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Columna
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Pasaporte para los refugiados de 2015

La situación en la que se encuentran en Europa los refugiados de la ola de 2015 es propiamente inhumana

Sami Naïr
Una niña bajo la lluvia en el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, el pasado 26 de noviembre.
Una niña bajo la lluvia en el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, el pasado 26 de noviembre.ARIS MESSINIS (AFP / GETTY IMAGES)

La situación en la que se encuentran en Europa los refugiados de la ola de 2015 es propiamente inhumana. El incumplimiento del sistema de cuotas —un reparto de 160.000 sobre los dos millones que pedían asilo—, especialmente por los países del Este, y el laberinto burocrático adicionado por el sistema de “trueque” del Acuerdo de la UE con Turquía, han agravado el calvario que sufren las personas atrapadas en territorio europeo sine die bajo una losa de incertidumbre jurídica, y en centros de contención en Grecia e Italia, entre otros países. El balance general es, desde luego, aterrador. La solidaridad humana se ha desvanecido. Abandonados, despreciados, olvidados por los medios de comunicación, vagan ahora por las poblaciones europeas pidiendo limosna, cuando no se les prohíbe drásticamente salir de los campos de internamiento en los que están confinados. Las fiestas de Navidad y de Año Nuevo se acercan también para ellos, y contemplarán, otra vez, el decrépito principio de solidaridad cuatros años después de su destierro.

Jurídicamente, estas decenas de miles de personas no existen, no tienen más identidad que su humanidad y la de su país de procedencia —salvo los apátridas—, sus hijos no pueden disponer de una educación satisfactoria, y, por encima de todo, no saben qué será de ellos mañana: conseguir finalmente, después de un largo y penoso proceso, el derecho de quedarse en algún país de “acogida”, o tener que regresar al país de tránsito o de origen que, en general, no les reservan una situación más halagüeña que la ya sufrida.

La Unión Europea, dividida sobre los asuntos humanos, está enfocada ahora sobre otras materias; se ha olvidado de los refugiados, hasta el próximo estallido en el mar, quizá con la primavera.

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Descartado por doquier otorgar a esos seres humanos necesitados de amparo internacional los beneficios de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, había defendido, en 2016, en el libro Refugiados: frente a la catástrofe, una solución humana, la idea de configurar, bajo algunos criterios de la mencionada Convención y la normativa europea sobre los beneficiarios de protección internacional, un estatuto específico y excepcional de solicitante de asilo con permiso de movimiento en el territorio de la UE. Esta propuesta, inspirada en Fritgof Nelsen, el premio Nobel noruego (1938), que entonces pensaba en los refugiados de la primera guerra mundial, no obligaba a ningún Estado miembro a aceptar peticionarios, solo permitirles el tránsito por su país si no encuentran posibilidad de asentarse. El mismo Secretario General de la ONU, Antonio Gutiérrez, que fue responsable de la política europea de inmigración, había aludido a una idea parecida cuando la crisis de 2015. Este título de tránsito facultaría a los solicitantes de 2015 que lo deseen acabar con su condición de asignados a punto geográfico obligatorio y, con la ayuda de ACNUR, buscar soluciones donde lo pueden y deseen. Pues el encierro indefinido en una condición incierta, sin hablar de los centros de internamiento, los condena a no tener ningún futuro.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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