fácil, según cómo se mire, ser nieto de monarca es todavía más complejo. Hay un delicado equilibrio de comportamientos, apariciones públicas y expectativas cuando se trata de tener a un rey, o reina, como abuelo, sobre todo dependiendo de si se desciende de la línea del heredero o no. Es el caso de la familia real británica. La presión recae sobre Guillermo y Enrique de Inglaterra, los hijos de Carlos de Inglaterra, el heredero al trono. Pero el resto de nietos de la soberana también tiene un papel complicado.
Porque lo que hacen depende de tres personas: su abuela, que decide qué papel quiere que tengan en la familia; sus padres (los príncipes Ana, Andrés y Eduardo), que son quienes tratan de influir en su ascendente y sus descendentes para que escojan un papel; y los propios nietos, que también tienen voz y voto al respecto. Algo que hasta ahora se había menospreciado, pero que gracias a Enrique y su decisión de dar un paso atrás en la familia real, se ha podido comprobar es también un factor importante.
Isabel II tiene ocho nietos, dos de cada uno de sus cuatro hijos. Los hijos de Carlos son sobradamente conocidos, pero los otros seis representan distintos papeles, muy del gusto de sus padres y siguiendo su estela.
Los dos mayores son Peter Phillips, de 42 años, y Zara Tindall, de 38. Son hijos de la princesa Ana de Inglaterra, la segunda hija de la soberana. Al igual que su madre, cumplen un papel discreto y eficiente, solo que, al revés que la llamada princesa real, fuera del seno de la familia real británica. Cuando nacieron se convirtieron en 5º y 6ª, respectivamente, en la línea de sucesión al trono británico, pero sus padres —Ana y el capitán Mark Phillips— decidieron de forma tajante que no tendrían títulos, ni ducados, ni serían tratados como altezas reales.
La educación de aquellos niños —hoy adultos y que fueron los primeros en hacer bisabuela a Isabel II— fue como sus padres querían: normal. Phillips se licenció en Ciencias del Deporte por la Universidad de Exeter (Inglaterra) y trabajó durante años en el equipo Williams de Fórmula 1, hasta que en 2015 dio el salto al Royal Bank of Scotland, y ahora está localizado en las oficinas centrales del mismo, en Edimburgo. Se casó con la canadiense Autumn Kelly en 2008 y tienen dos hijas, Savannah e Isla. Su boda, celebrada en Windsor, causó controversia porque fue la primera exclusiva que los Windsor vendieron a una revista: las fotos del evento se pudieron ver en Hello!, la versión británica de ¡Hola! Una polémica que ahora se repite, puesto que Peter (ahora 15º en la línea de sucesión al trono británico) ha aparecido en un anuncio de leche en China. Su entorno, porque él no se ha pronunciado, afirma que no ha utilizado sus conexiones reales para ello, y no ha querido hacer públicos sus honorarios.
Su hermana también mantiene un perfil bajo, aunque es algo más conocida. Entre otros motivos porque, desde niña, además de prima es buena amiga del príncipe Guillermo, que es solo 13 meses menor que ella. De hecho, ahora es habitual ver jugando juntos, en escapadas campestres y cumpleaños a los hijos tanto de los Tindall como de los Cambridge. Zara es madrina de Jorge de Cambridge, el primogénito de Guillermo y Kate.
Zara, 18ª en la línea de sucesión, también ha estado muy vinculada al deporte. Es una consumada amazona, igual que sus padres (su madre lo es y su padre fue entrenador hípico de EE UU) e incluso participó en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, ganando la medalla de plata en el concurso por equipos. Hace ocho años tomó el apellido de su marido, el exjugador de rugby británico Mike Tindall, con quien se casó en una modesta iglesia de Edimburgo en julio de 2011. Sin embargo, sigue usando el Phillips de forma profesional. El matrimonio tiene dos hijos, Mia, de seis años, y Lena, de 18 meses.
Igual que Peter, Zara no representa a la corona en actos oficiales. Solo se la ve un par de veces al año (y a veces ni eso): siempre acude al Trooping the Colour, los festejos en junio por el cumpleaños de Isabel II; y, en ocasiones, a la misa de Navidad de Sandringham.
Un perfil totalmente opuesto mantienen sus primas, las hijas del príncipe Andrés y Sarah Ferguson. Beatriz y Eugenia de York quienes juegan un papel ambivalente en la casa real: en ocasiones representan a la reina, pero también tienen empleos privados. Eugenia, la menor, tiene 29 años y se casó en octubre de 2018 en una gran boda en Windsor con el financiero Jack Brooksbank, un enlace que se celebró con toda la pompa y el boato que quería su padre. Y que busca también para la próxima, la de su primogénita, Beatriz, con Edoardo Mapelli Mozzi. Ahora lo tiene más difícil, dado su papel en el escándalo del fallecido financiero Jeffrey Epstein, acusado de tráfico sexual de menores y buen amigo del tercer hijo de Isabel II. Tanto que su cercanía a él le obligó a justificarse en una entrevista en la BBC y, después, a dar un paso atrás en sus labores como representante de la corona.
De ahí que el papel de las nietas de la reina (10ª y 11ª en la línea de sucesión al trono) sea ahora impreciso. Con una escasa cantidad de actos institucionales y unos empleos que nunca parecen del todo definidos (Eugenia trabaja para una casa de subastas de arte contemporáneo; Beatriz es vicepresidenta de una empresa de software), su futuro peligra. Pese a que su padre trataba de darles cierto renombre y ambas son tratadas bajo el nombre de "Su Alteza Real la princesa de York", no parece que el bajo perfil que mantienen sus primos —a excepción de Guillermo, heredero del heredero— y el que ahora se ve obligado a mantener su padre les vaya a permitir presumir de gran pompa ni boato.
Isabel II tiene otros dos nietos, probablemente los menos conocidos, nacidos a su vez de su hijo más discreto y de la que afirman es su nuera preferida por su mesura. Eduardo y Sophie, condes de Wessex, se casaron en junio de 1999 y tienen dos niños aún menores de edad. Lady Luisa Windsor (13ª en la línea de sucesión) de15 años y Jacobo (12º, antes que su hermana, al tratarse de un varón), llamado vizconde Svern, que acaba de cumplir 12. No tienen título de altezas reales, como desearon sus padres, sino solo los que reciben los hijos de condes: lady y vizconde.
Aunque sus padres y especialmente su madre, Sophie, sí trabajan codo a codo con la reina, a los niños apenas se les ve más que en bodas y actos familiares y poco se sabe de ellos. Solo apuntes sueltos: que Luisa tuvo un trastorno ocular complicado desde su nacimiento llamado exotropía y que es una amante de los caballos, como su abuela; o que Jacobo fue pillado hace un par de años, cuando tenía 10, conduciendo un coche dentro de los terrenos de Windsor. Probablemente, seguirán así: sumidos, más allá de alguna trastada, en la más absoluta discreción. Al menos durante algunos años.
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