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Columna
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‘Dos Papas’

En esta película, el gran duelo interpretativo entre dos colosos, acaba en tablas. Como acaba en tablas la historia real

Jorge M. Reverte
Benedicto XVI (Anthony Hopkins) y Francisco (Jonathan Pryce), en ’Los dos Papas’.
Benedicto XVI (Anthony Hopkins) y Francisco (Jonathan Pryce), en ’Los dos Papas’. Netflix

Cuando uno se somete, de buen grado, eso sí, al tan anunciado duelo de actores, pero también de doctrinas, que nos trae la película Dos Papas, puede ver que poco cambia en la Iglesia cuando cambia un Papa.

El resultado es tremendo. En primer lugar, porque la Iglesia católica (la representante de la única religión verdadera, no se olvide) sale vencedora gane quien gane el duelo. En eso, la película de Fernando Meirelles es inequívoca y fiel a la realidad. Porque no se conoce ninguna ocasión en que haya sucedido lo contrario.

Lo malo es que la historia pretende que nos dé lo mismo. Ganara la opción que ganara entre Joseph Aloisius Ratzinger (Anthony Hopkins) y Jorge Bergoglio (Jonathan Price), a los católicos les iba a dar igual, porque ninguno de los dos hombres iba a dar de sí más de lo que se esperaba de ellos. Ni la Iglesia iba a perseguir de verdad a los golpistas y torturadores ni a los abusadores de niños.

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Porque nunca lo hizo.

En España esta película debería acompañarse de algún documental que situara a los católicos frente a la Iglesia y frente al franquismo durante los 40 años en que se produjeron con absoluta impunidad los abusos sexuales contra menores en una gran cantidad de colegios y parroquias, y las torturas y ejecuciones en casi todas las comisarías de Policía.

La sonrisa complaciente de muchos espectadores y espectadoras al final del largometraje se borraría. Porque la Iglesia católica no solo fue un actor pasivo en la bestial historia franquista, sino un actor bien pagado a cambio de su silencio pero también de su participación en los hechos.

Los niños abusados de todo el mundo y las familias de desaparecidos en Chile, Argentina y muchos países más, no van a encontrar consuelo viendo esta película. Un gran duelo interpretativo entre dos colosos del asunto, que acaba en tablas.

Como acaba en tablas la historia real. Porque la estructura de poder en el seno de la institución ni se toca. Hay un cura alemán al que le gusta la filosofía, que se enfrenta de buen humor a otro cura al que le caen bien los pobres. También está de buen humor el segundo.

Yo creo que, después de ver la peli, solo deberían estar de buen humor las mujeres, porque no quedan concernidas por tanta tropelía.

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