10 fotosLa caravana fulani por paisajes arenososCrónica de nueve días con una comunidad fulani persiguiendo nubes que parecen burlarse de ellos. Así vive este pueblo nómada del SahelMarco LongariCélia Lebur06 dic 2019 - 00:19CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceEl pueblo wodaabe es una comunidad dentro de los fulani, un pueblo nómada del Sahel. Son pastores y comerciantes nómadas de ganado en la región. Sus migraciones se extienden desde el sur de Níger, pasando por el norte de Nigeria, el noreste de Camerún, el suroeste de Chad y la región occidental de la República Centroafricana.Níger, donde más del 80% de la población vive de la agricultura y especialmente de la ganadería, es el país del Sahel más afectado por los efectos del cambio climático y la subida de las temperaturas. Según las estadísticas nacionales, cada año se pierden entre 100.000 y 120.000 hectáreas de tierras debido a la desertificación y la erosión del suelo.Este es el poblado de Bermo. El año pasado, sus 66.000 habitantes recibieron con alegría las primeras lluvias, en mayo. Pero, al cabo de unas semanas, cesaron. Durante 30 días no cayó una gota de agua. Las llanuras comenzaron a ponerse amarillas, la hierba se volvió escasa y el precio de los cereales se disparó.Este año ha sido relativamente bueno para los fulani. Los días que no había pasto, los pastores contaban con existencias de alimento para animales. Además, durante la migración, apareció una oportuna lluvia e hizo que creciera la hierba.Temperaturas más altas, vientos cambiantes y niveles de humedad que alteran los patrones de lluvia, tormentas de arena, lluvia torrencial... Todo puede cambiar la calidad o incluso la ubicación del pasto del que dependen los pastores migratorios.Esta zona vive en una espiral infernal: la presión demográfica y la escasez de recursos han generado una mayor competencia con los agricultores por la tierra. Los conflictos se han multiplicado. En todo el Sahel, los cultivos están invadiendo los corredores de trashumancia y viceversa.Como resultado, incluso en los años buenos como 2019, la población es vulnerable. Los precios del mijo, el sorgo y el maíz han disminuido y, pese a ello, solo entre junio y agosto, 1,2 millones de nigerinos se encontraban en situación de inseguridad alimentaria grave, según la FAO. Las sequías de los años setenta y ochenta, que diezmaron la mitad de los rebaños, marcaron un punto de inflexión histórico en Níger y el resto del Sahel. "No estábamos preparados para eso, todos huyeron a Nigeria", recuerda uno de los miembros de la comunidad. "Los animales estaban tan delgados y cansados que había que levantarlos para que se pusieran de pie, incluso la gente se moría de hambre, no quedaba nada en los mercados". Una de las consecuencias es que miles de pastores jóvenes han abandonado el medio rural para probar suerte en las capitales , Niamey, u otras ciudades importantes de África occidental. Se convierten en limpiabotas, vendedores de tarjetas SIM o de plantas medicinales. En las aceras de Bamako, Conakry o Dakar, abundan los emigrantes que huyen de la violencia o la pobreza. Al final de la temporada de lluvias se celebra una gran fiesta. Es el momento más importante del año para los fulani wodaabe. Llegan familias nómadas de todo el Sahel. Es una oportunidad para reforzar lazos de amistad. Celebran matrimonios y nacimientos. Los hombres se preparan y se maquillan. Cuando cae la noche, bailarán para seducir a las mujeres. Así recuperan fuerzas para echarse al camino, afrontar los peligros, el calor. Porque pronto, la hierba desaparecerá y los estanques se secarán. Y habrá que caminar, siempre más lejos, persiguiendo las nubes.