Olvidos de Abascal
El líder de Vox y compañía son una enfermedad que hay que desterrar como la viruela, y con la medicina que recetó Baldoví: educación
Los componentes de la llamada La Manada, la que actuó en Pamplona, violando a una chica en grupo, puede que sean todos ellos descendientes de marroquíes sin papeles llegados a España en patera antes de 1492, cuando se empezó a pedir la documentación a los moriscos y a los judíos emboscados. De eso no estaba seguro Santiago Abascal cuando preparaba su esclarecedora intervención ante el pleno del Congreso en los minutos previos a la investidura del gran traidor que es Pedro Sánchez. Por eso no los mencionó.
Ni a los jugadores de la Arandina, que quizá sean refugiados sirios. Por no hablar de un austriaco bajito y moreno que ordenó gasear a millones de judíos en los años cuarenta. ¿Sería un inmigrante colombiano?
No hay que gastar demasiado tiempo en desmentir con datos los disparates de Santiago Abascal, Vox y compañía, pero algo sí. Porque su intencionadamente indocumentado discurso tiene reflejos en la formación del estúpido argumentario de una buena parte de la sociedad española.
Hace ya algún tiempo hice parar y luego me bajé de un taxi cuyo conductor intentaba convencerme de que era mejor ser atracado por un compatriota que por un extranjero. Estúpido de mí, le pagué antes de irme.
Creo que algo sí. Creo que algo hay que molestarse en hablar cuando se escucha por la calle, o en el portal de la casa propia, una expresión tan inculta y tan soez como suelen ser los lamentos nacionalistas, xenófobos o racistas a los que se nos va haciendo el oído. A algunos nos ha llevado mucho tiempo desterrar de nuestro repertorio diario frases como “perro judío”, o las referidas a la presunta suciedad innata de los gitanos. Mucho tiempo, quizá demasiado. Están tan incrustadas en nuestro cerebro que no nos sobresalta oírlas. Eso por no hablar de las cosas que se pueden llegar a decir en una reunión de hombres solos sobre cualquier mujer, menos la madre de uno.
Abascal, Ortega Smith y el aparente refinado Espinosa de los Monteros son eso. No son otra cosa que el inventado supremacismo blanco, que la inventada superioridad de los hombres sobre las mujeres, que el invento de unos españoles que nunca violarían a una mujer.
Abascal y compañía son una enfermedad que hay que desterrar como la viruela, y con la medicina que recetó Joan Baldoví: educación. Y hay que rebatir las mentiras. Que no se queden.
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