Palabras de Navidad
“Lleva su chocolatera, rin rin (...), su molinillo y su anafre”. Pero ¿qué es un anafre?
Oímos villancicos estos días en las cenas familiares o en los grandes almacenes. Y en uno de ellos (Hacia Belén va una burra) llegará el verso que dice “Lleva su chocolatera, rin rin, yo me remendaba, yo me remendé (...); su molinillo y su anafre”. Pero ¿qué es un anafre? Hagamos un festivo repaso por algunas palabras que apenas sólo usamos en Navidad.
aguinaldo. Hasta el siglo XV se decía mayormente “aguilando” (y a veces “aguinando”), opciones que parecen proceder del latinajo hoc in anno (“en este año”), locución usada desde antiguo en las canciones populares de Año Nuevo (Corominas y Pascual). El aguinaldo es un donativo navideño, ancestral tradición. “Aguilando” y “aguinaldo” convivieron ya en los diccionarios del XVI y del XVII, pero “aguinaldo” adquirió luego mayor uso (sin que ello se debiera a que designase un mayor donativo).
anafre. Un anafre (también se dice “anafe”) es un hornillo portátil. La palabra procede del árabe hispánico annáfih (“soplador”). En la antigüedad, los anafres funcionaban con carbón; y esa especie de brasero necesitaba un airecillo (el soplo) que alimentara el fuego. El aparato se llamó antes “clíbano” (del latín clibănus, “horno de campaña”), pero este término no lo usa ya casi nadie. Menos aún que el “anafre”.
muérdago. Se desconoce el origen de este vocablo. El muérdago, típico adorno navideño en muchos países junto con el acebo (especie protegida, ojo), ha dado lugar a supersticiones y mitos como su efecto benefactor si se acerca a los amantes potenciales. El muérdago vive en los troncos de los árboles, tiene hojas en forma de lanza y ofrece un fruto verde o rojo no comestible, salvo que sea usted un urogallo.
mirra. Oro, incienso y mirra. Esta palabra no ha cambiado en miles de años, pues se decía igual en griego (mýrra). La mirra es una resina usada como bálsamo. Y no se crea usted (si lo leyese en Internet) que tiene relación alguna con el villancico “pero mirra cómo beben los peces en el río”.
pampanitos. “Pampanitos verdes, hojas de limón, la Virgen María, madre del Señor”. A veces se oye “campanitas verdes”…, en vez de “pampanitos”. Obviamente, se trata del diminutivo de “pámpanos” (en latín, pampĭnus): el pimpollo de la vid; y también un sarmiento tierno (y verde). Además, decimos “repámpanos”, para mostrar sorpresa: “¡Repámpanos, que buen aguinaldo me han dado!”.
turrón. No se sabe de dónde viene la palabra en último término, aunque en el inmediato se conjeture sobre su relación con “torrar” (tostar) y con el catalán torró. Nebrija (siglo XVI) no se complicó mucho con la receta al definir la composición: “De miel, etcétera”, escribió en su diccionario. Primero Covarrubias (siglo XVII) y luego la Academia (en el XVIII) le incorporaron ingredientes: “almendras, piñones, avellanas y nueces”. La definición actual indica, desde 1992, que generalmente se vende en tabletas, pero no le agrega ninguna materia prima. Y eso que se comercializan ya turrones de chocolate, de coco, de café, de praliné, de yema, de pistacho y hasta de galletas. Ay, pero tal vez eso no se pueda considerar propiamente turrón.
zambomba. La palabra se forma mediante onomatopeya o imitación del sonido (como “tintineo”, “susurro” o “tamtam”). A los académicos del siglo XVIII no debía de gustarles mucho este instrumento usado por los pastores, porque al final de la definición señalaban que produce un sonido “desapacible y áspero”. Ahora se indica que es “fuerte, ronco y monótono”. En fin, no se trata precisamente de un arpa.
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