Ed Skrein: el actor que dejó ‘Juego de tronos’ y sobrevivió a una puñalada es la estrella de 2020
Tras superar un resbalón en la serie más famosa de la década y abandonar su carrera de rapero, el británico parece destinado a ser el gran seductor de Hollywood gracias a ‘Midway’. Debuta, además, como rostro de Bad Boy, nuevo perfume masculino de Carolina Herrera
"Si me cortas, sangro Londres”, dice Ed Skrein (Londres, 1983) devorando un pincho de tortilla de patatas, como si su cerrado acento de Camden no fuera bastante para reconocer una vinculación a escala molecular con el lugar donde nació. “No me mudaré a Hollywood”, enfatiza. “No. Mi hogar, mis amigos y mi familia están en Londres. Tengo profundos lazos con mi ciudad y no pienso moverme de allí”, concluye. Suena rotundo.
"A los 17 años me metí en un lío y me apuñalaron por la espalda. El médico dijo que si hubiera llegado al hospital 15 minutos más tarde habría muerto"
Uno supone que esta es una conversación que ya ha tenido antes con agentes, publicistas y asesores, porque este tipo de uno ochenta, cuerpo de atleta, cara esculpida con un cincel, ojos tan brillantes que no se sabe si son azules o verdes y dentadura perfectamente imperfecta está a punto de caramelo en términos comerciales. En 36 años ha sido pandillero, pintor, profesor de natación, rapero, actor especializado en papeles de villano con el que te acostarías y ahora ha cogido ese desvío que lleva a Próximo Mito Sexual de Hollywood. A su alrededor todo parece conjurarse para ello.
Está ese runrún que le coloca entre los finalistas para ser el nuevo James Bond y, sobre todo, su papel protagonista en Midway, la superproducción de Roland Emmerich sobre la mítica batalla aeronaval de la Segunda Guerra Mundial estrenada este viernes en España y que debutó en el primer puesto de taquilla en EE UU. En el largo, Skrein interpreta a un personaje real. Un piloto de la marina estadounidense que consiguió alcanzar a dos portaviones japoneses en un mismo día. “Es un renegado, un tipo que no teme a la muerte”, dice el actor, cuyo nombre y cara destacan en los carteles de una película coral. Él no es el más conocido, comparte reparto con Nick Jonas, Woody Harrelson o Dennis Quaid, pero todo parece diseñado para decirle al espectador: “Sí, vale, pero fíjese en este hombre”. Se diría que el objetivo es llevarle en palmitas al estrellato.
No está mal para alguien al que hasta antes de ayer no reconocía ni su abuela. Concretamente hasta 2016, cuando fue Ajax, el malo de Deadpool, película de Marvel que se convirtió en uno de los mayores éxitos del cine de superhéroes. “Crecí leyendo Deadpool y aquello fue un sueño hecho realidad. Cuando me dieron el papel no me lo podía creer. ¿A mí, entre todos los que había hecho la audición? ¿Estaban locos? Tim Miller, el director, tiene las cosas claras y no se deja impresionar por los nombres famosos. Yo creo que la peli funcionó muy bien porque el rodaje fue muy divertido. Significó un gran empujón a mi carrera. Ahora Tim y yo somos buenos amigos. Acabo de hablar con él para quedar en Londres cuando vaya para la promoción de Terminator”.
"Empecé a actuar sin pretensiones y sin ego. Yo ya había trabajado por el salario mínimo y ya había estado arurinado"
Las críticas de Midway han sido buenas, aunque no tanto las de la interpretación de Skrein. Que un inglés haya interpretado a un héroe de guerra de Nueva Jersey no terminó de convencer a los críticos. “Para mí no fue un problema. Me gustó mucho hacer Midway, porque mis dos abuelos participaron en la Segunda Guerra Mundial, uno en el ejército de tierra y el otro en las fuerzas aéreas”. ¿Su abuelo era piloto de la RAF? “No, arreglaba los cazas, pero hacen falta todo tipo de trabajos para ganar una guerra”.
Aunque en estas semanas se juega su futuro con el estreno europeo del largo de Emmerich, el actor parece de todo menos preocupado. Es el protagonista del día. Visita Madrid como rostro de Bad Boy, versión masculina de Good Girl, la última fragancia con la firma de Carolina Herrera convertida en éxito planetario. En la publicidad encarna a un guapo peligroso, papel que también borda ante el fotógrafo.
“Soy una persona creativa. He trabajado en un montón de formatos. Tuve otros encargos relacionados con la publicidad en el pasado, pero no me sentía cómodo. Y ahora sí. La publicidad es un tipo de creatividad que me parece fascinante. Y además lo estoy pasando bomba, tío”, ríe. Se entiende. Una treintena de personas abarrotan las dos salas del estudio. Fotógrafos, estilistas, maquilladores, realizadores de vídeo, cocineros preparando el catering, empleados de Carolina Herrera y algunos personajes que no se sabe muy bien quién diablos son. Lo habitual en una campaña como esta. Puig, la empresa española propietaria de Carolina Herrera, es experta en convertir en éxitos no solo sus perfumes, sino también las caras que los encarnan. De aquí, Skrein se irá a El hormiguero, y de ahí a una fiesta en su honor. Una de esas noches de Madrid en las que estar invitado o no marca la diferencia entre ser alguien o un mindundi.
"He interpretado muchos antagonistas. Algunos con cualidades que les hacen redimibles y otros sin salvación"
Pero el ambiente es relajado, casi festivo, sobre todo porque Skrein también lo es. Ha venido de Londres acompañado de un amigo. Ni managers ni guardaespaldas ni séquito que lo proteja de preguntas incómodas. No ha pedido el cuestionario de la entrevista y tampoco ha vetado temas. Ni siquiera tiene problema en hablar de lo que pasó con su participación en Juego de tronos. Durante tres capítulos fue Daario Naharis, el sensual y melenudo mercenario que seducía a Khaleesi poniendo esa cara de empotrador brutote pero tierno que es la marca de la casa. Después, ese papel se adjudicó a otro actor, Michiel Huisman.
“Todo el mundo adora Juego de tronos, pero no significó nada para mí, ni personal ni creativamente. No tengo ningún problema en dejar un trabajo. No me gusta sentirme esposado a nada. Empecé a actuar con 27 años. Sin pretensiones y sin ego. Ya había trabajado por el salario mínimo y ya había estado arruinado. No necesitaba la aprobación de nadie ni estaba desesperado por triunfar”.
Ser actor, cuenta, no fue más que la ocurrencia de un amigo de la adolescencia. Ben Drew, el rapero conocido como Plan B. “Ben y yo somos amigos desde los 16. Él es el padrino de mi hijo y yo el de su hija”. Inciso: de su vida privada solo se sabe que tiene un hijo llamado Marley.
Skrein enseñó a Plan B a rapear. Tan bien que con 17 años a su amigo le ofrecieron un contrato por 100.000 libras para convertirle en el Eminem británico. Mientras, él estudiaba Bellas Artes (es, cuentan, un digno pintor abstracto), montaba una academia de natación (“siempre he hecho deporte pero ese era el único en el que era realmente bueno”) y rapeaba con sus amigos de Foreign Beggars o participaba en el proyecto African Xpress, en el que Damon Albarn, líder de Blur, mezclaba artistas occidentales con africanos.
“Contemplé el ascenso de Ben desde la barrera. Estuve a su lado sin que nadie me hiciera caso, porque yo no era nadie. Él era rico y famoso y yo no. Eso me permitió observar y analizar. Darme cuenta de lo que hacía bien y lo que no. Aprendí mucho”. Convertido en estrella, Drew quiso dirigir una película en 2012. “Un día me pidió que actuara. Yo jamás lo había hecho, ni en el colegio. No me interesaba. El arte, sí. Actuar no”. Ill manors era una película sobre la vida en las calles de Londres. Y Skrein, a pesar de venir de una familia de clase media, había estado metido de lleno en el mundo de las bandas. Casi le cuesta la vida.
“Era muy agresivo. A los 17 me metí en un lío y me apuñalaron por la espalda. Se me encharcó el pulmón. El médico dijo que si hubiera llegado al hospital 15 minutos más tarde habría muerto. Pasé cinco días ingresado. Estaba tan furioso que incluso en el hospital solo pensaba en vengarme de los tipos que me habían atacado. Hasta ese momento estaba lleno de testosterona, adrenalina y ego. No había encontrado mi lugar en el mundo. Era una persona negativa, bajo la influencia de fuerzas muy oscuras. Y me encontré en una disyuntiva: podía perpetuar ese modelo y meterme en un círculo de violencia o darme cuenta de que no era mi camino. Sería presuntuoso si hablara de iluminación pero fue cuando empecé a perseguir la luz. La ironía es que, desde entonces, mi vida se ha vuelto maravillosa y positiva y es en mi trabajo donde exploro la parte oscura”.
Prácticamente todos sus papeles tienen esa parte turbia. Hasta cuando es el bueno, como en The transporter legacy, es un poco cabroncete. Está cómodo en malvados ambiguos, como en Maléfica 2, pero lo que borda son los auténticos hijos de puta, como el sargento de policía racista de El blues de Beale Street. “Antagonistas”, los llama él. “He interpretado a un montón de antagonistas. Algunos con cualidades que les hacen redimibles y otros sin posibilidad de salvación”.
Skrein ha dado ejemplo de integridad cuando ha tenido ocasión. En 2017 fue elegido para interpretar un personaje en Hellboy que en el cómic aparecía como estadounidense de origen japonés. En cuanto se anunció empezaron las acusaciones de whitewashing (elegir a un actor blanco para interpretar un personaje que originalmente pertenecía a otro grupo étnico) y Skrein no dudó en renunciar. Aunque parezca increíble, fue la primera vez que un actor reaccionaba de una forma tan contundente en Hollywood.
“Fue fácil, me bajé del carro. Mi equipo me decía: ‘Hay varias opciones’. Pero yo les dije que no, que solo había una. Se trataba de ser honesto. Me disgustó mucho personalmente, pero fue muy educativo. Para mí fue muy sencillo renunciar a ese papel. Y eso que me moría de ganas de hacer Hellboy. Adoro ese cómic”.
Es especialista en bajarse del carro. Cuando entró en el cine estaba prácticamente retirado de su carrera como rapero por decisión propia, y trabajaba de profesor de natación. “Skrein era un tipo bastante popular en el mundo del rap underground. Sacaba discos y reunía 300 o 500 personas en sus conciertos, pero creo que estaba cansado”, dice Seleka Muñoz, artista, codirector de la galería Delimbo y gran amigo del actor, que le llama “hermano” (en español). Porque, aquí donde le ven, el actor es un gran conocedor de la escena rapera andaluza.
“Vine mucho a España con Foreign Beggars. Aprendí sobre el hip hop de aquí, especialmente del sevillano. Mi rapero español favorito es Juaninacka. Me encanta Shotta, es un tío tan divertido y me río tanto con él cuando hablamos… Y Tote King es un sabio. El hip hop une a todo el mundo. Una vez fui a Sevilla, Seleka estaba enfermo, me fui por ahí con sus amigos y, aunque ninguno hablaba inglés, fue increíble. Bastaba con compartir unas palabras. El hip hop me abrió el mundo y cuando volví a casa me conocía mejor. Y mírame, aquí estoy”.
Realización: Nono Vázquez
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